Cuando entras en el estudio de Teresa Sapey, (Cuneo, Italia, 1962) te encuentras una gran pantalla que proyecta videoinstalaciones, una pieza de Lego gigante y mullida que hace las veces de sofá, jarrones multicolores con la forma de una cabeza poliédrica y una estantería hecha de metacrilato y macarrones. Y es que Sapey es arquitecta e interiorista, pero también diseñadora e incluso cocinera.
Establecida en Madrid desde 1988, su salto a la popularidad se produce en 2005, cuando participa en el proyecto colectivo del hotel Puerta de América, junto a arquitectos de enorme reconocimiento como Jean Nouvel, Zaha Hadid o Norman Foster, encargándose de la planta de aparcamientos. Su vigorosa y colorida manera de entender unos espacios que, hasta ese momento, se consideraban secundarios, le labra una merecida fama y comienza a realizar proyectos de parkings por toda España, que se publican y publicitan por todo el mundo.
Sapey también tiene una extensa carrera en interiorismo y diseño, además de impartir clase en universidades de Italia y Canadá, así como en la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Además ha publicado varios libros donde intenta transmitir su visión y su comprensión de la arquitectura, del espacio, del color, de la forma y hasta del mundo.
Si nuestra investigación es correcta, tu estudio era antes un tablao flamenco que reformaste. ¿Es cierto?
Famosísimo. El tablao flamenco. Tiene una historia, te la voy a contar porque es de esas cosas que merecen la pena en la vida.
Nosotros antes teníamos un estudio de arquitectura que estaba en un taller de coches, precioso, espectacular, con doble altura de diez metros… pero fíjate que me parecía un concepto de los ochenta o noventa, no de los dos mil. Además, cuando vino la crisis tuve que prescindir de mucha gente, y no hay nada peor que prescindir de gente por razones que no son personales ni profesionales, pero no te queda más remedio; entonces, el antiguo estudio se me quedó, por un lado grande y por el otro, me daba una pena como pegajosa entrar en ese espacio donde me lo había pasado tan bien y que me recordaba al pasado. Así que necesitaba un cambio, y también quería un cambio de barrio, porque el barrio donde estaba el antiguo estudio sufrió mucho con la crisis. La mayoría de los locales quedaron vacíos y era todo un poco depresivo.
Busqué durante mucho tiempo pero no encontré nada, había visto como cincuenta sitios en Madrid y ninguno me encajaba, pensé que me iba a tocar irme a una oficina pija, burguesa; algo que odio. Un día, de manera casual, pasé por esta zona, que a mí siempre me pareció una zona cara, casposa, triste y gris, pero me crucé con la puerta de este local. Enseguida me gustó la puertecita y encima había un cartel de «se alquila». El portero, que era listo, me vio y dijo: «pero si yo tengo la llave, si quieres te lo enseño». En el momento en que me abrió la puerta supe que este era el sitio. Me pareció alucinante, era abierto, diáfano… y el portero me dijo: «es que este era el tablao flamenco más famoso de Madrid. El Zambra». Tengo aún los tubos donde se colgaban los trajes.
Todo el mundo estuvo en Zambra, todo el mundo pecó en Zambra; aquí se ha bebido y se ha pecado como en ningún otro sitio. Fíjate que aquí fue donde ocurrió la historia entre Luis Miguel Dominguín y Ava Gardner. Aquí. Este sitio huele a pecado y a mí me gustan los sitios de pecadores. Ava Gardner se enamora locamente de Dominguín aquí; ella se alojaba en el Palace y tras esa primera noche en el Zambra, se van caminando al hotel un poco haciendo eses por las cosas del alcohol. A la mañana siguiente, Dominguín se levanta temprano, se viste rápidamente y, cuando le ve Ava Gardner le dice: «Pero ¿dónde vas tan temprano?» a lo que el torero le contesta: «Pues a contar que acabo de pasar la noche con Ava Gardner».
Eres arquitecta, pero también interiorista, y además diseñas mobiliario, lámparas, vasos, libros… ¿La arquitectura es todo? ¿Lo engloba todo?
Absolutamente. Hasta la ropa. Incluso, como arquitecto, yo pienso que el primer proyecto eres tú. Los trajes son arquitectura, arquitectura que te puedes poner. Hay arquitectura que penetra y arquitectura penetrante. La arquitectura penetrante es la que llevas en tu piel; cómo te vistes, cómo hablas, cómo te mueves.
Para mí, el arquitecto es un creador; no importa el tamaño del proyecto. Hay microarquitectura y maxiarquitectura. Desde la ciudad hasta la cuchara. Por ejemplo, yo no veo la diferencia entre espacio interior y espacio exterior. Hay un gran problema que he visto en España, que sucede cuando el arquitecto solo se ocupa del «edificio», no acaba el proyecto y el diseño interior lo hace otra persona. Y se cargan el proyecto. Los buenos proyectos son los que abarcan todo: el tirador, el zócalo, la luz, el mobiliario, el espacio. ¿Tú crees que Frank Lloyd Wright ponía a otra persona a hacer sus interiores? ¿Tú crees que [Jaques] Herzog y [Pierre] De Meuron no acaban sus proyectos?
O Álvaro Siza, que diseña hasta el detalle de las carpinterías.
Exacto. Y eso para mí es la arquitectura. Han hecho óperas, montajes de teatro, tiendas, paquetería; lo que el cliente les pida.
Entonces, si el concepto es tan global, ¿crees que la arquitectura y el diseño afectan a los usuarios incluso de manera psicológica?
