¿Crees que un pintor, después de haber pintado el más bello modelo de hombre que pueda verse y de haber dado a cada rasgo la última perfección, seria menos hábil porque no le fuera posible probar que la naturaleza puede producir un hombre semejante? Y nosotros, ¿qué hemos hecho en esta conversación sino trazar el modelo de un Estado perfecto? Y lo que hemos dicho, ¿no estará bien dicho, aún cuando no podamos demostrar que se puede formar un Estado según este modelo? (Libro V de La República, Platón)
A lo largo de la historia los gobernantes siempre han querido mostrarse a sí mismos y a la sociedad cuya cúspide ocupan como inamovibles, eternos y poco menos que parte del orden natural y divino. Como si sustituirlos o cambiar la estructura social fuera tan descabellado como cambiar de sitio un océano. Por eso no es casualidad que la primera sociedad utópica que se imaginó fuera en una democracia. Una vez se asume que la sociedad puede ser moldeada por la voluntad humana… ¿Por qué no buscar entonces un modelo ideal? Eso pensó Platón, abriendo el camino desde entonces a una amplísima variedad de utopías que en ocasiones han llegado a dar el salto del papel a la realidad.
De manera que el célebre filósofo ateniense se puso a discurrir cómo debería organizarse una ciudad-estado y llegó a una conclusión que a él le parecía evidente: debía estar gobernada por filósofos. Atribuirse una posición de privilegio en la sociedad que uno imagina no ha sido desde entonces algo excepcional precisamente… pero sería injusto dejar de señalar otros muchos aspectos de su sistema que han sido repetidos por otros pensadores. Porque si tuviéramos que definir una, ejem, «utopía ideal», acabaría siendo a grandes rasgos como Platón la describió en primer lugar. Siendo todo lo posterior versiones más o menos inspiradas a partir de esa melodía original: un sistema autárquico —a menudo completamente aislado—, colectivista, que rechaza el dinero y el lujo por ser la fuente de muchos vicios, que regula la vida de sus ciudadanos hasta en los detalles más íntimos, que pone en cada caso más o menos énfasis en el igualitarismo y que carece de minorías.
Precisamente fue un traductor de Platón, el filósofo árabe del siglo IX Al-Farabi, uno de los primeros en describir cómo debía ser la «Ciudad Virtuosa». Naturalmente debía estar gobernada por filósofos, en ella se rechazaba la búsqueda del enriquecimiento y debía tener sanidad pública e intervención estatal para lograr el pleno empleo. Frente a la Ciudad Virtuosa Al-Farabi también definió a su opuesta: la Ciudad Ignorante. Sus habitantes no perseguían la auténtica felicidad, decía, sino aquella basada en la riqueza, el disfrute de los placeres, el anhelo de fama y consideración y la libertad para seguir los deseos de cada uno. Tal como la describe no se debía vivir tan mal… En la Cristiandad, por su parte, el también platónico San Agustín seguía un planteamiento similar en su obra Ciudad de Dios, aunque en este caso ambas ciudades —la terrena y la celestial— estaban ubicadas en el mismo lugar y debía ser el Juicio Final el que las separase. La primera era asociada a la decadente Roma y de la segunda, aparte de ser eterna y luminosa, sabemos que tenía de lado nada menos que 2415 kilómetros, toda una megaurbe.
A lo largo de la Edad Media se intentó recrear ese entorno utópico por medio de los monasterios. A esas pequeñas sociedades autárquicas y regidas por sus propias normas acudían huyendo de las miserias terrenales para seguir el ejemplo de los apóstoles, buscando un lugar basado en el orden y la fe. Según decía San Bernardo: «verdaderamente el claustro es un Paraíso, una región protegida por la muralla de la disciplina en la cual se encuentra una amplia abundancia de riquezas preciosas». Una dicha a la que contribuía también que muchos monasterios elaboraran su propio vino y cerveza, de la que cada monje llegaba a consumir hasta diez litros diarios. Así que no es de extrañar que Rabelais imaginara en Gargantúa y Pantagruel una sociedad ideal en la forma de una abadía, con la diferencia de que en ella no se hacía voto de pobreza ni de castidad, ni se renunciaba al lujo, mientras que la fe era sustituida por la búsqueda de conocimiento.
