La teoría era sencilla: el periodismo digital es el periodismo de siempre en internet. Los medios tradicionales hacen ese periodismo de siempre. Un grupo de periodistas escogen y empaquetan cien cápsulas de información cada día ordenadas por importancia y su empresa las vende en papel: es la actualidad, lo que hay que saber. El periodismo digital hacía eso con dos diferencias: más rápido y sin papel.
Este periodismo hecho así es imprescindible para salvar la democracia. También es el guardián de nuestras libertades. Pero el periodismo es solo contar qué ocurre. Quizá los ciudadanos necesitan menos abalorios: con saber —¡y entender!— qué pasa es suficiente. Varios movimientos empresariales —creación o ampliación de medios digitales y fichajes de periodistas— en las últimas semanas en Estados Unidos marcan un camino que puede llevar a un periodismo distinto. Aquí lo cuento en ocho puntos:
1. Las noticias están sobrevaloradas. Las noticias tienen dos problemas. Primero, «la obligación de la novedad», según lo ha llamado el célebre blogger de veintinueve años Ezra Klein. ¿Por qué es tan importante lo que pasó ayer? Si alguien llega tarde a una información compleja, la estricta novedad no le informa. ¿Qué importa qué dice un político si no sabemos quién puede tener más razón sobre el mercado laboral o las balanzas fiscales? La noticia solo ayuda a saber lo último que ha pasado, no lo que ocurre. Para los periodistas es más fácil contar lo último; si el lector no comprende el contexto, que se apañe.
Segundo, la importancia de las noticias en el mundo de las redes sociales es ridícula. Hace un par de años, decir que Twitter —o Facebook, o Instagram, o Menéame— servía para lo mismo que un periódico era original. Ahora empieza a ser un tópico. El problema de los medios tradicionales es que en esa batalla pierden. Así lo describen aquí:
El feed [pantalla principal] de Facebook es quizá el espejo más sofisticado del mundo de las preferencias de los lectores —y está bastante claro que las noticias no son una de ellas.
Aquí hay otra versión:
Las historias que uno comparte con sus amigos no coinciden perfectamente con las que producen las viejas organizaciones informativas.
Las noticias no abanderan el camino hacia el futuro. Pero hay dos tipos de noticias que aún se imponen: las noticias bomba —un atentado, muere Philip Seymour Hoffman— y las exclusivas. Son cartuchos sueltos. No es necesario un periódico entero de relleno.
Hay algo más valioso que las noticias: la comprensión. Muchos ciudadanos quieren aún saber qué pasa y por qué pasa. Por eso el periodismo resiste, pero hay formatos mejores.
2. El empaquetado tiene menos valor. Si las noticias por sí solas se hunden, ¿quizá el empaquetado de un centenar puede hacer sobrevivir a los periódicos? De nuevo, hay dos problemas. Primero, ¿por qué tengo que pagar por la sosa sección de cultura y los programas de la tele si lo único que quiero es saber cómo va el Real Madrid? El argumento a favor del menú diario era que informar sobre asuntos que interesan poco a todos los ciudadanos es un servicio cívico y público. Pero esta teoría presupone que quien toca un periódico lo lee —y se entera de lo que pone— de cabo a rabo. Hay que dejar de soñar.
Segundo, las marcas peligran. Un periódico, dicen los nostálgicos, es una mirada al mundo, es ofrecer unas gafas al lector. Ahora las gafas —quien las quiera— se las busca. La confianza en las marca se diluye. Ha pasado en todos los sectores: a falta de información, los consumidores se fiaban de las marcas que les habían dado buen servicio. Ahora los consumidores tienen todas las opiniones a mano, ¿por qué dejar que solo un medio controle su percepción de la realidad? Ya no tienen el monopolio de la información.
Si las noticias y los paquetes se agotan, ¿qué pasará? Que las empresas de medios que no sepan adaptarse, desaparecerán. En España hay unas cuantas. Pero ese es otro tema.
3. Del orden por secciones a pensar en métodos. Las famosas secciones también sufren. Los medios digitales que surgen no intentan cubrir toda la información, todas las secciones. Muchos nuevos medios se organizan en modos de tratar la información: datos, vídeos, fragmentos para móviles (Circa), titulares atractivos. El tema importa menos. Las historias mandan —si ocurre en Egipto, si es de deportes o ciencia— y el modo de ofrecerlas ya no debe ser solo el texto.