En España está sucediendo un problema enorme, porque no llega nada de diseño. Estamos empobreciendo la estética, y por tanto, el estado de ánimo del ciudadano. El ciudadano no deja de ser víctima de la crisis, pero no tiene ninguna culpa si quiere comprarse un sofá o una silla o una cocina y no tiene elección posible, no existen apenas productos, no puede comprar algo bonito porque nadie se lo ofrece. En Londres, en Berlín, en Ámsterdam… por supuesto en Milán São Paulo, Nueva York, tienen de todo; mientras que en Madrid no hay nada, es como un pueblo. Es tristísimo. En España han cerrado ocho mil tiendas de diseño y las que quedan tienen los restos de almacenes desde hace cuatro años. Si quieres algo chulo, o eres inteligente y compras on line o te coges un vuelo a Milán, que por suerte, es asequible con los vuelos low-cost, y lo compras allí.
¿Qué sucede? Pues que el ciudadano se ha «horterizado», se ha secado como una planta a la que no riegas. Viven mal porque estamos empobreciendo los hábitats de las personas. Estamos empobreciendo la cultura; solo queda Vitra, IKEA y dos tiendas más, apenas puedes comprar por catálogo.
En Barcelona la situación es un poco mejor, como siempre. Fíjate que hasta en Marbella hay mejor oferta que en Madrid.
Y eso que Marbella es la Las Vegas española.
Pues por lo menos hay una tienda de Pedro Peña, que es muy bonita. Yo firmaría por tener un showroom de Pedro Peña en Madrid.
Además, no solo afectamos la psicología, sino que afectamos el bolsillo. Si tú consigues que una tienda aumente sus ventas gracias al diseño, estás favoreciendo el bolsillo de tu cliente. Cuando hicimos el proyecto de la tienda de Custo en la calle Claudio Coello, el local era uno de los locales más gafados de Madrid, había cambiado cinco veces de dueño en cinco años. Con una pequeña reforma la tienda fue récord de ventas en Europa.
Cuando Gallardón me encargó el proyecto de la iluminación de la calle Serrano, me dijo que quería aumentar las ventas de las tiendas de la calle. Quería difundir un espíritu navideño ateo y apolítico, porque el verdadero objetivo de la iluminación navideña es hacer que la gente entre en las tiendas y compre. El proyecto de arquitectura tiene mucha más responsabilidad, aparte de la estética y funcional. Si un hotel que has reformado, como hicimos con el Room Mate Pau de Barcelona, sube la ocupación al 100%, entonces tomas ese éxito como tuyo al menos en parte, porque la cadena hotelera ya existía, el hotel ya existía. Eres tú con tu creatividad quien cambia la ocupación del hotel.
Este estudio no es la única vez que diseñas para ti misma. Una de tus obras es la reforma para el apartamento en Sestriere, que la haces para ti. Tú eres la arquitecta y la clienta. ¿Hay diferencia entre diseñar para un usuario externo y hacerlo para uno mismo? ¿Eres muy exigente contigo misma?
Soy muy exigente, sí, pero al mismo tiempo, «en casa del herrero, cuchillo de palo», porque fíjate, ahora mismo estoy viviendo en un hotel, el Puerta de América, en una suite de Mark Newson que me parece la pera. Porque no quiero quemar mi energía, no quiero perder tiempo con la nevera que no funciona, con el portero, con la basura; porque en este momento mi trabajo exige muchísimo de mí y estoy dando el máximo, y necesito mi creatividad y mi disponibilidad al 100%, veinticuatro horas al día. Porque creo firmemente en mi profesión. Y si no funciona, me haré pintora, cocinera o jugadora de bridge [risas].
En cuanto a lo de Sestriere, tiene una historia que te voy a contar. El edificio fue premio de arquitectura italiana en 1985; el proyecto estrella de [Roberto] Gabetti e [Aimaro] Isola, arquitectos famosísimos en Turín y en toda Italia, verdaderamente espectaculares. Pues el caso es que Gabetti estaba casado con la tía de una compañera mía del colegio, que era descendiente, ni más ni menos que del rey Vittorio Emanuele. Cuando yo era pequeña, me iba con mi amiga a jugar al castillo de Vittorio Emanuele y corríamos y saltábamos por ahí como locas, y el pobre Gabetti estaba histérico. Pasaron los años y cuando hice el examen de estado para la autorización de arquitecto, ¿quién me tocó como presidente de la comisión?: Gabetti [risas]. Yo estaba muerta de miedo, me acordaba de las trastadas que había hecho de pequeña y pensaba «no puede ser». Cuando me toca la prueba oral, Gabetti me pregunta: «Señorita Sapey, ¿me puede describir un sistema de saneamiento?». Salí del paso como buenamente pude, así que Gabetti me mira y me dice: «Señorita Sapey, dibuja usted muy bien, pero le hacen falta unas botas de goma; le falta ir un poco más a la obra».
Segunda parte de la historia: mi mejor amiga de la universidad era de la familia de los dueños y constructores del edificio de Sestriere. Así que Gabetti hizo el proyecto para la familia de mi amiga Donata. El edificio era modernísimo, se entraba por arriba y se bajaba hacia las viviendas, tenía tiendas, un club, un restaurante… era precioso, espacial. Los constructores se guardaron los últimos pisos, los más bonitos; pero al cabo de quince años querían venderlos. Así que me llamó mi amiga Donata y me dijo: «Teresa, vendemos los últimos pisos de Sestriere. Por favor, cómprate uno». Y me compré uno, porque para mí significaba comprar arquitectura, pero también comprar historia, comprar mi pasado.
Tu vida, casi.
Claro, mi vida. Y sí, soy exigente, pero cuando entré en ese piso, por ejemplo, no cambié el color de las carpinterías, de las ventanas o las puertas, porque para mí, eso formaba parte del alma del edificio. Estaba respirando el alma de la arquitectura; yo quería respetar a Gabetti e Isola lo máximo posible.
A lo mejor, si el edificio no tuviese ese ambiente o esa historia detrás podrías haberlo cambiado más.
Claro, pero no podía, no lo hice. Para que entiendas lo exigente que fui conmigo; tardé dos años en hacer ese proyecto, porque quise encontrar cosas relacionadas con la montaña, y además tenían que ser muy baratas. Quise respetar los ochenta, los ochenta y cinco, y rebuscando encontré dos sofás que retapicé con lona de saco, dos sillas de la Baviera, espectaculares, del siglo XVIII pero modernísimas. Lo hice con muchísimo cariño.