Pero sería en el año 1516 cuando las sociedades ideales recibirían su nombre con Utopía, de Tomás Moro. En ella un viajero llamado Rafael Hitlodeo (que viene a significar charlatán, en griego) describe una isla constituida por cincuenta y cuatro ciudades-estado aunque semejantes en su idioma, costumbres y leyes. Según cuenta allí se rechaza el lujo, no existe el dinero ni jamás podrá darse una burbuja inmobiliaria dado que cada diez años sus habitantes cambian de casa por sorteo. Además existe una sanidad pública y los empleos van rotando, siendo la jornada laboral de seis horas diarias. El sistema político es democrático aunque por otra parte existe la esclavitud y se promueve el imperialismo, como si de la antigua Grecia se tratase. Respecto a sus costumbres, los habitantes de la isla aprecian mucho la cultura y el crecimiento espiritual, disfrutan de los placeres con moderación y tienen por tradición que antes de celebrar el matrimonio cada contrayente puede contemplar desnuda a la otra parte, para asegurarse de que carece de deformidades físicas. Todo ello hace de los utopianos gentes «de trato fácil y buen humor, ingeniosas y amantes del ocio». No obstante, sigue existiendo a pesar de todo el crimen y el delito. Un detalle fundamental, pues las utopías se han basado a menudo en la creencia de que una nueva sociedad traerá consigo un «hombre nuevo». La naturaleza humana sería plenamente moldeable o bien bondadosa en su origen y por tanto si alguien sale torcido sería culpa de la sociedad en la que ha crecido. Pero tal teoría no ha resistido, como veremos, su puesta en práctica.
El Renacimiento fue un periodo de gran agitación intelectual, inducida entre otros motivos por las noticias traídas del Nuevo Mundo, así que la de Tomás Moro no fue la única sociedad ideal imaginada. El italiano Tommaso Campanella imaginó en 1602 una república filosófica llamada Ciudad del Sol, ubicada en algún lugar del hemisferio sur. Está construida en siete círculos concéntricos con funciones defensivas, es gobernada por un filósofo-sacerdote (cómo no) y en ella la propiedad es colectiva. Tiene, de nuevo, rasgos propios de un claustro, como por ejemplo que hay comedores comunes en los que se guarda silencio mientras alguien lee un libro en voz alta desde una tribuna. Y a diferencia de la anterior, aquí los seres humanos han sido educados de tal forma que «entre ellos no son posibles los latrocinios, los asesinatos, los estupros, los incestos, los adulterios, ni otros delitos». Otra destacada utopía renacentista fue la Nueva Atlántida, de Francis Bacon. Se trata de una isla de los mares del sur donde, una vez más, la propiedad es colectiva, y se otorga una gran importancia a la investigación de acuerdo al método científico ideado por el propio Bacon, que tanta influencia tendría posteriormente.
El siglo XIX trajo consigo una apreciable novedad: ya no bastaba con imaginarse sociedades utópicas, también se intentaban poner en práctica. O al menos de forma más frecuente y organizada. Como las cooperativas de Robert Owen, la comunidad de Icaria de Étienne Cabet o los falansterios de Charles Fourier, comunas autárquicas que establecían la propiedad colectiva y que se hicieron realidad especialmente en Estados Unidos. Hijas de la Revolución Industrial, se organizaban en torno a fábricas, buscando un espacio geométrico y puramente racional. Pero a pesar de tanta armonía luego sus habitantes no estaban tan cohesionados como sería deseable, les faltaba un objetivo común, un compromiso espiritual con la comunidad. Por eso otros experimentos sociales se centraron en torno a la afinidad étnica y religiosa, ya sea en comunidades amish, judías, mormonas o improvisando cualquier otra secta. Un ejemplo curioso en ese aspecto fue la secta de los perfeccionistas, fundada por John Humphrey Noyes bajo la consigna: «el nuevo mandamiento es que nos amemos los unos a los otros, pero no por parejas, sino en masa». La cosa acabó en desastre, claro, con su fundador huyendo tras ser acusado de violación.
