He dispuesto —y haré fusilar a todo aquél que pronuncie la menor crítica— que el objetivo de la guerra sea no ya alcanzar líneas concretas, sino la aniquilación física del enemigo. Por tanto, he puesto en situación de combate a mis formaciones de la calavera SS Totenkopf-Standarten, por el momento solo en el Este, con la orden de enviar a la muerte de forma implacable e inmisericorde a todo hombre, mujer y niño de origen y lengua polacos (…) Polonia será despoblada y colonizada por alemanes. (Hitler, 22 de agosto de 1939)
Los rusos han ordenado una guerra de guerrillas detrás de nuestras líneas. Esta guerra de guerrillas presenta una ventaja: nos brinda la posibilidad de exterminar todo aquello que se nos ponga por delante” (Hitler, 16 de julio de 1941)
La Segunda Guerra Mundial movilizó a más de cien millones de soldados de casi todos los países del mundo, causó la muerte a unos sesenta millones de personas y alteró extraordinariamente a lo largo de todo el planeta las fronteras, la economía, la política, la tecnología e incluso el clima. Pero fue el llamado Frente Oriental el que acaparó casi todos los recursos y las víctimas. Por sus motivaciones raciales, imperialistas e ideológicas, la conquista alemana de Polonia y el posterior enfrentamiento con la Unión Soviética acabaron convirtiéndose en una guerra de exterminio de una crueldad inigualable. Como diría el mariscal al mando del 6º Ejército alemán «el soldado en el espacio oriental no es solo un combatiente según el arte de la guerra, sino también el portador de una idea de Pueblo».
A comienzos del siglo XX, ya rondaba por algunas cabezas alemanas la idea de que su país necesitaba expandir sus territorios, un Lebensraum o «espacio vital alemán» que se encontraría al este. Quien más contribuyó a dar forma al concepto fue el geógrafo Karl Haushofer. Uno de cuyos alumnos, llamado Rudolf Hess, transmitió la idea al líder del pequeño partido en el que militaba, un tal Adolf Hitler, quien la recogió y amplió en un libro que el propio Hess le ayudó a redactar mientras ambos estaban en la cárcel en el año 1924. En el capítulo catorce del Mein Kampf, titulado «Orientación política hacia el este» podemos leer:
La política exterior del Estado racista, tiene que asegurar a la raza que abarca ese Estado, los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una relación natural, vital y sana, entre la densidad y el aumento de la población, por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita, por otro. Solo un territorio suficientemente amplio, puede garantizar a un pueblo la libertad de su vida. (…) El movimiento nacionalsocialista tiene que imponerse la misión de subsanar la desproporción existente entre la densidad de nuestra población y la extensión de nuestra superficie territorial. (…) Y esta es la única acción que ante Dios y nuestra posteridad alemana puede justificar un sacrificio de sangre.
Como vemos ya iba mostrando sus intenciones. Y por si alguien aún no se daba por aludido, continúa:
El coloso del Este está maduro para el derrumbamiento. Y el fin de la dominación judaica en Rusia, será al mismo tiempo, el fin de Rusia como Estado. Estamos predestinados a ser testigos de una catástrofe que constituirá la prueba más formidable para la verdad de nuestra teoría racista.
El caso es que la idea caló muy hondo en él e iría repitiéndola con variaciones a lo largo de los años. Admiraba al Imperio Británico y quería que Alemania también tuviera su India, aunque no en otro continente sino en la propia Europa. En sus discursos fantaseaba con colonos alemanes que eliminarían o esclavizarían a los untermensch o subhumanos eslavos en los territorios conquistados:
El colono alemán vivirá en granjas espléndidas, espaciosas. Las fuerzas armadas alemanas se alojarán en edificios suntuosos, los gobernadores en palacios (…) Alrededor de la ciudad, en una extensión de entre treinta y cuarenta kilómetros, tendremos un cinturón de aldeas magníficas conectadas mediante las mejores carreteras. Lo que exista más allá será otro mundo, en el cual pensamos dejar vivir a los rusos a su antojo. Simplemente es necesario que mandemos sobre ellos. En caso de que se produzca una revolución, bastará únicamente con que arrojemos unas cuantas bombas sobre sus ciudades y el episodio quedará zanjado.
