Alrededor de la persona que escribe libros
siempre debe haber una separación de los demás.
Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir.
Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea.
Marguerite Duras
En la mayoría de repasos literarios, de listas con escritores, de recorridos por la escritura de países, culturas, estilos o generaciones, el número de mujeres que aparecen siempre es muy pobre. Tanto es así, que acostumbro a leer los artículos que recogen este tipo de inventarios en diagonal, siguiendo la línea de nombres escritos en negrita para comprobar si se ha colado alguna mujer: no, aquí tampoco. Leo a Ramón Lobo con el mismo prejuicio: Canetti, Hemingway, Vargas Llosa, Rey Rosa, Darío, Cela. No, aquí tampoco.
Entonces me retan: hazlo tú. Y me digo que sí, que voy a escribir un artículo, un contraartículo de ¿Hay que aburrirse mucho para escribir bien? pero solo con escritoras, y me doy cuenta de que no se me vienen nombres a la cabeza. No recuerdo ni una sola mujer que se aislara para escribir, que se marchara a otra ciudad, que tuviera un lugar preferido para desarrollar su escritura. Igual es solo un momento de duda, pero no, no se me ocurren. No se me viene a la mente ninguna escritora que se aburriera mucho para escribir bien, porque las escritoras que he leído, las historias de las escritoras que he leído, siempre han estado vinculadas a su vida cotidiana. No diré que más vinculadas a su vida que a su obra, pero sí de un modo parecido. Empiezo a pensar, siempre que intento dar alguna explicación a la falta de protagonismo femenino, en todo lo que leí en Un cuarto propio, de Virginia Woolf, porque funciona como una pequeña biblia femenino-literaria que consultar cuando no entiendo algo. Me pregunto por qué, primero, no hay tantas mujeres en las listas, y segundo, por qué yo tampoco sé dar un artículo de correspondencia a Ramón Lobo utilizando el mismo tema pero desde el otro lado, desde este lado.
Veo una pequeña hilacha woolfiana por la que decido seguir. La mujer ha pasado por varios estados con respecto al arte, y el primero de esos estados es el de incompatibilidad. No hay filósofas, por ejemplo. Y de según qué años, tampoco escritoras, que son las que me interesan para intentar este artículo. ¿Por qué esa incompatibilidad entre la mujer y el arte en según qué sociedades? En la conferencia que dio Woolf sobre las mujeres y la novela, recogida en lo que ahora conocemos como Una habitación propia o Un cuarto propio, según la edición, Virginia dio la respuesta a algunas de las preguntas, además de lanzar la máxima de que una mujer para escribir necesita dinero y un espacio propio e íntimo para poder hacerlo. El hombre nunca escribió como rebeldía, sino que escribía porque podía y sabía hacerlo. El curso natural de esa escritura iba en función del talento, el tiempo, la sensibilidad y el dinero que tuviera cada escritor, pensador, filósofo o teórico. La mujer, cuando empezó a escribir, lo hizo en la mayoría de casos a escondidas: físicamente o bajo un nombre masculino. La manera de desarrollarse ambas escrituras es distinta y por eso la evolución también lo es, de ahí que a veces se caiga en la etiqueta de escritura masculina y escritura femenina. Virginia Woolf, que me va a acompañar en todo este discurso porque es prácticamente el suyo, sabía que cuando el hombre ya escribía de forma artística, es decir, cuando el hombre escribió como un escritor y no como un hombre que se explica a través de la literatura, la mujer empezaba a utilizar el mismo medio para la autoexpresión.
Virginia explica muy bien cómo el hombre utiliza la escritura como objeto de arte, y la escritura no necesita de nada más, se sostiene sola. Es literatura. Cuando el hombre ya está a la altura del arte literario, la mujer empieza a escribir sobre sí misma. No siempre en diarios, a veces también en forma de ficción, velando su propia realidad. Si en el mismo momento de la historia la mujer está un escalón por debajo del hombre con respecto al motivo por el cual escribe, es normal que vaya mucho más retrasada y le cueste más florecer. Inspeccionar el interior de los personajes parece una tarea más femenina, porque en realidad era lo que hacía la escritora: inspeccionar el interior del personaje, que era el suyo. Mientras que el hombre podía hacerlo o no, porque tenía más recursos para escribir y exploraba, investigaba.