4. La marca personal también se queda pequeña. Este paso a métodos hace que las nuevas empresas digitales se estructuren más en «verticales»—profundizar en método o tema— en lugar de «horizontales»—abarcar todas las secciones. También es más barato. Hace un par de años se llevaba mucho la marca de los periodistas. Pero casi todos los que pueden ser una dejan de hacer solo piezas para dar paso a medios verticales: Silver, Klein, Pogue, Greenwald. Es una mirada al mundo, menos extensa pero más honda.
La mejor prueba de que su labor era buena es que los medios donde estaban tratan de crear el mismo tipo de oferta con otros nombres. Los medios horizontales en papel crean verticales en web. Al New York Times el truco le puede salir bien. Pero hay pocos medios con la capacidad y agilidad del Times.
5. De las búsquedas a la atención. El periodismo en internet era el hermano tonto del periodismo de siempre. Había que sumar visitas fuera como fuera: valían los culos, valían los vídeos tontos, valían los titulares que acertaran con las palabras que los usuarios iban a poner en Google (el famoso SEO, Search Engine Optimization). El Huffington Post americano acertaba cada año con uno de los más ridículos: «¿A qué hora empieza la Superbowl?». La cuarta «noticia» más buscada en 2013 fue esta también del HuffPost: «Rondas del torneo universitario de baloncesto PARA IMPRIMIR».
El periodismo serio del papel despreciaba estos trucos. Pero el periodismo digital se ha hecho mayor. Las búsquedas de momento se mantienen, pero crece la importancia de compartir en las redes sociales —ya no valen solo los clics. Esta tendencia lleva ahora a una variable que va más allá de las visitas: el tiempo de atención. La web Upworthy ha desarrollado un modo de saber gracias a los movimientos del ratón, de las pestañas abiertas, el tiempo que se dedica a leer una página. Han descubierto que no es lo mismo clics, retuits o likes que atención —que es más valiosa. El periodismo de papel nunca pudo medir algo así. Vivía en el limbo de los que no quieren saber.
6. La extensión es la justa. Las noticias en papel tenían una extensión. En otro nuevo medio web, Quarz, han comprobado que los textos que funcionan bien deben tener menos de quinientas palabras o más de ochocientas. El motivo es sencillo: lo que no puede decirse en tres o cuatro párrafos necesita de una profundidad que supera las ochocientas palabras. (Este artículo tiene mil quinientas ochenta y cinco palabras).
El problema para los medios es que la mayoría de páginas de periódico tienen esa medida tibia que va de las quinientas a las ochocientas palabras. Hace unos días escribí este detalle en Twitter. Marc Bassets, corresponsal de La Vanguardia en Washington, me mandó esta frase del periodista David Halberstam. Cuando estaba en Varsovia, un comunicado del New York Times, pedía a los corresponsales que escribieran crónicas de seiscientas palabras. Halberstam respondió:
Solo hay dos tipos de historias en el mundo: las que no me preocupan como para escribir seiscientas palabras, y de las que me gustaría escribir muchas más. Pero no hay nada de lo que quiera escribir exactamente seiscientas palabras.
La libertad en la extensión, desde Twitter a las historias de veinte mil palabras, es básica en internet. Los periódicos tienen corsé.
7. Los géneros tiemblan. Soy profesor de géneros periodísticos en un par de universidades de Barcelona. Me gusta la asignatura porque es un modo de aprender a escribir información. Pero este otro corsé del periodismo impreso —el pacato uso del yo, la inútil devoción por la objetividad— es otra cosa del pasado. Los géneros sirven como guía, pero hay que imaginarlos como países sin fronteras.
8. La publicidad será distinta. Internet no solo ha traído novedades para el periodismo. El marketing y la publicidad tienen nuevas maneras de llegar al consumidor. Los medios tienen aún una plataforma extraordinaria, pero cada vez más reducida.
Los clics, decía arriba, son una medida mediocre de medir la atención. Es como quien pasa páginas en un periódico sin apenas mirar el contenido. Esta tendencia perjudica a los banners. Las marcas tradicionales sufren ahora más por su imagen. Los medios pueden ayudar con más que con simples banners. Cada vez hay más maneras de colaborar y de financiar proyectos, no solo en nuevos medios, también en el New York Times y en el Guardian. Hay que empezar a pensar distinto.
Así se vive ya el periodismo en otros países. Los periodistas tienen más opciones que sus antiguas empresas. La oportunidad está para aprovecharla: «Hay una audiencia enorme ahí fuera que quiera consumir información sin ir a una publicación específica cada día, en un momento dado, sino encontrando el periodismo a través de canales que no se controlan pero que se pueden manipular y aprovechar [Google, las redes sociales]», dicen.