Era una visión idílica en la que a veces las carreteras eran sustituidas por trenes de alta velocidad y dos plantas desde las que admirar los paisajes, los nuevos territorios proveerían de inmensos recursos agrícolas y minerales, convirtiendo al Tercer Reich en la mayor potencia euroasiática. Flanqueado al oeste por los países europeos subordinados a él, y por el este un estado satélite en Siberia. El siguiente paso del gran imperio alemán sería disputar la hegemonía mundial a Estados Unidos y, finalmente, perdurar durante mil años. Como suele ocurrir con las utopías siempre hay un lado menos amable, que en este caso se traducía en que —según el Plan General para el Este desarrollado por Heinrich Himmler— habría que matar o expulsar a unos treinta millones de personas según criterios raciales. Esta última parte sí acabaría haciéndose realidad, como veremos.
La invasión de Polonia
Con el pacto del 23 de agosto de 1939 entre Alemania y la Unión Soviética a los polacos se les iba a venir el mundo encima. Tras el fulminante reparto de su país entre la Wehrmacht y el Ejército Rojo, la población civil polaca quedaba bien bajo el control de estos últimos, que deportaron a aproximadamente un millón y medio de personas y realizaron matanzas como la del Bosque de Katyn —donde la policía soviética ejecutó a unos veintiún mil sospechosos— o por el contrario tuvieron mala suerte y quedaron bajo el control del Tercer Reich. Con ellos comenzaría a poner en práctica su plan para el este de colonización y depuración racial.
Dado que un 10% de la población polaca era judía, y la gran mayoría restante, eslava, a ojos del nazismo no había razón alguna para conservar nada de lo que encontrasen allí. Varsovia acabaría arrasada casi por completo, así como buena parte de los monumentos del país. Se cerraron las universidades, bibliotecas y escuelas y se quemaron sus libros. Como dijo el gobernador general de los territorios polacos ocupados Hans Frank: «Para los polacos las únicas oportunidades educativas permitidas serán aquellas que les muestren su falta de destino racial». La Oficina Central para la Raza y el Asentamiento llevaría a cabo un gigantesco plan de ingeniería social a cargo de la Umwandererzentralstelle (oficina para evaluar y expulsar polacos) y de la Einwanderungszentralstelle (oficina de admisión de alemanes étnicos). Aquellos polacos que fueran considerados de raza alemana, hubieran favorecido la ocupación y hablaran y se sintieran alemanes, obtendrían la ciudadanía del Tercer Reich. Mientras que aquellos que fueran racialmente alemanes pero hablaran polaco, serían enviados a trabajar al oeste para germanizarse debidamente. Los que no lograsen pasar el examen racial serían deportados, pudiendo llevar consigo un máximo de treinta kilos de pertenencias personales, aunque con la condición de dejar su vivienda o granja lista para que la familia de colonos pudiera instalarse. Para ello había también voluntarias alemanas que según un informe del Reich «limpiaban la granja y la casa, con frecuencia atrozmente sucias, decoraban la mesa con flores para dar la bienvenida a los colonos y cocinaban una comida para que estos pudieran muy rápido sentirse cómodos en su nuevo hogar».