La mujer que escribía todavía se estaba despojando de todos los prejuicios que le suponía escribir, porque no era lo normal. No solo escribía condicionada por su situación de mujer que escribe, sino que sabía que no será bien recibida. Por eso Alfonsina Storni no era bien recibida por las lectoras y Pardo Bazán tuvo que modificar la línea de su biblioteca para mujer porque reclamaban recetas o consejos y no textos sobre el feminismo. Me voy a permitir un ejemplo para ilustrar esta desigualdad: la literatura es el placer sexual, y la escritura es la procreación. Bien, mientras el hombre ya disfrutaba de un placer sexual con respecto a la literatura, ya era capaz de crear, la mujer todavía estaba anclada en el sexo como método para procrear, de modo que si en la cama se le exigía algo que no fuera una postura cómoda para quedarse después embarazada, sino que le pedían que fuera sensual, por ejemplo, no sabía hacerlo. La escritora primero tenía que superar el momento de la autoexpresión, tenía que superar la escritura personal para dar paso al objeto literario, artístico. No es tan fácil. Parece que me estoy alejando cada vez más del artículo de Ramón Lobo, pero acabaré reconduciendo toda esta teoría que alimenta Virginia Woolf desde su breve ensayo sobre la mujer que escribe.
Si la escritora estaba todavía procesando la escritura de autoexpresión para evolucionar a la literatura, es lógico que en el repaso sobre hombres que buscaban un lugar apartado de los placeres y la inmediatez para poder concentrarse, no haya nombres femeninos. La mujer todavía estaba asimilando su propia escritura, desenmascarándola del Yo para darle importancia al arte, que lo único que importara fuera la novela, el personaje, y no el mensaje que quiere mandar. Para decidir que necesita una concentración mayor para crear, antes tenía que ponerse a crear, y los primeros pasos de la mujer que escribía no era de creación, sino de asimilación de sí misma. Debía despojarse antes de las moralejas, de los personajes que se rebelaban, de las mujeres que destacaban. Estaban demasiado ocupadas defendiéndose a través de su escritura para poder darle el carácter literario que merece una buena novela.
No, no se me venía a la mente ninguna mujer que se marchara a una ciudad para concentrarse y escribir, porque las mujeres que he leído no solo combinaban lo doméstico con lo literario, sino que durante décadas (ya más cercanas) la escritura era su vía de escape, la literatura era usada por las mujeres. “Yo escribí mi salida”, dice Winterson en su autobiografía ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?
Voy a lanzar algunos nombres para acercarme a Ramón Lobo, aprovechando que ya ha salido uno: Marguerite Duras, Carmen Martín Gaite, Jeanette Winterson, Ana María Matute. Estas cuatro escritoras (a excepción de Duras, que sí tenía una casa en la que se encerraba) escribían para liberarse de algo que era íntimo, y por mucho que se alejaran de los vicios y las ciudades que reclaman tu atención, el motivo de su escritura era demasiado personal para aislarse. Los conflictos maternales, la homosexualidad, la soledad, el problema con la bebida, la muerte de una hija, superar el provincianismo o perder la custodia de tu hijo al divorciarte en una sociedad machista, hacían que la obra de estas mujeres estuviera teñida de su realidad. Así que no solo no se aburrían para escribir bien, sino que necesitaban de su vida cotidiana para nutrir lo que estaban escribiendo. De ahí que se acabe diciendo que las mujeres solo escriben de experiencias propias y sean incapaces de inventar (para lo que Virginia Woolf también tiene una explicación).
En el caso de Frida Kahlo (me permito una excepción entre las escritoras), Clarice Lispector o Sylvia Plath, no podían tomar la decisión de irse a un refugio artístico para poderse concentrar, porque la vida de sus maridos tenían un protagonismo muy fuerte en las suyas, y lo único que hacían era perseguirles.