Las utopías sociales alcanzaron una nueva magnitud en el siglo XX, como sabemos, pero tratar con un mínimo detalle sus pretensiones y su puesta en práctica requeriría otro artículo puesto que han sido objeto de infinidad de análisis y estudios. De entre ellos merece la pena mencionar por ejemplo Por qué fracasan los países, de Acemoglu y Robinson. De forma esquemática podría decirse que el comunismo proponía un sistema que carecía de estímulos para el esfuerzo y la competencia o, como decían sucintamente los habitantes de la URSS, «ellos hacen como que nos pagan y nosotros como que trabajamos». Pero por seguir tratando de utopías y experimentos sociales a menor escala como los que hemos estado mencionando previamente, no podemos olvidar las comunas hippies. Resulta particularmente interesante una con ciertos aspectos comunes a la de los perfeccionistas, la comuna fundada por el artista Otto Muehl en la localidad austriaca de Friedrichshof. Pretendían crear un paraíso basado en la liberación sexual, aunque para empezar ya impusieron varias restricciones: se prohibían las relaciones de pareja, las relaciones homosexuales y los celos. Cada día sus miembros debían mantener relaciones sexuales con quien quisieran, siempre que no repitieran con la persona del día anterior. ¿Cuál fue la consecuencia de este libre mercado de la carne sin las restricciones de la monogamia?
Pues que no todo el mundo es igual de atractivo, de manera que inmediatamente pasó a crearse una rígida jerarquía sexual. Los más deseados tenían entonces más poder y por encima de todos ellos, Otto. La hipergamia femenina y la poliginia masculina se combinaron entonces y acabaron convirtiendo la secta en una especie de enorme harén suyo: «las tenía fascinadas, a las mujeres siempre les gustan los hombres con un alto estatus social y como yo ocupaba el puesto más alto, todas querían acostarse conmigo». La consecuencia de ello es que podía elegir, tenía un poder ilimitado, de manera que optó por las más jóvenes y adquirió un singular interés por «el derecho a la primera noche», es decir, desvirgar a adolescentes. Finalmente las autoridades austríacas acabaron acusándolo de pederastia y violación y fue condenado a siete años de cárcel y su comunidad disuelta. Lo que comenzó prometiendo ser un paraíso sexual terminó desembocando, como vemos, en algo bastante sórdido. Todo ello lo cuentan en este interesantísimo documental:
Ya que hablamos de hippies no podemos terminar sin aludir al clásico Imagine, de John Lennon. De esa sociedad descrita en la canción —aparte del comentario sarcástico que hizo Elvis Costello sobre un millonario soñando con que la propiedad no existiera—, uno sospecha que podría estar muy bien vivir allí… siempre y cuando todos fuéramos John Lennon. Pero la gente tiene la fastidiosa costumbre de ser cada uno a su manera, con diferentes metas, creencias y caracteres. Proponer como modelo de sociedad tu particular gusto personal puede resultar muy satisfactorio para uno pero inevitablemente termina siendo bastante asfixiante para los demás. Lo que nos lleva de nuevo a uno de los problemas inherentes de las utopías: su falta de pluralismo. Un principio fundamental que en Europa nos ha costado mucha sangre comprender. Y es que cuando se sueña con una sociedad perfecta al final buena parte de sus potenciales habitantes no acaba estando a la altura… El siguiente paso en el razonamiento es que entonces si acabamos con ellos su realización estará un poco más cerca. Pero no todo en las utopías tiene que ser tan negativo, también resultan un horizonte estimulante para introducir cambios en la sociedad, pueden servir de brújula, no como meta y sin perder de vista el aquí y ahora. Como dejó escrito el filósofo Karl Popper:
Elegid lo que consideréis el mal más acuciante de la sociedad en que vivís y tratad pacientemente de convencer a la gente de que es posible librarse de él. Pero no tratéis de realizar esos objetivos indirectamente diseñando y trabajando para la realización de un ideal distante de una sociedad perfecta. Por mucho que os sintáis deudores de su visión inspiradora, no penséis que estáis obligados a trabajar por su realización o que vuestra misión es abrir los ojos de otros hacia su belleza. No permitáis que vuestros sueños de un mundo maravilloso os aparten de las aspiraciones de los hombres que sufren aquí y ahora. Ninguna generación debe ser sacrificada en pro de generaciones futuras.
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Hecho de menos «Los desposeídos», de Ursula LeGuin, que describe una sociedad anarquista.
Iba a comentar que se tuviera en cuenta Anarres, la extraña pero emocionante sociedad descrita por UKL…. pero te me adelantaste jejejeje.
La naturaleza es despiadada y no atiende a razones de izquierdas ni a utopías. El ser humano forma parte de esa naturaleza lo mismo que un asteroide que choca contra la tierra o un dinosaurio que se extingue. La estupidez, en mayor o menor medida, también tiñe nuestros actos, algo que se puede sentir a lo largo de este interesante y deprimente reportaje. ¿Todavía se extraña alguien del por qué tantos escucharon y después siguieron a Hitler? Que por cierto, también era austríaco…
Confundes lo que es con lo que debe ser.