Peor destino aún les esperaba a los identificados como judíos y gitanos. Para ellos se formaron guetos como el de Varsovia —donde llegarían a morir ciento cuarenta mil personas principalmente de hambre y enfermedades— y se organizarían comandos de exterminio llamados Einsatzgruppen. Formados principalmente por miembros de las SS, cada Einsatzgruppe tenía quinientos hombres, distribuidos en dos o cuatro Einsatzkommandos. Su función era recorrer cada localidad del territorio ocupado para matar inicialmente a todos los hombres judíos, aunque más adelante también a mujeres y niños. El procedimiento era habitualmente mediante fusilamientos en masa, aunque en ocasiones también se encerraba a los judíos dentro de sinagogas, a las que a continuación se prendía fuego, como en Dynów. Pero el proceso no alcanzaba la velocidad de exterminio deseada y a pesar de los años de intenso adoctrinamiento racial generaba consecuencias inesperadas en ciertos ejecutores. Algunos «incapaces de seguir soportando caminar en medio de la sangre, se habían suicidado. Algunos se habían vuelto locos incluso. La mayoría tenía que apoyarse en el alcohol para realizar su espantoso cometido», según el testimonio de un alto mando de las SS que recoge el historiador Richard Evans. Para ello se inculcaba en los soldados que fueran capaces de rehuir el gefühlsduselei o sentimentalismo, para poder «actuar de forma mecánica y dura, observar lo inhumano sin pestañear». Como explicaba un convencido nazi: «un medio efectivo para mantener a raya la falsa piedad y los falsos sentimientos de humanidad es el hábito que tengo desde hace mucho tiempo de ni siquiera ver al judío, de ver a través de él como si estuviera hecho de vidrio o, mejor, como si fuera aire».
Mientras tanto, con el fin de lograr muertes más asépticas, comenzaron a utilizarse camiones que se cargaban con judíos y cuyo tubo de escape iba dirigido al interior del vehículo, de manera que murieran por envenenamiento al inhalar el monóxido de carbono. Tras realizar una ruta de varios kilómetros paraban ante una zanja, donde se arrojaban y enterraban los cadáveres. Pero la fórmula realmente eficaz para «resolver el problema judío» serían las cámaras de gas, utilizadas de forma experimental en años previos para matar a discapacitados, y ya puestas a pleno rendimiento en los campos de exterminio que levantarían, principalmente en Polonia, a partir de 1941. Sería el año en el que comenzaría la guerra en toda su crudeza, con la invasión alemana de la Unión Soviética.
La invasión de la Unión Soviética
Tras la conquista de Polonia el resto de la Europa continental fue sometida sin apenas dificultades. El uso de rápidas divisiones mecanizadas, la buena coordinación por radio de las tropas, la supremacía aérea y la fama de brutalidad que precedía a la Werhrmacht permitió en ocasiones victorias como la conseguida contra el ejército yugoslavo —al que se logró derrotar con una cifra asombrosamente baja de ciento cincuentaiún soldados alemanes muertos— o la conquista de Francia en apenas mes y medio. Solo quedaba Gran Bretaña y con ella se esperaba lograr alguna clase de acuerdo de paz. Así que Hitler pensó que era el momento de continuar con su proyecto de exterminio y colonización en el Este. De manera que el 18 de diciembre de 1940 firmó la Instrucción de Guerra Nº 21, que daría comienzo a los preparativos de la Operación Barbarroja. La acumulación de fuerzas alemanas cerca de la URSS era tan gigantesca que parecía imposible que no levantasen sospechas. Pero la respuesta de Stalin a los informes advirtiéndole fue: «Camarada Merkúlov, puedes decir a tu “informante” que abandone su puesto en el estado mayor de la fuerza aérea alemana y se vaya con su puta madre. Lo suyo es más bien labor de desinformación». Hubo de por medio también una astuta maniobra de engaño a cargo de Goebbels para mantener oculto el plan, haciendo creer a la comunidad internacional que la operación militar inminente iba a ser un desembarco en las costas británicas.
De tal manera que el 22 de junio de 1941 pasó a abrirse un nuevo frente de mil ochocientos kilómetros de largo en el que todo parecía desproporcionado: participaban en la invasión dos mil setecientos aviones, tres mil trescientos cincuenta tanques y tres millones ciento diecisiete mil soldados alemanes, apoyados por otros seicientos cincuenta mil rumanos y varias divisiones finlandesas. También hubo una apreciable cantidad de soldados españoles —cuarenta y siete mil en total—, generalmente voluntarios en la División Azul. Aquí podemos ver una curiosa escena de la película Embajadores en el infierno en la que se muestran sus convicciones.