Entonces intento darle una explicación lógica: la mujer va un paso por detrás porque empezó más tarde y en unas circunstancias poco favorables. Lo que necesitaban las mujeres no era irse lejos del vicio de una ciudad llena de posibilidades, como les pasaba a los hombres, sino aislarse del ruido de su vida cotidiana y, a un tiempo, utilizar ese ruido. Por eso el lugar al que recurrían las escritoras era la habitación propia y no la biblioteca del Museo Británico (Vargas Llosa) o la grisura londinense (Canetti). Solo querían un momento, un momentito por favor, y dejar a un lado todo lo que estaban viviendo para poder escribirlo y después, inmediatamente, seguir viviéndolo. Por otra parte, se esperaba de ellas que no renunciaran a su papel de mujer para ponerse a escribir, pero eso nos aleja de la escritura y nos acerca a lo social.
Así, el siguiente paso con respecto a la literatura, una vez superada la autoexpresión y dando paso a un objeto literario que no necesita excusas, es todavía un territorio poco explorado por la mujer escritora: los ensayos. Martín Gaite reflexionaba sobre la escritura, los cuentos y la literatura en El cuento de nunca acabar y Marguerite Duras tiene un breve texto publicado que se llama Escribir. No hay muchas escritoras que publiquen libros divagando acerca de ello, o que tengan en el mercado un libro como Autobiografía de papel, de Félix de Azúa. La mujer todavía está ahondando, superada la escritura que busca en el Yo, en el material puramente literario: detenerse y buscar explicación, lógica o teoría a todo ese proceso creativo significa haber superado una serie de obstáculos que todavía no están conseguidos. Mientras la mujer esté utilizando la literatura como exorcismo para superar metas que el hombre ya ha rebasado, no podrá pasar al siguiente nivel literario.
Ahora, antes de leer en diagonal los artículos con repasos literarios en los que no aparezcan mujeres, me preguntaré si la mujer ya está preparada para la enumeración, si el tema que se trata es un territorio explorado por la mujer, o si por lo contrario es uno de esos estados que nos llevan de ventaja los hombres y lo único que nos falta es, además de la habitación propia y el dinero, un poco de tiempo. Al artículo de Ramón Lobo no le faltaban escritoras (bueno, alguna), es a la mujer a la que le falta un paso más con respecto al arte por el arte, sin justificaciones. Cuando la mujer se crea merecedora, como Virginia Woolf en sus excursiones a la biblioteca o Marguerite Duras comprando una casa solo para ella y su escritura, de alejarse de todo para crear, aparecerá en las listas de mujeres que se aburren mucho para escribir bien.
María Zambrano era filósofa y sí que se exilió.
El artículo es una tontería. Las mujeres y el arte, o la ciencia, son totalmente incompatibles. En 5000 años de historia las mujeres no están, ni se las espera. La Humanidad son los hombres. La ciencia y el arte, la cultura, es una segregación totalmente masculina. Y no tiene nada que ver con la discriminación.
¿Para escribir hace falta dinero y una habitación? ¿Ser aceptado? El arte y la ciencia se han hecho, hasta hace poco, en contra de, a pesar de. Te podías ir a la tumba en la miseria y el olvido. Por otro lado, la clase social, la religión o la raza han condicionado tanto o más que el género. De qué te servía ser hombre si eras un marginado por cualquier otro motivo. En qué te limitaba ser mujer si eras una privilegiada. Pero el artista y el científico genuinos, a pesar de todo, luchaban. La mayoría tenía como pago el fracaso, o algo peor. Pero para ellos no había alternativa.
Hoy se puede ser un «artista» famoso y millonario, o un «científico» con horario de 8 a 3 y contrato fijo, o un alto ejecutivo de una gran empresa que él no ha creado. Pero la verdadera creatividad no puede surgir, en general, de ahí. Las revoluciones, la originalidad, los grandes cambios, seguirán brotando desde la marginalidad, a pesar de y en contra de, a cualquier precio, con muchos fracasos y sacrificios, y las mujeres, tan operativas, seguirán estando ausentes de las listas.