Cuando los arquitectos nos enfrentamos a nuestro primer proyecto, intentamos meter todo lo aprendido en la carrera: colores, espacio doble, curvas, giros. Todo. ¿Recuerdas cómo fue tu primer proyecto?
Perfectamente, fue para la secretaria de mi padre, que era una chica de campo y quería construir una ampliación de su casa en el pueblo. En una casita de pueblo total, de campo. Como no podía pagar el proyecto en dinero, me pagaba en trufas.
Casi salías ganando al cambio.
Pues sí porque son carísimas. La chica entrenaba perros para encontrar trufas y mis honorarios eran trufas. Y yo encantadísima, porque cada fin de semana me invitaban a comer, yo comía estupendamente y además me regalaban una trufa blanca.
¿Hay algún proyecto tuyo que consideres tu preferido?
Pues ahora te diría que el parking del Puerta de América, porque lo veo todos los días y me encanta. También me siento muy contenta con la iluminación de la calle Serrano porque la gente se para, lo fotografía, me manda las fotos a mí… En general los que me gustan más son los últimos, porque los últimos son donde das el máximo; hay una evolución y tú sabes que es donde más te has esforzado. Aunque también hay otros con los que no estoy tan contenta.
¿Tienes alguno del que te arrepientas de alguna manera?
No especialmente, aunque hay algunos que quieres que se acaben y ya. Cobras, los cierras y te olvidas. No los publicas.
Tanto en los que te gustan como en los que te gustan menos, ¿qué elementos en común crees que tienen tus obras, si los tienen? ¿Crees que hay un «estilo Sapey»?
Creo que sí. Piensa que yo también estudié Bellas Artes, así que para mí, el espacio es un lienzo. Soy una persona plástica y juego principalmente con dos elementos: la luz que es una materia y el color, que también es materia. Incluso el blanco es materia.
¿Y dirías que ese estilo muestra algo sobre ti misma, de ti como persona?
Estoy segurísima, porque al final nosotros escribimos nuestra vida personal a través del espacio. El espacio que proyecto es mi diario, y refleja mi vida, mi experiencia, mi cultura. ¿Cómo? Imagino que en cada proyecto es distinto, pero siempre reflejas lo que eres. Y yo uso el mundo para inspirarme.
Acabas de decir que te sientes más orgullosa de tus últimos proyectos. ¿Cómo crees que has evolucionado a lo largo de tu carrera?
Por ejemplo, ahora ya no tengo miedo de ser un poco barroca o cursi; antes pensaba que el arquitecto tenía que ser superminimal y limpio. Con los años me dado cuenta que hay ornamentos que son superfluos, si quieres citar a Adolf Loos, pero también hay ornamentos que son arquitectura pura, espacio. No son superfluos, son parte de la arquitectura, del volumen.
Y me ha pasado lo mismo con el color; antes me daba miedo el color y ahora quiero que la arquitectura sea cálida, exuberante, sexy y erótica. Ya no me da miedo; ¿que no te gusto? Pues hay otros arquitectos. Es como la moda; si eres Prada, no eres Chanel o Armani. Si te gusta Herzog y De Meuron, no te puede gustar Álvaro Siza.
A lo mejor te pueden gustar ambos, pero otra cosa es que quieras o necesites uno o el otro para un determinado proyecto.
Exacto. Una cosa es que te gusten ambos pero en algún momento tienes que elegir a quién le encargarías tu proyecto. Y entonces tendrás que decidir, ¿quién quieres que te haga tu proyecto? ¿Tadao Ando, David Chipperfield, Zaha Hadid…?
¿Dónde te inspiras? ¿Qué lees? ¿Cómo te mantienes actualizada?
Primero debo hacer una confesión: me he hecho una iPad–adicta. Es mi amor, vivo con él, duermo al lado de él. Es mi vida el iPad: es ligero, no ocupa mucho, no fastidia, es un supercompañero… y casi todo lo leo en el iPad. Leo cosas muy específicas, revistas de arquitectura y diseño como Domus, Frame o Dezeen, que me encantan; también leo blogs de arte. Mezclo mucho el arte con la arquitectura.
Y también leo periódicos, claro… El País, La Stampa… Internazionale. Me gusta muchísimo Internazionale, muchísimo.
¿Y todo te inspira? ¿Incluso lo que no es específicamente artístico o arquitectónico?
Todo me inspira, me inspira muchísimo, porque me doy cuenta de cómo va el mundo, de lo que pasa en el mundo. A mi manera, un poco abstracta e irreal, pero es que yo soy abstracta e irreal. ¿Y qué?
Todos somos un poco abstractos e irreales.
Claro, fíjate que yo en un momento tuve miedo de no poder seguir siendo arquitecta, me lo planteé. Pero de momento estoy. Sí, ahora tengo pocos proyectos aquí y esto se ha convertido en un laboratorio de creación y exportación; exportamos creatividad. Ahora estamos en Bogotá, en Londres y en Rotterdam, fíjate.
¿Tienes algún arquitecto o artista o diseñador a quien admires especialmente, que te inspire?
Sí: adoro a Patricia Urquiola. Soy una tremenda fan suya, es mi ídolo, me encanta. También Marina Abramovic, Cristina Iglesias… fíjate, todo mujeres.
¿Hay algún espacio, edificio, algún lugar que consideres tu preferido? ¿Que tenga especial importancia para ti como arquitecta?
Pompeya me cambió la vida, cuando visité Pompeya me cambió la vida. Y también Villa Poppaea, la casa de la mujer de Nerón en Torre Annunziata, la visité el año pasado y me temblaban las manos y las piernas; en las paredes estaba Sol Lewitt. Había rayas blancas y negras cruzadas sobre todas las paredes. Era Sol Lewitt en el siglo I antes de Cristo. Me dije: ¿Qué hemos hecho? No hemos hecho nada, ya estaba ahí hace dos mil años.