Stalin quedó perplejo durante los primeros días, e incluso adoptó una actitud derrotista: «Lenin fundó nuestro estado y nosotros lo hemos mandado a tomar por culo». Aunque finalmente reaccionó y comenzó a tomar medidas. El 12 de julio acordó con Gran Bretaña que ninguno de los dos firmaría un tratado de paz con Alemania por separado. Aunque él, con su doblez característica, sí intentaría alcanzarlo. Pero su ejército estaba debilitado por las purgas que había realizado en él años anteriores y contaba con un armamento anticuado, por lo que sus derrotas iniciales fueron estruendosas. Los alemanes se quedaban desconcertados cuando veían lanzarse contra sus líneas a combatientes rusos armados con un fusil, seguidos de otros desarmados que los recogían cuando los primeros eran abatidos, de manera que las bajas soviéticas fueron siempre grotescamente elevadas. «Aquello era una máquina de picar carne», según resumía un soldado. Los movimientos envolventes que realizaban las divisiones alemanas —formadas por tres grupos de ejércitos, norte, centro y sur— lograban atrapar a cientos de miles de soldados rusos. Se calcula que capturaron en total a 5,7 millones, de los que murieron de hambre y enfermedades unos 3,3 millones de prisioneros, que para sobrevivir en no pocos casos tuvieron que recurrir al canibalismo. Sus vidas simplemente carecían de valor y sus condiciones de vida únicamente lograron mejorar cuando sus captores vieron que podían utilizarlos como mano de obra esclava. Himmler, con su exquisita sensibilidad humanista, lo expresaba así: «no me interesa lo más mínimo saber si diez mil hembras rusas mueren de cansancio cavando una trinchera antitanque para nosotros, con tal de que el foso acabe terminado». Al fin y al cabo, mientras la ocupación de Europa Occidental era provisional, estos eran territorios que debían pasar a formar parte del Reich, por lo que su población debía ser en parte eliminada, en parte expulsada y otros podían quedarse bajo una condición de sometimiento. Según Erich Koch, comisario del Reich de los territorios ucranianos: «los niños ucranianos no necesitan escuelas, todo lo que tiene que aprender se lo enseñarán sus amos alemanes». Como parte del proceso eugenésico en Ucrania también se adoptaron tácticas más sutiles, como prohibir las vacunas y promover el uso de anticonceptivos y el consumo de tabaco y vodka.
Mientras tanto la Werhrmacht seguía avanzando y cosechando victorias, en el norte, en Leningrado (hoy San Petersburgo) su asedio llegó a provocar la muerte de un millón de civiles, puesto que Hitler simplemente quería verla borrada del mapa. Viendo cómo les comían el terreno, las autoridades soviéticas optaron por desmontar y trasladar hacia el Este un total de mil trescientas sesenta fábricas de armamento. El territorio era tan extenso que no importaba cuánto pudiera avanzarse, siempre seguía quedando camino por delante. Así que la llegada del invierno de 1941 supuso el primer revés para el ejército alemán. «Veinte grados bajo cero, viento siberiano del este, motores congelados, uñas y dedos de los pies vendados, narices azules. Todo esto se llama campaña de Rusia» decía un soldado. En algunas divisiones, hasta el 13% de las tropas sufrió la congelación de alguna parte del cuerpo, era un problema que no lograron prever y que influyó en su frustrada toma de Moscú.
