Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas
Leontxo García
Editorial Crítica, 2013
Decía Leontxo García en su entrevista para Jot Down que le gusta escribir sobre ajedrez para personas que no entienden de ajedrez. Una sabia filosofía para cualquier comunicador o divulgador: la mejor manera de dar a conocer un tema es haciéndolo interesante y entretenido, accesible a todos, de manera fácil que no superficial, para que no solamente atraiga a quienes ya lo conocen en profundidad de antemano. Como yo mismo le confesé en la entrevista a Leontxo, mi tardío interés por el ajedrez llegó no a través del juego en sí —aún no sabía jugar— sino por las historias y anécdotas que él mismo y otras firmas narraban en diversos libros y en la revista Jaque, a la que mi padre estaba suscrito. No se necesitaba saber mover un peón para disfrutar con aquellas historias y esa misma sensación es la que me ha producido el último libro de Leontxo, Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas.
El libro es una aproximación al ajedrez no como juego, sino como piedra de toque o material de experimentación en diversas ramas de la ciencia, muy particularmente la psicología —el funcionamiento de la mente y de las emociones— o la ingeniería informática empeñada en producir una inteligencia artificial que piense de la manera más parecida a un ser humano. Así, se van desgranando distintas temáticas cuyo nexo de unión es que el ajedrez ha servido como material experimental, como instrumento de estudio o incluso como inspiración de ideas.
El libro comienza por ejemplo formulando la eterna pregunta de por qué las mujeres juegan peor al ajedrez. El autor no responde esta pregunta por sí mismo: aunque nos deja ver cuál es su opinión particular, recurre a estudios científicos publicados en ámbitos académicos y a la visión de los expertos para resumir las hipótesis de mayor peso. Así, cada lector puede formarse una idea clara de cuál es el statu quo científico a la hora de debatir una cuestión tan delicada y decidir cuál es la explicación que más coherente le resulta. Y, cómo no, Leontxo incluye siempre interludios narrativos. Por ejemplo: en este mismo capítulo termina repasando las vidas de algunas de las más importantes ajedrecistas femeninas de la historia, incluyendo anécdotas, vicisitudes por las que atravesaron y pequeñas historias de las muchas que Leontxo conoce sobre el mundo del ajedrez.
La obra se compone de tres partes. La primera es Los misterios del ajedrez, donde además del capítulo dedicado al desigual rendimiento femenino en esta disciplina que ya hemos comentado, se usa un parecido esquema (exposición documentada de las principales ideas científicas y opiniones autorizadas, junto con anécdotas, notas biográficas, etc.) para tratar de responder a otras preguntas y curiosidades en torno al ajedrez o en torno al cerebro humano, la inteligencia, etc. Por ejemplo, se plantea la pregunta de cómo piensa un ajedrecista y cómo es posible que sea capaz de jugar varias partidas con los ojos vendados o de recordar cientos de partidas completas, para responder lo cual utiliza nuevamente referencias a estudios científicos (el texto está muy bien documentado, por cierto) y podemos ver si eso se aplica a nuestro desempeño en tareas cotidianas. También se trata, por citar otro tema, cuál sería el efecto del dopaje en los jugadores de ajedrez (¿beneficioso o perjudicial?) para lo cual se habla de la relación entre determinadas sustancias y el rendimiento intelectual. También hay un epígrafe dedicado al ajedrez y la locura, donde están algunas de las páginas más memorables del libro: hablo de aquellas donde Leontxo narra sus encuentros y conversaciones con Bobby Fischer —personaje que los lectores de Jot Down ya saben que me fascina aunque solo sea porque le estoy dedicando un extenso artículo biográfico por capítulos— y naturalmente, en esas páginas me sentí absorbido por la lectura. Se nos traza un retrato de primera mano de cómo era el Fischer que Leontxo se encontró en persona y que no siempre (aunque a veces sí) coincidía con su imagen pública. Aquí Leontxo cuenta por primera vez algunos detalles muy reveladores de sus conversaciones con el gran y polémico Bobby, lo cual constituye uno de los puntos fuertes y sobre todo más emotivos del libro.
En la segunda parte, El ajedrez enseña a pensar, son tratadas las aplicaciones del ajedrez en pedagogía, ya sea para educar a niños (si tiene usted hijos pequeños quizá le interesaría ojear estos capítulos dedicados a la educación), a personas con necesidades especiales (físicas o psíquicas) o incluso en la prevención del alzheimer. Una vez más, los temas son desgranados con una combinación de divulgación científica con narración de anécdotas y referencias históricas del ajedrez. Se incluye una interesantísima conversación entre Leontxo y el suizo Fernand Gobet, investigador que en muchos aspectos difiere de las opiniones del autor. Otros hubiesen dejado fuera del libro a semejante voz discrepante, pero Leontxo, probablemente por su enorme experiencia como periodista, sabe que la discrepancia enriquece un texto, así que hay que agradecerle que haya incluido ese debate en torno a los efectos beneficiosos del ajedrez entre quienes lo practican.