Vamos a hablar de aparcamientos, algo por lo que eres especialmente conocida en la actualidad ¿Es cierto que te llaman Madame Parking?
Sí. [Sonríe]
¿Quién te lo llamó por primera vez?
Fue Jean Nouvel. Cuando hicimos el hotel Puerta de América no me conocía nadie y nunca nadie había hecho un aparcamiento, así que me dieron el apodo de Madame Parking. La verdad es que a mí me encanta, me siento muy identificada.
Es bonito, parece el nombre de una superheroína de cómic.
Sí, es de cómic, es muy bonito. Todo el mundo estaba alucinado con la idea de hacer un parking de diseño. Yo misma nunca lo había hecho, yo quería encontrar un espacio de proyecto, y nadie había pensado en hacer un parking de diseño.
Cuéntanos cómo entraste en el proyecto del Puerta de América.
Justamente hablando con Pablo Couto, director general y consejero de Hoteles Silken, me dijo que no quedaba ni un metro cuadrado para dar a ningún arquitecto. Nada, ni el ascensor de servicio, me dijo. Y yo le pregunté: «¿y el parking?»; y se quedó alucinado. Nunca había visto un parking de diseño.
Cuando le presenté el proyecto en Vitoria, sonó el teléfono y era Frank Gehry, que para mí es el gran arquitecto de nuestro tiempo, para preguntar si podía participar en el proyecto y Couto le dijo: «ahora sí que no hay nada, ni el parking».
Es verdad, Gehry es de los pocos arquitectos-estrella que no participan en el Puerta de América. Casi hubiera sido preferible que no estuvieran Victorio y Lucchino y hubiesen dejado sitio a Gehry, ¿no crees?
Seguramente, pero piensa que Victorio y Lucchino eran gente de la casa, y hay una ética de amistad. Por otro lado, la planta de Victorio y Lucchino ya no existe en el hotel, la cambiaron.
Yo creo que el Puerta de América es un cambio epocal: es un edificio en el que participan dieciocho arquitectos, y dieciocho arquitectos hacen el mismo proyecto de dieciocho maneras diferentes. Es un museo de la arquitectura. Me parece precioso. Mucha gente lo ha criticado pero no, es un proyecto genial.
¿Trabajabais coordinados o cada arquitecto se comportaba de manera independiente?
Todo independiente. No podíamos ni ver los proyectos de los demás, estaba totalmente prohibido. Nadie vio lo que proponían los demás, nadie. Secreto total.
Tras el Puerta de América comienzas a hacer aparcamientos. ¿Cómo son tus objetivos cuando te enfrentas a espacios que se suelen considerar tradicionalmente oscuros o secundarios?
Sí, se consideraban no-espacios. Pues me parece un grandísimo challenge, una oportunidad para dar vida a un espacio muerto. Desde allí, yo empecé reflexionar sobre la arquitectura moderna, y me di cuenta de que, sin querer, en nuestra sociedad habíamos inventado muchísimos espacios de paso. Y nos pasábamos mucho tiempo de nuestra vida en estos espacios de paso, pero no habíamos dado ninguna emoción o cariño a esos espacios. Es un poco lo que pasó con las industrias o las fábricas; se consideraban solo espacios para trabajar, pero cuando nos dimos cuenta de que pasábamos años y años dentro, empezamos a darle cariño y a diseñar los espacios de trabajo.
Pues estos son los espacios de paso de nuestra era, una era posindustrial, una era tecnológica. Tenemos los aeropuertos, el metro, los túneles, los aparcamientos… todos estos son espacios de nuestra época.
Además, es que el coche se tiene en cuenta desde el Movimiento Moderno.
Las primeras casas con parking las hace Le Corbusier. Jean Prouvé hace las primeras casas modulares con aparcamientos. Y sin embargo, hasta la actualidad, nadie se ha interesado por los espacios del coche; el coche se considera un elemento de poder, de símbolo de estatus, de símbolo de virilidad, de rapidez. Pero luego el coche se tiraba en un sitio donde nadie iba a verlo, a visitarlo.
Cuando la gente empieza a coleccionar coches es cuando se empieza a tener en cuenta el parking, el espacio donde se guardan los coches.
Como un museo de ese objeto tan bonito que es el coche.
Claro, entonces empecé a interesarme en estos espacios, estos proyectos de aparcamiento, que me parecen fascinantes. Además, es que hay mucho trabajo, pero fíjate cómo se siguen entendiendo estos espacios; yo tenía un concurso presentado y ganado para un parking en Barcelona. Hecho el proyecto y entregado, la constructora lo anuló porque tenía miedo de que diese una imagen de gasto superfluo en Barcelona.
O sea, que pensaban que dar vida a un parking era un gasto superfluo. Preferían que se siguiese entendiendo como un espacio secundario.
Tenían miedo de que, en este momento de crisis y de recortes, el aparcamiento diese imagen de gasto superfluo.
Tampoco es que el gasto de cambiar el aspecto de un aparcamiento sea tan elevado.
Justamente ese es el problema, que es un gasto muy pequeño pero tiene una enorme visibilidad; y no querían que esa visibilidad fuese negativa. Fíjate lo que te voy a contar, cómo se entiende este cambio cultural; yo diseño la luz de Navidad de la calle Serrano de manera modular, se puede cambiar la disposición como queramos sin gastar nada. Pues me dijeron desde el Ayuntamiento de Madrid: «ni se te ocurra cambiar nada porque tenemos miedo de que alguien piense que hemos gastado de más». Y ahí lleva cinco años exactamente igual que el primer día, y eso que yo la había diseñado para poder cambiarla.
En los parkings, aparte del color, sueles usar la palabra escrita, el texto.