Al problema del frío se le añadía el de los partisanos. No deja de ser significativo acerca de la naturaleza del régimen estalinista que en algunos lugares los nazis fueran recibidos como libertadores e incluso se sumaron a su ejército un total de trescientos veinte mil lugareños, conocidos como hiwis. Pero como «portadores de una idea de Pueblo» los invasores no llegaban precisamente para confraternizar —usaban por ejemplo a civiles para despejar campos de minas— y la población local pasó en muchos casos a apoyar a los partisanos. Su actividad fue especialmente intensa en los bosques de la zona oriental de Bielorusia, hay una película al respecto que tiene su interés, Resistencia, protagonizada por Daniel Craig. Sus procedimientos fueron brutales, dado que acostumbraban a cortar orejas y testículos y sacaban los ojos a los enemigos que capturaban, entre los que también se incluían colaboracionistas. Los invasores nazis por su parte adoptaron por respuesta matar a cien civiles por cada alemán muerto y dejar ahorcados a partisanos a la vista de todo el mundo, hasta el punto de que cierto general alemán pidió a un subordinado que «no cuelgue a partisanos a menos de cien metros de distancia delante de mi ventana. No es una vista agradable por la mañana». Para completar la fiesta en algunos lugares los partisanos también combatían entre ellos, concretamente entre nacionalistas ucranianos y bolcheviques. Los Einsatzgruppen mientras tanto trabajaban a pleno rendimiento, realizando matanzas como las del barranco de Babi Yar, en las que se fusiló en dos días a treinta y tres mil judíos. Ante semejante panorama, solo parecía haber una forma de evasión: «si he de ser franco, le diré que, en lo que duró la guerra, tanto alemanes como rusos estábamos siempre borrachos en los momentos más decisivos. Porque el entendimiento humano no podría soportar los horrores de la guerra moderna de otro modo».
Pero las cosas aún podían ir peor. Todos los historiadores parecen coincidir en que el momento decisivo, el punto de inflexión de la guerra, fue la batalla de Stalingrado. Tuvo lugar entre finales de 1942 y comienzos de 1943, allí el ejército alemán no pudo utilizar sus tácticas de guerra relámpago a campo abierto y acabó convirtiéndose en una guerra entre las ruinas, casa por casa, donde era frecuente incluso el combate cuerpo a cuerpo. Murieron en total unos dos millones de personas. Fue tal la magnitud de esa catástrofe humana que el ideario nacionalsocialista le dio un significado épico. Era un motivo no para retroceder o rendirse sino precisamente para abrazar con fervor la «Guerra Total», como hizo Goebbels en su célebre discurso del 18 de febrero de 1943 en el Palacio de los Deportes de Berlín:
Pero el Ejército Rojo fue aprendiendo las estrategias del enemigo, su producción industrial se situó muy por encima de la alemana (y además contaba con el apoyo estadounidense) y dicho armamento se hizo además más avanzado. Los días en los que la Wehrmacht parecía invencible habían quedado atrás. Aun así, las bajas soviéticas siguieron siendo elevadísimas, se estima que en total entre civiles y soldados murieron aproximadamente unos veintiseís millones de personas. Cerca de la cifra que inicialmente calculaba el régimen nazi que debía ser eliminada de su Lebensraum, como veíamos al comienzo. Por su parte el ejército alemán perdió unos 2,7 millones de vidas y durante su ocupación generó un odio que traería consecuencias más adelante. Como escribía un soldado ruso a sus padres en febrero de 1945:
Dichoso es el corazón cuando circulas por una ciudad alemana en llamas. Nos estamos cobrando venganza por todo, y nuestra venganza es justa. Fuego por fuego, sangre por sangre, muerte por muerte.
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Bibliografía:
– El Tercer Reich en guerra, Richard Evans (Ed. Península)
– Imperios de muerte, la guerra germano soviética 1941-1945, Xosé M. Núñez (Ed. Alianza)
–Una guerra de exterminio: Hitler contra Stalin, Laurence Rees (Ed. Crítica)
–Vida y muerte en el Tercer Reich, Peter Fritzsche (Ed. Crítica)
–La destrucción de los judíos europeos, Raul Hilberg (Ed. Akal)
–Stalingrado, Antony Beevor (Ed. Crítica)
–http://www.forosegundaguerra.com/
Otra recomendacion bibliografica… Yo lo he empezado y todavia no he tenido el estomago de poderlo terminar… http://en.wikipedia.org/wiki/The_Kindly_Ones_(Littell_novel) Pero debo recomendarlo, solo para evitar la perdida de memoria…
«Las Benévolas» en español. Muy recomendable a quien le interesen estos temas. Muy duro. Recoje la mayoría de las atrocidades recogidas en este artículo.