El ser humano está determinado por el medio, no es cierto que su naturaleza sea intrínsecamente mala ni que sea buena por naturaleza. Todo depende de su contexto.
Si el hombre del mundo occidental capitalista es tildado de «malo» deberíamos pensar en la sociedad en la que esa persona se ha gestado para comprender porque lo es. Vivimos en un sistema que antepone la individualidad, el egoísmo, el consumo, la explotación del hombre por el hombre en pos de la maximización del beneficio de unos pocos; por lo que esperar que de todo ello pueda nacer una persona solidaria, desinteresada, empática, etc. se presenta como un menester harto difícil.
Todos estos atributos positivos son adjetivos que querríamos ver en la sociedad pero que a efectos prácticos no dejan de ser deseos, deseos de un mundo imaginario que existe sólo en nuestra cabeza.
El capitalismo no aspira a la solidaridad, no está en su naturaleza, el Estado del Bienestar, que para muchos es la caña que sostiene esa cosa llamada Estado, no es más que el resultado de la aplicación de políticas socialistas dentro de un marco de una economía de mercado. Por tanto, lo mejor de este sistema en el que vivimos es en realidad derivado de otro sistema muy diferente. Da que pensar.
El Estado del Bienestar, las jornadas de ocho horas, la asistencia sanitaria, las escuelas públicas fueron todos derechos conquistados por los trabajadores, ningún gran empresario tuvo nunca interés en llevarlas a cabo, e incluso se intento acallar esas mismas reivindicaciones a base de represión, basta con recordar al Sindicato Libre, brazo sindical de la patronal, que operó a principios del siglo XX en el Estado Español con mano de hierro.
Dudo que exista un sistema perfecto, creo que sea el que sea nunca lloverá a gusto de todos, pero aún así creo que vivimos en el peor de los sistemas posibles y que un cambio es necesario.
Se menciona a Hitler en el texto y me gustaría recordar la capacidad de el austríaco para dirigir a la masa, en su manifiesto indica cómo debe hacerse un discurso, para hacerlo debe reducirse cada parlamento a unos eslóganes sencillos, que puedan ser repetidos por cualquier persona educada o no, y que apelen a su emotividad. El pueblo no es para Hitler más que una masa presa de la emotividad más banal, gregaria y sumisa.
Suma a todo esto un país devastado por la Primera Guerra Mundial, lleno de rencor al ser tomada como la responsable de ese conflicto y acabas de construir un polvorín.
Esto daría que pensar mucho, ¿a caso no vemos cada día a los políticos argumentando sus puntos de vista con hechos que arguyen únicamente a lo sentimental? ¿que lecturas podríamos hacer de sus parlamentos si eliminásemos completamente su patina sentimental?. Para comprender pues no basta con escuchar, hay que pensar y leer en entrelíneas, con la cabeza fría.
«El ser humano está determinado por el medio, no es cierto que su naturaleza sea intrínsecamente mala ni que sea buena por naturaleza. Todo depende de su contexto.»
Personalmente, cambiaría «medio» por «miedo» y añadiría que el contexto perenne del ser humano es la inseguridad y la angustia, caldos de cultivo idóneos para desarrollar actitudes paranoicas, egoístas y mezquinas. Claro que esto no culpabiliza, bajo mi punto de vista, a la humanidad; solo la convierte en víctima de no se sabe qué.
«El ser humano está determinado por el medio, no es cierto que su naturaleza sea intrínsecamente mala ni que sea buena por naturaleza. Todo depende de su contexto.» La teoría de la Tabla Rasa ya no se la creen ni los recién salidos del seminario. Te recomiendo leer, precisamente, «La Tabla Rasa», de Steven Pinker (hay más sobre el tema, pero este puede valer). Ojo: puede socavar algunas de tus creencias.
«Ninguna generación debe ser sacrificada en pro de generaciones futuras.»
gran epílogo tomado de Popper, que ilumina todo el compendio de chorradas (algunas muy siniestras) que los soñadores de utopías nos han querido colocar a lo largo de la historia escrita… felicidades al autor por su paciente rastreo
A mí tanto énfasis en el igualitarismo y el comunitarismo no me parece utopía sino pesadilla.
Como decía el gran tango Cambalache: «Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor».
La religión verdadera es aquella de la viuda y el huérfano. Y el que se tenga por religioso y no controle su boca no lo es.
Estoy pensando en un nombre para un nuevo partido político inspirado en John Lennon.