Sí, es verdad, en el del Puerta de América o en el de Vázquez de Mella, donde hay un texto de Dante.
¿Cuál es tu intención a la hora de poner esos textos? O sea, no es estrictamente arquitectónico, ¿no?
Te voy a contar varias cosas. Primero, yo veo los parkings como espacios un poco parecidos a IKEA: tú entras y da igual lo rápido que aparques porque siempre vas a tener que hacer un recorrido. Ya sabes que en IKEA estás obligado a pasar por toda la tienda antes de llegar a las cajas; pues los parkings tienen exactamente el mismo concepto espacial. No puedes entrar y salir del parking así como así, tienes un tiempo. Pues en este tiempo yo puedo cultivarte, puedo hacerte discípulo mío. En ese espacio y durante ese tiempo yo puedo comunicarte lo que me dé la gana: política, sociedad, cultura, arte… lo que quiera. Te puedo hacer una campaña. Tu paseo del parking puede durar diez minutos o tres, pero siempre vas a tener que hacerlo. Si en ese paseo cambias el paisaje, el recorrido va ser mucho más agradable para ti: no te vas a dar cuenta de que estás en un subterráneo, en un sitio oscuro. Al revés, puedes aprender de arte, de literatura, puedo subirte la moral, puedo ponerte de buen humor o de mal humor. Te puedo emocionar.
En cuanto al grafismo; piensa que cuando yo estudié arquitectura me formé tanto con el futurismo de Marinetti como con la Bauhaus. Y la Bauhaus es la que dice que todas las artes son iguales. Yo soy hija de esta época. Por ejemplo, Gianfranco Ferré era arquitecto pero luego se convirtió en modista. La moda, el teatro, la pintura, la música, las artes gráficas, la cerámica, todas tienen importancia. La primera vez que la moda tiene reconocimiento museográfico es en nuestro siglo, antes era un arte menor.
O la tipografía.
Claro, para mí, la tipografía es parte de nuestra profesión. Es que el arquitecto se tiene que ocupar de todo. La señalética, la gráfica que hemos hecho para el hotel Pau de Barcelona es en sí misma un proyecto de arquitectura; tanto como lo puede ser el baño, la estructura, el volumen o la fachada.
Hablando de diseño y de esas otras artes que no son arquitectura. ¿Has pensado alguna vez en tu camino hacia el mundo del diseño como una salida a la crisis de la construcción? ¿Te has reinventado?
Creo que no, no he tenido tiempo. Este cambio lo que me ha hecho es no poder elegir los proyectos que entraban en el estudio. Antes podía hacer una elección, podía decir que no a algunos, ahora, con la disminución de trabajo, tengo que decir que sí a todo.
Pero lo haces con la misma energía y dedicación.
Por supuesto, los proyectos son muy buenos. Diría que los proyectos que tengo ahora son de mucha mejor calidad, e incluso más grandes. Con todo, el concepto de estudio también ha cambiado; ahora es como una nube. Teniendo proyectos en Londres, en Rotterdam o en Bogotá necesito asociados en cada ciudad, pero la calidad de proyecto en sí seguramente ha mejorado.
El hecho de hacer diseño me parece estupendo. Me gustaría hacer más diseño, porque me encanta el diseño y me encanta tener objetos en producción. El problema es que la industria en España no parece apostar por ello, pero me gusta mucho el diseño, qué pena que no esté haciendo más diseño.
Lo que no me gusta es quejarme de una situación en la que estoy; si no me gustase la situación, dejaría de ser arquitecta. ¿Que hemos bajado los honorarios? Sí, ¿y qué?
Pero no todo el mundo lo ve así, ¿cómo convencerías a los arquitectos o a los estudiantes que ven tan negro el futuro de la profesión?
Primero, no pueden ver negro el futuro de una profesión que siempre será útil a la sociedad. Y segundo, que se espabilen ya. Que aprendan inglés, que viajen; hay muchos países donde hay trabajo. Incluso hablando español; medio mundo habla español. Tampoco hay que estar en España, eso es un poco cateto. En China, en la India, en África, en Sudamérica hay trabajo. El mundo es redondo, tiene 360 grados, no hay que quedarse en el pueblo. Y por último, hay arquitectos que son arquitectos como si fuesen médicos: todo o nada. Y tú puedes ser arquitecto y ser crítico, divulgador, especialista en energías renovables, instalaciones, certificaciones, nuevos materiales… no todo es crear. Y si quieres ser creativo, inventa; pero inventa tu profesión, inventa una nueva profesión.
Tú misma viniste a España desde tu Italia natal con la carrera recién terminada. ¿Cómo fueron esos primeros momentos en nuestro país?
Fue muy duro. Si la gente cree que es duro ahora, tendrían que haber emigrado cuando llegué yo a España. Me denegaron el permiso de residencia y tuve que hacer un recurso al Estado español y lo gané. Me costó varios meses colegiarme en el Colegio de Arquitectos. Además, es que no tenía nada de trabajo, cero.
Yo venía de París, donde había trabajado con Alberto Pinto, el estudio más de moda en París; con Jaques García, que era un estudio importantísimo, con cuarenta personas. Cuando llegué aquí, nada; no encontraba ni parmesano. Llevaba la maleta como un emigrante. Telefónica tardó meses en ponerme la línea. Fue muy duro.
Entonces empecé a trabajar con Rafael de La-Hoz, un estudio muy bueno, muy grande. A partir de ahí ya pude comprarme una casa, me quedé embarazada de mellizos y sí, pude empezar a hacer mis proyectos. Pero tuve años muy muy duros, con muy poco trabajo. Fue durísimo.
¿Dirías que ahora es más fácil empezar a trabajar en otro país?
Sí, claro. Es mucho más fácil ahora, es mucho más fácil darse a conocer. En mi época no había ni blogs ni internet ni nada; la gente te conocía porque te hablaba. Ahora hay un mundo en el que tú te puedes dar a conocer muy rápido, es otro universo. Si existe el networking, conviértete en netcreative, en netarchitect.