Las Benévolas comienza muy bien pero luego va decayendo. Es mejor Vida y destino de Grossman
Las benévolas es un magnífico libro al que le sobra ese final surrealista. Pero está muy bien documentado
Soviet Storm: WWII in the East, la respuesta rusa a El Mundo en Guerra, y en mi opinión, superior: http://www.youtube.com/watch?v=4Ux8tPvH5Vg&list=PL8P9ZptFLkMuE2i7zzwyLomG5BGE9QwKQ
La primera cita del texto es dudosa. Proviene del llamado documento L-3 (famoso por la referencia al genocidio armenio) y se ha discutido desde que fue entregado al tribunal de Núremberg por el periodista norteamericano Lochner, que lo había recibido de un alemán ignoto que él llamó Herr Maasz.
No fue aceptado en el juicio por su dudosa autenticidad, pero sí se aceptaron las transcripciones hechas por el almirante Canaris, que no contienen ese párrafo. A esos documentos se los conoce como 798-PS y 1014-PS y son muy indicativos, en todo caso, de sus fines.
Una traducción de esos documentos que sí se dieron por auténticos:
http://library2.lawschool.cornell.edu/donovan/pdf/Batch_2_pdfs/Vol_IV_8_05.pdf
http://library2.lawschool.cornell.edu/donovan/pdf/Batch_2_pdfs/Vol_IV_8_06.pdf
Pingback: La guerra de exterminio y el espacio vital alemán
Acongojante el artículo. Y bello, dentro del trasfondo de horror que describe.
Buenas tardes. Hacia tiempo que leyendo un articulo no se me ponian los pelos de punta.. Has escrito un articulo arrebatador, no puedes mas que sentirte horror a medida que se leen ciertas cosas y, en mi caso, andado cerca de esos sitios (Estuve de erasmus en Polonia).
Como puede ser que algo que me horroriza a la vez me ha encantado leerlo?
En Estética existe una respuesta a tu pregunta. Lo que nos proporciona un agradable horror, es decir lo que nos atrae como si fuera bello aun sin serlo se denomina Sublime.
http://es.wikipedia.org/wiki/Sublime
eso es una mistificación Pablo. La literatura bélica empezando por la Ilíada nos atrae porque estamos en un wishful thinking un tanto deliroide. Contrariamente los ex combatientes que han vivido el horror no quieren hablar de todo aquello, salvo que sean psicópatas irredimibles.Pura ingenuidad por tanto la del que no conoce e idealiza el arrojo, la fuerza, e l valor, hasta la destruccion y la muerte vistas de lejos.
leed a Elias Canetti en Masa y poder sobre las hordas y los grupos de ataque fuga etc.Ahí estamos como humanidad
Increible. La realidad supera la ficción.
Lo malo es que cuando dentro de unos años a las generaciones venideras se les olvide todo esto, se volverá a repetir y la siguiente vez será con palos y piedras.
Buenísimo artículo
Gracias por el articulo. Excelente. Has sabido describir el horror de la guerra y has conseguido sacarme alguna lagrima leyendo semejantes atrocidades. Es de esos artículos que todo el mundo debería leer para hacerse un pequeña idea de lo que paso hace no mucho. Gracias.
Excelente artículo. Sólo una puntualización: la mayoría de fuentes con cierta fidelidad descartan que en la II Guerra Mundial pasara lo de las hordas de soldados con un fusil para cada dos como algo más allá de lo anecdótico. Mito que perpetúan películas como Enemigo a las Puertas. Pero si precisamente algo no faltaba a los soviéticos eran fusiles Mosin e incluso los más complejos y precisos SVT automáticos. Esa escena de absoluta imprevisión por parte de los arsenales militares se corresponde más con la I Guerra Mundial y con la Guerra Civil rusa.