La tercera parte, Chips y neuronas, más de dos siglos en jaque, es un repaso a la historia de la inteligencia artificial, en cuyo desarrollo el ajedrez ha jugado un papel fundamental. El juego de las 64 casillas ha sido considerado siempre la disciplina ideal para enseñar a pensar a las máquinas —recordemos el “¿quiere usted jugar una partida de ajedrez? Juego muy bien” del ordenador HAL 9000 en la película de Stanley Kubrick, 2001: una odisea del espacio—, así que se hace un repaso a la historia de los cerebros electrónicos mediante el evidente paralelismo entre los avances tecnológicos y la evolución de la forma de jugar al ajedrez de las sucesivas generaciones de computadoras. Este asunto es muy ilustrativo porque demuestra cómo hubo una época en que se pensaba que una máquina nunca podría pensar usando parecidos procesos mentales a los de un ser humano —muchos ajedrecistas pensaban que una computadora no podría ganarles jamás— y, progresivamente, se ha ido pasando de un descreído pasmo a la aceptación prácticamente generalizada de que las máquinas, nos guste o no, están empezando a ser capaces de elaborar, o al menos de imitar con éxito, esos procesos humanos de pensamiento.
Precisamente en esta tercera parte están algunos de los episodios más absorbentes, narrativamente hablando, de todo el libro (con permiso de la parte dedicada a Fischer que mencionaba antes). Hablo de la detallada crónica de los enfrentamientos entre grandes ajedrecistas y computadoras de última generación. Y muy especialmente cuando se narran los dos fascinantes enfrentamientos entre Garry Kasparov y Deep Blue, aquellos que concitaron la atención mundial y que la prensa calificó casi como una defensa de la dignidad humana por parte de Kasparov, frente a la frialdad de las máquinas. Leyendo esta parte, por momentos uno tiene la sensación de estar viendo una película de ciencia-ficción o incluso de suspense. Les puedo asegurar que solo por el relato de aquellos dos tensos matches entre Kasparov y la supercomputadora de IBM ya merecería la pena la lectura de este libro, porque es la fascinante historia de una guerra psicológica entre el mejor ajedrecista del mundo —un fierísimo competidor al límite de su resistencia mental y emocional— y una silenciosa máquina que nunca se cansaba y nunca se ponía nerviosa. Esas escenas de un Kasparov al borde de la desesperación, lanzando “miradas asesinas” al técnico de IBM que movía las piezas en nombre de Deep Blue, son inolvidables. Lo dicho: aunque todo el libro me ha parecido interesantísimo, la narración del choque Kasparov-Deep Blue es como una novela por sí misma, y casi he de decir que envidio esa forma de contarla porque hubiese sido un magnífico artículo para Jot Down. Por cierto, lo dejo caer: alguien debería adaptar el relato del enfrentamiento Kasparov-Deep Blue que hace aquí Leontxo para hacer una película.
Resumiendo, Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas es una combinación de divulgación científica, debate intelectual y —lo que es tanto o más importante— buenas historias que nos mantienen al borde de nuestro sillón. Un libro interesante para cualquier lector, le guste o no el ajedrez, y cuya lectura merece muy mucho la pena. Basta con que le interese profundizar en algunas eternas preguntas en torno al cerebro humano y también en torno a la inteligencia artificial, o sencillamente que quiera pasar un buen rato leyendo historias de lo más curioso relacionadas con el ajedrez, los ajedrecistas, los autómatas y muchas otras cosas. Extremadamente recomendable.
Suscribo todo. Libro imprescindible.
Bueno, parece ser que se pasa la tijera. Lo diré de forma más educada: el libro es malo hasta aburrir. No vale ni para calzar un armario. A ver si vuelven a pasar la tijera.
Podrías argumentar un poco el asunto.
Por cierto, muy recomendable «The Joy Of Chess: Heroes, Battles and Brilliancies» de Christian Hesse (de la Editorial New In Chess: sí, la misma que editorial de la revista holandesa en lengua inglesa sobre ajedrez). La versión en castellano está traducida como «Expediciones al mundo del Ajedrez» y está publicada por la Editorial Chessy (y no me llevo comisión). Esperamos como sumo interés la crítica de este libro en JotDown, aunque se haya publicado en 2011. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Las comparaciones son odiosas. Y más con el «libro» (por calificarlo de alguna forma) del sr. Leontxo.
En serio palanganero2, explicanos un poco mejor porqué piensas que el libro es un truño porque igual tus razones sirven para algunos pero no para otros.
Me ha entretenido, me ha refrescado conocimientos, y me ha contado cosas que no sabía, especialmente sobre los torneos con ordenadores.
Vamos, un buen libro.
Y respecto a críticas anteriores, no digo nada, que no tengo ganas de polémizar, y menos con palanganas por en medio.
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A mi el libro me ha gustado mucho. Claro, didáctico, bien escrito, extraordinariamente bien documentado, una joya.
«la narración del choque Kasparov-Deep Blue es como una novela por sí misma, y casi he de decir que envidio esa forma de contarla» viniendo de ti, y habiendo leído todos tus artículos de JD con una mezcla de envidia y admiración por ese mismo motivo, eso es decir mucho.
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