Se dice que la arquitectura es muy vocacional, y sin embargo hay muchas sagas. Muchos hijos de nietos de arquitectos.
Pues fíjate, mi hija estudia arquitectura pero no le interesa tanto ser arquitecta. Ella quiere ser escritora, crítica o divulgadora de arquitectura. Eso sí, mis dos hijos han mamado el mundo del arte y como decía mi hijo: «lo único de lo que se habla en nuestra casa es de estética». Entonces claro, mis hijos están cerca del arte; van a exposiciones, conocen objetos, edificios, detalles, artistas, arquitectos.
Lo han respirado.
Cuando iban a casa de algún amigo, yo les preguntaba: «¿Cómo es su casa?», y ellos me contestaban: «Es muy bonita mamá, pero a ti no te gustaría» [risas]. Dicho esto, creo que ninguno de mis hijos ha heredado la creatividad plástica que tengo yo. Ellos son creativos de otra forma, pero yo soy más plástica y creo que lo soy desde muy pequeña, casi desde recién nacida, así que quizá sí es vocacional.
Hace unas semanas, nuestra compañera Patricia Mato-Mora escribía un artículo sobre la supuestamente llamada arquitectura femenina en el que recogía intervenciones más pequeñas y delicadas, a veces mínimas, a veces efímeras; y cómo los estudios de arquitectura donde había planteado un trabajo similar lo habían calificado como arquitectura femenina. ¿Existe la arquitectura femenina?
Sí. Y qué bonito. Seguramente serían estudios convencionales, donde lo que se busca es una arquitectura unisex. Pero sí que existe una arquitectura femenina, porque existe una sensibilidad femenina.
Las mujeres tienen una sensibilidad distinta que esencialmente es más práctica. Saben utilizar mejor las casas. También hay hombres femeninos y mujeres masculinas, pero creo que sí existe una sensibilidad arquitectónica absolutamente femenina. La arquitectura de Zaha Hadid es como ella, es un autorretrato. Kazuyo Sejima; sus obras son ella, están como de puntillas. Carme Pinós, Patricia Urquiola… trabajan como son ellas.
¿Has tenido algún problema en tu trabajo por el hecho de ser mujer?
Pues sí, supongo que sí, aunque también he tenido alguna ventaja. Por ejemplo, no puedo trabajar en ciertos países árabes por el hecho de ser mujer, Argelia, Arabia… Quizás también he tenido límites con determinados contratos a los que no he tenido acceso por ser una mujer pequeña, con mi fisionomía… a lo mejor a la hora de encargarme un aeropuerto se lo han pensado dos veces. Pero creo que no pasa absolutamente nada, haré otros proyectos. Tengo unos límites que son distintos a los que tienen otras personas. Puede que quien tiene un proyecto de aeropuerto no tenga los proyectos de casas que tengo yo, o las sillas o el diseño.
¿Ha cambiado el trato hacia las arquitectas en estos treinta años de carrera que llevas?
No sabría decirte. Yo nunca he tenido la sensación de que se me tratase distinto por ser mujer y no he tenido ningún problema nunca. Siempre me han tratado igual y me he comportado igual.
Eso sí, la arquitectura es una profesión que requiere mucho estudio, pero también mucha práctica, constante, absorbente. Y eso es muy duro para las mujeres. Si quieres hacer arquitectura al pie del cañón, con las botas de goma, tienes que trabajar veinticuatro horas al día, sábado y domingo, trescientos sesenta y cinco días al año.
¿Y respecto a la familia?
Por eso lo digo. Es una tragedia, mira qué familia tengo yo, que vivo en un hotel. No puedes tener familia. Es una profesión antifamilia y antipareja, porque tú estás trabajando como una loca; con crisis, sin crisis. Tienes que atender a clientes, vives en hoteles, en trenes, en aviones. Estás siempre con concursos, que ganas, que pierdes, que ganas, que pierdes. Con un estrés constante siempre, con una responsabilidad enorme siempre. Es una tragedia todo, es una profesión para gente sin familia. Date cuenta de cuántos arquitectos se han separado y se han vuelto a juntar treinta veces. No existen arquitectas buenas con una vida privada de verdad, con hijos y los fines de semana libres.
Es que no puedes, yo trabajo todos los fines de semana. No puedes tener una familia cuando un fin de semana estás en Londres, otro en Dubái y el otro estás trabajando en el estudio.
¿Y eso no es una desventaja respecto a los hombres? Porque el rol del hombre en la sociedad parece que sí le permite «pasar» un poco de la familia.
Sí es una desventaja, pero creo que la responsabilidad es la misma, y la situación familiar nunca es normal.
Vamos a hablar un poco de otra faceta que desarrollas. Has escrito varios libros y das clase en la universidad. ¿Cuál crees que es la labor de los arquitectos como divulgadores de nuestro trabajo y nuestro pensamiento?
Se me ocurre una frase del escritor piamontés Cesare Pavese. Tras su suicidio, se encontró una nota escrita a lápiz que decía: «Perdonadme y os perdonaré». Los arquitectos no somos genios, nos equivocamos como cualquier otra persona, somos personas normales en el mundo; perdonadnos si nos hemos equivocado en algún proyecto. Perdonadme si he hecho algo mal, lo he hecho con la mejor intención, pero soy humano y tengo mis límites. Un catedrático de universidad me dijo una vez algo que me pareció espantoso: «Hay muy pocos arquitectos que no hayan metido la pata alguna vez en su carrera profesional».
No creo que haya ninguno.
Sí, te voy a decir uno: [Konstantin] Melnikov. Apenas construyó su casa y luego se enfadó con el poder y decidió no volver a construir. Si construyes dos edificios seguro que no te equivocas. Le Corbusier, Wright, todos ¿tú crees que todo lo que construyeron era publicable?
¿Crees que, a menudo, los arquitectos hablamos y escribimos solo para arquitectos?