Opino que el autor podría haber redactado de otra forma este párrafo:
«Tras el fulminante reparto de su país entre la Wehrmacht y el Ejército Rojo, la población civil polaca quedaba bien bajo el control de estos últimos, que deportaron a aproximadamente un millón y medio de personas y realizaron matanzas como la del Bosque de Katyn —donde la policía soviética ejecutó a unos veintiún mil sospechosos— o por el contrario tuvieron mala suerte y quedaron bajo el control del Tercer Reich.»
Los ‘sospechosos’ de Katyn eran, además de la élite militar de Polonia, decenas de librepensadores: profesores, escritores, religiosos, etc.
Sobre si quedar bajo control del Tercer Reich era ‘mala suerte’, los había que pensaban al contrario.
Interesante artículo. Para conocer más sobre la contribución de la URSS a la destrucción de la maquinaria bélica del Estado nazi, recomiendo encarecidamente este artículo de los historiadores estadounidenses David M. Glantz y Jonathan M. House:
«Segunda Guerra Mundial: Contribuciones y costos»
http://criticamarxista-leninista.blogspot.com.es/2013/11/segunda-guerra-mundial-contribuciones-y-costos.html
Más allá de ser ‘ultrafan’ de Jot Down, soy fan de Javier Bilbao y E.J. Rodriguez. Vaya dos!!! Qué artículo se ha marcado Javier!!!! Enhorabuena!
Mi pequeña contribución: impresionante website con toda la campaña rusa animada. Homenaje ruso a los héroes del Ejercito Rojo. http://english.pobediteli.ru/
Creo que la hegemonía racial no tiene sentido de ser y no se puede justificar bajo ningún medio, es decir usar como pretexto el espacio vital para emprender una política de colonización es injustificable dado a que los pueblos que ya habitan las áreas (en este caso los polacos) ganaron su derecho a habitar el lugar que habitan por herencia histórica y cultural además es muy natural que incluso soldados nazis tuvieran que beber alcohol para poder cumplir sus deberes de exterminio o que perdieran la cordura ya que no se pueden separar los sentimientos del ser humano ni siquiera cuando predique o siga una doctrina tan sombría como la de una supuesta supremacía racial. La historia nos ha enseñado una valiosa lección con la derrota de tales ideas opresoras y que no tienen ni tendrán cabida en el mundo moderno.
Se enmarca mas la segunda guerra mundial por todas las atrocidades que surgieron a lo largo de todo su proceso; por la cantidad impresionante de personas que sin deberla terminaron afectados o simplemente muertos por ella, por la forma en que fueron muertas estas personas, algunas por bombas incendiarias, otras mas por campos de exterminio, se dice que otras tantas por la realizacion de experimentos; sin dejar atras el impresionante cambio que se dio al termino de la guerra en los ambitos sociales, politicos y economicos, y todo a raiz de buscar el poderio. Sin embargo, no olvidemos que toda guerra es aterradora, y mientras haya individuos con hambre de poder, estas no cesaran.
En definitiva es un buen articulo pero, en mi opinión para poder entender mas a fondo todo el circulo filosófico que es la razón primordial por la cual actuaron muchos lideres «nacionalistas» por ponerle una etiqueta a gente como Hitler, Stalin o inclusive franco (que nada tuvo que ver en la segunda guerra mundial) yo recomendaría leer a
«lenin para principiantes» por el monero rius para darse una idea de lo que realmente se buscaba en Rusia con el comunismo y no de lo que Stalin hizo con una idea tan revolucionaria ya que a mi entender fue una forma de radicalización que perdió brillo en el camino por intereses ajenos a la sociedad.
Muy buen artículo. Me gustaría puntualizar, porque no queda demasiado claro en el artículo, que el concepto de «espacio vital» no es originario de Haushofer. Este solamente lo aplicó al caso alemán, pero tomó el término de Friedrich Ratzel, geógrafo alemán, considerado el fundador de la geografía humana.
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