Mientras, en España los periódicos hablan de piratas en internet. La tasa Google podría servir para pagar los finiquitos de los propietarios de los medios españoles. No el de los periodistas.
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En alguna universidad deberia estudiarse la incapacidad de la industria española para adaptarse a nuevas formas de negocios ( Prensa, discográficas, partidos políticos, industrias energeticas… ), siempre se recurre a la proteccion de Papa estado hasta limites absurdos o ilegales, parece que forme parte de nuestra indiosincrasia el hacer oidos sordos al futuro
«la inútil devoción por la objetividad» dice. Esto claro, en el actual modelo periodístico, tanto en papel como no en papel. Lo que lleva a la situación que se describe tan bien en el artículo, un periodismo hueco -«El tema importa menos», se dice-, simplificado, para que la plebe, zafia, inculta, analfabeta funcional, atomizada por el individualismo subjetivista de las «opiniones», lo entienda.
¿Esto es mejor que lo de antes? sí, para vender y ganar dinero más y mejor acorde con los tiempos. O sea, el periodismo como mera tecnología, que va evolucionando según las herramientas, y por supuesto, como moda, esclavo de la estética de turno.
Esto entiendo del artículo
corrección:
«en el actual modelo periodístico, tanto en papel como no en papel» quería decir que precisamente lo de la inútil devoción por la objetividad brilla por su ausencia. Y esto, que parece que al articulista le parece malo, a mí me parece trágico.
Es el apartado menos desarrollado y quizás cae en el mismo defecto que critica. La crítica al control del uso del yo y a esa «inútil vocación objetiva» no menosprecia la intención de ofrecer una visión completa ni anima al egocentrismo o la parcialidad. La objetividad es, como los géneros, una guía, un ideal.
El problema surge cuando se trata de identificar con una práctica concreta: exiliar el yo de tus artículos no garantiza objetividad; tampoco la imparcialidad es el empleo de eufemismos que evitan connotaciones políticas, ni la equidistancia entre posturas en conflicto per se, en especial si se obvian los fundamentos de los que parten esas posturas.
Esa actitud periodística es la que lleva al corsé. Un corsé lingüístico en el caso de la prensa escrita, que trabaja con la palabra como materia prima. Pero que va más allá. Revela ineptitud. No lleva pocos siglos el debate epistemológico como para que un becario con un par de declaraciones de rueda de prensa pueda contarte qué es la «realidad objetiva». También revela una tremenda falta de honestidad: sobre las capacidades del propio periodista, que no deja de ser una persona corriente; y sobre esa perversa relación con la tarea de representar la realidad, que no se pretende con mucha intensidad pero sí se finge.
Esa información no es hueca por simple, sino por inocua, porque no tiene efectos sobre la realidad -cómo va a tenerlos, si no dice nada de ella-. La información encorsetada se convierte en mera propaganda.
¿Es mejor? Relativo. Desde luego, ofrece muchas más posibildades pero luego hay que saber utilizarlas bien > http://cestadepatos.wordpress.com/category/periodismo/
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¿Por qué es tan importante lo que pasó ayer? ¿Por qué tengo que pasar por la sección de cultura? Estas preguntas que podrían atribuirse a cualquier Belén Esteban de la vida, las hace un periodista, y no sólo eso, un profesor de periodismo.
Pues estimado Colomé, la respuesta es que saber lo que ocurre en el mundo y leer de cosas que no son de nuestra afición, de nuestro sector profesional o de nuestra región nos ayuda a saber dónde vivimos, qué ocurre, a buscar soluciones comunes. a expandir nuestros conocimientos, a adentrarnos en otros territorios que de lo contrario no exploraríamos, a adquirir nuevas habilidades, aficiones, culturas, etc. A lo mejor a una gran mayoría de la población no le interesa lo que ocurre en Venezuela o en Ucrania, y pasan página del periódico, pero a lo mejor a alguno le llama la atención una foto, o ve a un joven de su edad, y se pone a leer y se da cuenta que hay problemas comunes en esos países y en el nuestro, y que resulta que no somos un país tan avanzado. O a lo mejor un chaval suele pasar la sección de Cultura «porque es muy sosa» pero un día ve que se anuncia un concierto de jazz, y el otro día escuchó una canción que le gustó y le dijeron que era Jazz y se anima o ve una exposición que le atrae. Y eso se llama cultura general, se llama «tener mundo», tener inquietudes… Que se puede hacer en digital, en papel o en lo que sea, pero hay que promoverlo, hay que educarlo, hay que inculcarlo. Porque si no tendremos grandes profesionales hiperespecializados en sus campos y que leen asiduamente publicaciones sectoriales, pero que serán grandes analfabetos funcionales en geografía, en literatura, en música, en relaciones internacionales, e incapaces de mantener una conversación y de opinar más allá de sus intereses y sus profesiones.