Ha habido un tipo de arquitecto que hablaba solo para arquitectos, pero eran arquitectos que no han construido ni una casita de perro, y esos no me interesan. Son pensadores de arquitectura. Hablan de arquitectura, no hacen arquitectura. Pero hay dos categorías; el que escribe encantado sobre arquitectura y el que lo hace frustrado porque le gustaría haber construido, le gustaría ser arquitecto de verdad. Y estos vienen con el colmillo retorcido, siempre dispuestos a sacar lo malo. A mí no me importa; que hablen de mí aunque lo hagan mal.
Sapone Sapey y Sapore Sapey son probablemente tus libros más conocidos y quizá los más interesantes, porque no son libros estrictamente para arquitectos. ¿Los pensaste desde el principio así?
Es justo lo que quería hacer. Un objeto de deseo, una cosa fácil, con pocas palabras y muy visual, porque la gente ahora no lee nada. Es exactamente el resultado que buscaba.
Un poco como las redes sociales, donde los mensajes son cada vez más cortos y cada vez más visuales.
Creo que estamos volviendo un poco a los jeroglíficos [risas]. Somos escritores de imágenes.
¿Y crees que hay un camino para los arquitectos en las nuevas tecnologías? ¿En las redes sociales? ¿En la comunicación?
Evidentemente. En los blogs, en las webs, en las páginas de diseño. Es un camino interesantísimo. Que se espabilen todos los que se quejan, porque el camino está ahí mismo.
Eres buena cocinera y te gusta cocinar. De hecho, en Sapore Sapey estableces relaciones entre la cocina y el diseño. ¿Cuáles son estas relaciones? ¿Tienes alguna relación que te guste especialmente entre la cocina y la arquitectura?
Pues por ejemplo, este verano, mi hija y yo hemos reescrito el libro de recetas de la familia y he hecho todos los dibujos con el iPad.
¿Tenéis un libro de recetas de la familia?
Sí, es muy divertido. Mira, la cocina tiene ingredientes, como la arquitectura. Y aunque la cocina suele tener ingredientes más variados que la arquitectura, la cocina italiana casi siempre se basa en la harina, el huevo, agua, aceite, tomate…en el momento en el que sabes cuantificar y mezclar estos mismos ingredientes de diferentes maneras, obtienes recetas diferentes. Pues la arquitectura es un poco igual. Tiene casi siempre los mismos materiales: hormigón, madera, acero, vidrio…y es como mezcles, cuantifiques y combines esos materiales, como obtienes distintas arquitecturas.
¿Tienes alguna receta preferida?
Tengo varias, la mermelada de naranja amarga; el risotto, que es mi plato estrella, con tomate, albahaca y aceite de trufa. Y también la crostata, que es la tarta de la familia y me gusta lo que no está escrito. Me la puedo comer entera.
¿Le metes algún tipo de creatividad plástica a tus recetas, o son tradicionales?
Seguramente le pongo alguna cosa especial, porque no soy capaz de no ser plástica, pero si lo hago, no me doy cuenta.
Eres arquitecta, diseñadora, escribes, cocinas… ¿Qué crees que te falta por hacer?
Me gustaría diseñar una bodega de vino. Me gustaría diseñar el parking para un coleccionista de coches, para un coleccionista privado, como un museo de coches. Y también me gustaría diseñar algo con proyecciones, con videoarte, que me gusta muchísimo. Creo que es el camino; el espacio sin construcción. Claro que también me gustaría que me encargasen una vajilla, toda una línea de cocina. O incluso una forma de pasta; unos maccheroni diferentes o unos fusilli diferentes.
Fotografía: Guadalupe de la Vallina
Los arquitectos se creen más importantes incluso que los informáticos, aunque no llegan al extremo de los médicos.
España es un país de paletos porque cierran las tiendas de diseño, dice la andoba. Danos tú el dinero para comprar en ellas y ya ves cómo lo hacíamos encantados.
Ni que el buen gusto estuviese reñido con el dinero…
Quien dice tiendas de diseño dice cultura en general, y cultura la hay cara y barata.
Tú, desde luego, eres un auténtico paleto/a, eso seguro. A ver si te culturizas un poco y aprendes algo sobre la vida. Lo ideal sería que estudiaras arquitectura, y medicina, claro, pero como no creo que estés capacitado/a confórmate con leer algo, aunque sea Las Ratas, de Delibes, por poner un ejemplo. También puedes ir al Prado a ver Las Meninas y te vas culturizando. Luego vete a ver la basílica Sta. María del Mar, en Barcelona. Y así sucesivamente hasta que estés en condiciones de opinar sin decir estupideces.
«Es como la moda; si eres Prada, no eres Chanel o Armani. »
Algunos con ser de primark y decathlon nos damos con una piedra en los dientes. No niego que esta señora pueda ser interesante de leer para quien este en el mundillo, pero la criminal desconexión con la realidad que arrastra (como todos los arquitectos) y su mundo interno de chorradas de arquitecto (lo de los aparcamientos me ha matado) han hecho la entrevista muy dura y aburrida de leer para un servidor
«Desconexión con la realidad, será con su realidad, por vestir de una marca, que no ha dicho que las vista…. Ni que se hubiese metido con los que compran en Primark, que motivos hay!
«Pues por ejemplo, este verano, mi hija y yo hemos reescrito el libro de recetas de la familia y he hecho todos los dibujos con el iPad»
¿Verdad que esta mujer no existe? ¿Verdad que esta supuesta entrevista es una parodia?
¿Qué tiene de malo dibujar en un ipad? ¿Por qué no puede hacer un libro de recetas? ¿Qué es lo que ve usted mal en esa frase? ¿Le da envidia lo del ipad o lo de que esta señora cocine? No le entiendo.
Pues sí, es envidia. Qué perspicaz observador de la naturaleza humana está usted hecho.
