El día que llegamos a Literanta, a primera hora, no está aún ninguno de los dueños: no está Sergio González, no está otro de los socios —son tres— que «nunca está aquí», Antonio Sureda; no ha llegado aún Marina P. de Cabo… Huele a cruasán recién hecho, a zumo de naranja, a libro. La luz del jardín interior empapa toda la librería, cálida, optimista; se está francamente bien: es uno de esos sitios donde se acaba quedando un rato el paseante, a ello invita el lugar, incluso al que va con prisas. La luz de Literanta te arropa, te sientas, te pones a leer. Es lo natural hacerlo así.
Se concibe, desde su inicio, como cafetería librería. «Antes de abrir nosotros las librerías eran asépticas, frías, con los cuatro bestsellers», explica la librera. Acaba casi que de llegar, y se sienta por fin conmigo. Marina, aventuro, no hace nada de forma precipitada, usa el tiempo tal como viene, sin detenerse, sin intentar tampoco alcanzarlo dándose mucha prisa. Para qué. Sospecho que domina el presente, que ha sabido domesticarlo, cómo usarlo en beneficio propio, burlarlo instalándose en él. «Se planteó —explica, sobre el proyecto original— como una librería de fondo que pudiera ofrecer algo más. Abajo tenemos un espacio dedicado a hacer presentaciones, cursos, talleres. No paramos de organizar actividades en torno a la librería, queremos y procuramos mantenerla viva, llena. La clave para mantenerse, para sobrevivir como libreros, es ofrecer al potencial consumidor de libros cosas diversas, algo nuevo, despertar la curiosidad, hacer que vengan no solo a comprar, que darse una vuelta por aquí sea un complemento a la mera transacción, un valor añadido».
El jardín es espectacular, una presencia importante, definitiva. Literanta sería muy diferente, sería otra cosa, sin ese rincón al que no es posible acceder desde la librería y que preside e ilumina todo el espacio a través de los dos enormes vanos que se abrieron, precisamente, para conseguir ese efecto, para integrarlo de forma completa, radical: «Es un rincón que no puedes ver desde la calle, está escondido aquí. Plantas preciosas; es una maravilla».
Cuando le preguntamos por la parroquia, por cómo es la gente que va por allí, se ríe, recuerda una petición muy particular: «No es exactamente el tipo de libro que tenemos nosotros; un señor llegó hasta el mostrador donde yo estaba y me preguntó: “¿Tienes Conversaciones con Dios?”. No acerté a contestar, qué podía decir». Nos reímos y lo comentamos, la cantidad de anécdotas de todo tipo que te deja el trabajar de cara al público. «De un lado —contestando a la pregunta— te encuentras con el perfil de un hombre de unos cincuenta años, serio, reflexivo, que compra ensayo, libros de filosofía, sociología; de otro, la señora también de mediana edad, la típica lectora de Impedimenta. Aquí vendemos sus libros como churros. Ellos lo han hecho muy bien, y nosotros tenemos el público al que van dirigidos sus libros, señoras que quieren algo de calidad, sí, pero entretenerse, pasar el rato. Y luego tenemos una serie de clientes más jóvenes, más inquietos, que también es muy interesante».
Por Literanta han pasado desde Agustín Fernández Mallo a Lorenzo Silva o Patty Smith: «Fue hace unos años, estuvo firmando uno de sus libros, Éramos unos niños, coincidiendo con un concierto que dio aquí. Es un encanto, bellísima. La librería se colapsó. Tuvo una paciencia, con fotógrafos que la atosigaban… estuvo tres horas firmando, con una enorme sonrisa, encantadora con todo el mundo».
Al preguntarle sobre qué lee, qué recomendaría, se muestra cauta: «Hay muchas cosas que leo que sé que no puedo recomendar. Me gusta un poco de todo, desde Foster Wallace a Virginia Wolf, Dostoyevski me encanta, los rusos suelen gustarme mucho, Gógol. Son infinitos». [Es la primera vez que salen los rusos a colación en las librerías de esta serie, pienso según voy transcribiendo las palabras de Marina. Esto va a ser influencia de Nevsky, seguro, de alguna forma]. «Hay un libro, de Gallonero, sobre la librera de La Maison des Amis des Livres, Adrien Monnier, que es una gozada. Un libro muy interesante, en un periodo súper convulso. No son textos nada pedantes, fue una pionera como librera. Muy recomendable». Se refiere al título Rue de l’Odeon. La mítica librería abrió sus puertas en 1915. Creo que es el broche perfecto para acabar, el recuerdo de una librera que hizo escuela, una lectura emocionante y actual. Gracias, Marina.
Fotografía: José Amengual Ramis
Que vuelva lateralvisión!!!
Hola Manuel. Uno de los chicos que estaban detrás de Lateralvisión me comentó que este año volverían a editarla. O algo muy parecido. Paciencia, pues.
Preciosa librería. Me encanta ir a buscar cositas peculiares.
me gusta leer y soy de palma pero tengo un problema: no soporto la presencia de snobs y en literanta esta lleno.
¿Para cuándo una entrada sobre la librería «La fugitiva», en Madrid? Un saludo.
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Muy bonita librería, lo que me sorprende es que esta chica hable de esta librería como si la hubiera abierto ella…Es infantil y ridículo que se pongan méritos que no son suyos. Esta librería es obra e idea de la del dueño de Babel, otra bonita librería, ambas se diferencias mucho del resto y se nota la mano del autor. Buena idea no cambiar en nada cuando se fue. Felicidades a ambas.
Javier, somos muchos los que volvimos a Literanta al saber que tu amigo dejó la librería.Está claro que se respira otro ambiente sin él. Me acuerdo que yo pasaba por delante y si lo veía ni entraba, ¿para qué? ¿Para que me perdone la vida por no haberme comprado el súper libro de 100€? ¿Para que me persiga por la librería como si le fuese a robar? No te equivoques, una cosa es poner la pasta y dar órdenes y otra currar, quizás sea idea de tu amigo pero no obra, ¿acaso pintó las paredes? ¿Fichó los libros? Me da que no.
Super mario Bros, no tienes ni idea. Jose Luis no sólo hizo el la libreria, sino que trajo las más importantes editoriales a la isla que antes no venían.
Se ocupó de TODO, desde el color, del suelo, desde las fotos colgadas en la pared o las firmas o abrir al jardín.Por cierto colocó uno a uno los 30.000 libros.
Hay millones de libros, un buen librero es que los sabe escoger. Literanta es obra de un sólo hombre, de un gran trabajo, dedicación y esfuerzo. De alguien que de verdad sabe de libros porque los lee y los respeta.
Otra cosa es su carácter que en eso no entro si te cae bien o mal, pero al César lo que es del César.
Acaso crees que fueron los que quedan lo que hicieron literanta?, NO, esos no tenian ni idea de libros. Y lo mejor que hicieron es seguir la línea que dejo Jose Luis.