Esto que es tan básico, que se llama adquirir y tener cultura general, parece que últimamente no lo enseñan en las facultades. Y viendo profesores como Colomé, pues no me extraña.
Pd. Lleva varias semanas vendiéndonos su producto, y la verdad, se hace ya bastante cansino.
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» El periodismo digital hacía eso con dos diferencias: más rápido y sin papel.»
Entonces, JOTDOWN no es buen periodismo digital porque lo editáis en papel también.
Confusa lucha por sobrevivir en el negocio de la prensa.
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Este tío tan listo debería dejar las clases y montar una empresa periodística.
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yo lo único que digo ya que mi ataque furibundo ha sido censurado, es que ahora y mas calmado puedo concluir que no me interesa nada lo que este hombre tiene que contarme y a pesar de ello lo ha contado y a pesar de ello lo he leído, lo que nos invalida a ambos dentro de este su teoría publicitaria….gracias por la educación recibida…por la censura digo…es justo….pido mis mas sinceras disculpas
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Yo tengo la esperanza de que la gente vuelva a pagar, pero no a medios tradicionales, sino a nuevos medios. Sin embargo, Colomé, aunque me gusta tu trabajo, no estoy a favor de tu visión. Me entristece, porque significa que el periodismo pierde su valor como lugar al que acudes para estar informado de algún tema, se acaba reduciendo todo a opinión. No me gusta.
Se pueden discutir varios de los subtemas que abre este artículo —aún estando yo de acuerdo con la mayoría de lo que acá se dice—, pero me parece que el fondo de la cuestión es cómo se pasa de un periodismo servicial al poder, que aspira a ser uno más de los poderosos (léase el cuarto poder) a ver qué pasa cuando el periodismo está al servicio de las grandes masas, donde la cuestión del poder es relativa, relativizándose todo. Es esa relativización es la que me parece está muy bien expuesta acá. ¿Es mejor o peor? Todo depende. Por mi parte pienso que las actuales tecnologías dan espacio para una mayor libertad y por consecuencia igualdad de participación. Eso hace que este mismo comentario o los que me anteceden, o este mismo post —o un medio digital—, tenga la misma posibilidad de ser leído que alguno que (ni sabemos cuál), apareció el en New York Times. Algo de bueno debe tener eso.
Esta imagen es el registro de un pasado que hoy representa los nodos de las redes. El tema de Colomé seduce, tiene una lectura desgarrante y real, porque el momento actual nos exige ser competentes en revolucionar la trilogia del proceso de comunicación casi como en una contienda deportiva cualquiera; todos somos emisores y el receptor de hoy es más audas para la multiplicación de la información. Se requiere mayor prudencia para comunicarnos y prepararnos en la prevención y en la educación mediática.
Muy interesante, Jordi. Creo, sin embargo, que has pasado por alto un par de cosas fundamentales que han mutado los medios digitales: uno, que la red trastoca el concepto clásico de autoría y autoridad, que los grandes medios tenían controlado; y dos, que los nuevos soportes exigen también nuevas formas de leer y, por tanto, transforman los contenidos a la larga. Comparto lo que escribí sobre el tema en mi blog para quien le interese. Un saludo,
http://www.elvarapalo.com/radiaciones/nuevos-soportes-nuevos-medios-nuevas-audiencias.html
No creo que Jordi esté defendiendo el periodismo digital porque sí sino que constata la realidad actual. La prensa escrita no puede luchar contra determinadas realidades que aporta la prensa digital y no puede dar respuesta a la realidad que representa las redes sociales y internet. La prensa escrita sólo perdurará si consigue fidelizar a su público con buenos profesionales, que escriban reportajes que superen la rabiosa actualidad y si cuenta con multiplataformas digitales que complementen la información del papel en los diversos dispositivos tecnológicos.
Me interesa mucho, del argumentario expuesto por Jordi, el tema de la nueva manera de contar la audiencia por tiempo y no por cliks, porque creo que es lo realmente importante. Si alguien entra en un diario digital y «se queda», lee sus páginas, pasa de un artículo a otro, está 15 – 17 minutos, es un éxito de sus redactores!.
Un dia de estos escribiré un artículo en mi blog con los mismos datos que escribí hace unos días sobre audiencias pero con los criterios que plantea Jordi. Se me ocurre que habrá sorpresas agradables…
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