¡Pero es que ha de ser tan divino dibujar en un IPad y poder coleccionar mis coches en un parking diseñado por alguien que también dibuja en un IPad!
Ya me queda claro que sí, que es envidia.
Pero bueno, Alcántara… la entrevista a esta moza, ¿ se la ha hecho Pedro Torrijos o se la ha hecho usted?
Es que no entiendo como se puede criticar a una mujer por dónde le dé la gana de dibujar. No lo entiendo
Leer la entrevista a Gárate y luego la de esta tipa. Dios mío…
Pingback: Teresa Sapey: “Hay arquitectura que penetra y arquitectura penetrante” | ArteLaser21
Creo que se olvida del parking del edificio Illa Diagonal en Barcelona que en 1993 ya contemplaba muchos de los conceptos que ella ha mejorado.
«Los arquitectos no somos genios…» pero yo sí.Son mas peligrosos que los abogados.
Por favor, esta señora es como es, a algunos les parecerá bien y a otros mal (y mi me parece tirando a ridícula), pero el que sea arquitecta resulta totalmente secundario. No nos vayamos a creer ahora, que porque esta señora sea así, como es arquitecta, todos los arquitectos son así, porque ni mucho menos, eso es una falacia lógica de primer orden…
¿cual es la razon que puede llevar a jotdown a creer que esta persona tiene algo interesante que decir?
aburrida hasta la saciedad y snob hasta el vomito
Pues a mí me parece cojonuda. Así, con todas las letras. Para que planifique el parking el constructor de turno, mal señalizado, con coches separados 30 centímetros, que los haga esta tipa, como vds dicen.
Lo que pasa es que a algunas personas les molesta que haya otras que tengan mas dinero, mas gusto, mas estudios, mas todo que ellos. Es como aquel artículo de arte de hace un tiempo… como no lo entiendo, pues una bazofia.
Pero que pueblerinos somos…
Hace tiempo que muchos arquitectos se dieron cuenta de que verdadero negocio es lo intangible, el prestigio de marca, el diseño, el arte, aquello cuyo valor depende de lo que el comprador esté dispuesto a pagar. Aprovecho el símil que hace la propia entrevistada, hay una arquitectura de «Zara» y otra de «Versace». Esta mujer se encarama como puede a esa segunda especie de arquitectos que venden arte, color, tipografía… Por eso trabaja en Arco, por eso se aventura con los libros de cocina, por eso habla de interiorismo y de costura. Así visten su profesión para que sus compradores paguen mucho más por sus obras que por las de cualquier otro. Por supuesto en sus estudios contratan (o deberían contratar) expertos en los campos en los que no hay nada que rascar, por ejemplo el saneamiento, el cálculo de la estructura, la climatización… Ellos no cobran tanto, no viven en un hotel, no son tan importantes y claro no merecen ni que se les nombre en una entrevista como esta pero pese a todo están ahí. Yo no me rasgo las vestiduras porque ayuntamientos o grandes empresas contraten a estos «artitectos», al fin y al cabo tienen el respaldo de sus votantes y de sus consejos de administración. El prestigio se gana para venderlo, no nos engañemos.
Me mató lo de la navidad atea y apolítica…..no abundaré en el titular de la entrevista, por obvio en su estultez.
«Los arquitectos no somos genios, nos equivocamos como cualquier otra persona». Me alegra saberlo.
Después de haber depuesto (me niego a emplear el verbo proyectar o construir) el parking de la plaza de Vazquez de Mella, con goteras y humedades, despidió malamente a sus empleados algunos de los cuales la han denunciado. Pero sigue la elementa creyñendose una mezcla de Zaha y Cocó Chanel. Pobrecica.
Como arquitecta diré que esta mujer es una absoluta impresentable. Hace tiempo salió una oferta de trabajo para su estudio, publicada por el Colegio de Arquitectos de Madrid en la que enumeraba una serie de requisitos que solo un catedrático con mucha experiencia podría cumplir….y prometía un sueldo de mierda, de unos 1200 euros al mes.
Es una snob de libro, un «quiero y no puedo» y lo sabe. Lo que no entiendo es por qué en JotDown le hacen una entrevista habiendo tan buenos profesionales por ahí y que tienen mucho más que aportar que esta señora. Lo único que hace es devaluar nuestra profesión dando una imagen de frivolidad que no se corresponde con la realidad. Y vamos, decir que no existen arquitectas buenas con una vida privada de verdad es no saber mirarse más que su ombligo.
De verdad, a los no arquitectos que habéis leído esta entrevistas, por favor, ni se os ocurra pensar que todos somos así. Así solo son 4 estrellitas que viven en su mundo de Prada y Versace. El resto somos curritos que nos matamos a currar por un sueldo que no da ni para un alquiler. Eso el que cobra.
No tengo el «honor» de conocer su trabajo profesional. Pero en lo personal, es de la generación de los «espabilados». De verdad nadie se acuerda de ésto?:
http://nmas1.wordpress.com/2011/11/28/poner-la-cama/
No me leo un walloftext procedente de esa boca ni harto de vino.
Soy arquitecto y creo q si. Tengo ese síndrome del medico. También soy de los que me quejo de lo difícil q está la profesión y no digo ya ejercerla como se supone q deberíamos según nos enseñaron en la escuela. Reconozco q en partes de esta entrevista he sentido rechazo por lo q declaraba la entrevistada. Tener q elegir entre Siza o H&dM es una soberana tontería. Seguramente merece muchas de las criticas q algunos de este foro le dedican. Pero yo reconozco q también me da envidia cochina por haber sido capaz de ejercer la profesión con la libertad y medios q yo no he podido. Y reconozco q me quejo mucho y echo muchas culpas a lo ajeno y luego yo hago muy poco. Por falta de estomago complejo o cobardía nose,pero es asi.
Dentro de poco entrevistareis a Joaquin Torres…porque esta casi se le acerca al nivel del «Freak-Arquitecto-de Salvame» no le falta mucho, a mi parecer…