PPC= Paz, Pelo y Cama
PCP= Paz, Cama y Pelo
CPP= Cama, Pelo y Paz
¿Cuál les gusta más?
A decir verdad, a mí no me acaba de convencer ninguno de ellos. Me recuerda demasiado a «Pelopicopata».
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No fue tambien la de los Nazis una «utopia»? el ultimo gran intento de «crearla».
Que hay de la Europa de Napoleon…?
Que hay tambien de las «ecoaldeas» modernas?
entran en esta categoria?
por ultimo deberia tenerse en cuenta que la humanidad ya a alcanzado en ciertas ocasiones sociedades que si bien no fueron «perfectas» si fueron majestuosas y de cuya riqueza aun nos alimentamos hoy; el califato de cordoba, la China de ciertas epocas, el imperio Moghal, la Francia de Luis XIV, la gran Tenochtitlan…sin olvidar la mas grande organizacion que haya existido en la cual todas las llamadas «imperfecciones» humanas existieron tambien y a pesar de las cuales resistio y prospero…
Es una basura lo que dice Karl Popper al final. Vivimos en la utopía liberal, en su genocidio, pero ya está llegando a su fin su irracionalidad.
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Saludos.
SALVEMOS AL MUNDO, ¡HAGÁMOSLO DE NUEVO!
Si queremos construir una sociedad ideal que sea sostenible en el tiempo, debemos llevar su diseño a los extremos requeridos por la gravísima situación ambiental y social planteada en la actualidad, cuyo empeoramiento puede culminar en la destrucción de la especie humana.
La solución para esta problemática potencialmente aniquiladora de nuestra “civilización”, representada por las guerras, las hambrunas, la explotación del hombre por el hombre y la destrucción del ecosistema, nunca llegará como resultado de aplicar simples paliativos dentro de un sistema de cosas esencialmente malo, por muy bien intencionados que éstos sean.
Nuestra idea consiste en diseñar un prototipo de sociedad ideal realista y factible que rompa con los defectuosos parámetros actuales, y cuya difusión propicie la realización de cambios en el orden mundial establecido hasta que se logre la instauración en todo el planeta de un estado de bienestar generalizado y permanente.
Este novedoso modelo de colectividad estaría representado por una ciudad sostenible y autosuficiente, que sería exhibida en forma de maquetas, video juegos, historietas, producciones fílmicas, parques temáticos e incluso, de ser posible, una ciudad-estado independiente, la cual poseería, entre otras, las siguientes características : Uso prioritario de materiales y tecnologías de punta amistosos con el medio ambiente; autosuficiencia tecnológica total; limitación del crecimiento económico y poblacional; supresión de la manipulación proveniente de factores de poder económicos, religiosos y políticos; desaparición de toda forma de reverencia entre seres humanos; eliminación del dinero en efectivo; gratuidad total de la salud y la educación; verdadero respeto a las libertades; y democracia real.
En concreto, la convocatoria es para diseñes por tu cuenta una ciudad con esas características y la compartas con la humanidad, o te unas a nosotros en nuestro sitio web https://elmundofelizdelfuturo.blogspot.com/
donde estamos trabajando en ese sentido.
Atentamente, César Emilio Valdivieso París
La búsqueda de la utopía perfecta ha sido un tema recurrente en la literatura y el pensamiento social desde hace siglos. Sin embargo, la idea de una sociedad perfecta puede ser difícil de definir y aún más difícil de alcanzar en la realidad.
Aunque las utopías pueden ser imaginadas de diferentes maneras, muchas de ellas comparten características como la igualdad, la justicia y la armonía con la naturaleza. Sin embargo, el camino hacia una utopía perfecta puede variar según las perspectivas y los valores de cada persona o grupo.
En mi opinión, el camino hacia la utopía perfecta debe ser uno que valore la inclusión, la diversidad y la empatía. Una sociedad utópica no puede ser construida a expensas de la exclusión o la discriminación de cualquier grupo de personas. Además, la sociedad ideal debe ser capaz de adaptarse y cambiar con el tiempo y las necesidades de la comunidad.
La búsqueda de la utopía perfecta puede ser una tarea interminable, pero lo importante es seguir avanzando hacia una sociedad más justa y equitativa para todos.
He publicado un post [que actualmente me encuentro ampliando] en el que estoy añadiendo las referencias de libros, películas y series que he leído/visto sobre este tema: https://presentaciones.es/utopias-que-son-y-como-se-usan-en-diferentes-medios/ por si a algún@ le interesa visitar/comentar
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