En la película Historias de Nueva York, el episodio de Scorsese lleva el título Life Lessons. Un pintor famoso vive con una chica que quiere ser también pintora. Ella le pregunta a él si sus cuadros son buenas, si debe seguir pintando o dejarlo. Él le contesta que el pintor pinta porque no tiene alternativa, porque no puede hacer otra cosa, y que si se plantea eso es que no es realmente una artista. Pues eso.
Entonces ¿cómo explicas que no salgan artistas o filósofos de países africanos? Los artistas no sólo necesitan crear sino también un público que les quiera escuchar y si no catalizas el sentimiento general eres un árbol que se cae en medio del bosque sin que nadie lo escuche. Esto es lo que les pasaba a las mujeres.
Creo que ahora sí hay escritoras relevantes (y populares): Zadie Smith, Nicole Krausse, Lorrie Moore, Margaret Atwood, Lydia Davis… Han leído Una Habitación Propia y no les acompleja buscar sus espacios de escritura, en su cuarto, en la cocina o en el Starbucks.
Estoy seguro de que África está lleno de artistas y filósofos. Otra cosa es que aquí no los conozcamos. El mundo es mucho más grande de lo que vemos. Ya sabes el chiste: -Papá ¿que está más lejos, Murcia o la Luna?. -Hijo, no seas tonto, ¿tú ves Murcia desde aquí?.
En África falta alimento e influencia cultural. Sin una dieta adecuada no se pueden educar a las personas. Todas las regiones que han pasado hambrunas o guerras, han parado su evolución cultural. Luego la comunicación entre culturas aporta un elemento fundamental y el idioma es clave. Los países africanos de idioma francés van un paso por delante de los que no lo hablan. Algo similar ocurre en China y Rusia. En Sudamérica la influencia europea nos permitió tener un sistema de educación y premios Nobel. En otros sitios… Nada. Estamos en el siglo de la mujer. A fin de este siglo cambiarán muchos paradigmas actuales. Sólo importa que nuestras mujeres acepten ser parte de ese cambio y trascender.
Fantástico artículo, Jenn.
Adoro lo que supone Virginia Woolf para las mujeres que escribimos. Leer su ensayo me abrió los ojos ante una realidad (histórica) que no me había planteado nunca. Hace poco estuve en un taller en el que se hablaba precisamente de esto, de la ausencia de nombres femeninos en la [«gran»] literatura y se plantearon estas cuestiones de las que escribes.
También es interesante la reflexión acerca de por qué se consideran temas de segunda las cuestiones humanas, vivencias personales o situaciones propias de las mujeres hasta la fecha. ¿Quién decide que «Cien años de soledad» que también refleja una visión y vivencia personal, es una obra maestra, mientras que otras basadas en los mismos principios pero que se sustentan en una experiencia femenina, no lo son.
Muchas gracias, Dora.
El otro día en el blog de El Gaviero Ediciones hablaban precisamente de qué ha hecho Virginia Woolf por cada una de nosotras.
En cuanto a lo de «Cien años de soledad»… hay muchísimos libros que son femeninos y están escritos por hombres. Por ejemplo, algunos de los personajes escritos en primera persona por Stefan Zweig son femeninísimos («Carta de una desconocida» o «Veinticuatro horas en la vida de una mujer», si no me falla el título). Si los hubiera escrito una mujer pasarían por literatura para mujeres.
«No recuerdo ni una sola mujer que se aislara para escribir, que se marchara a otra ciudad, que tuviera un lugar preferido para desarrollar su escritura».
¿?
Woolf, sí. Siempre se nombra a Woolf. Pero también está Perkins, que es imprescindible. Y Jane Austen, en su habitación, esa misma mujer que tapaba los libros para que no vieran que estaba escribiendo. Y Emily Dickinson. Y las Brontë. Y Barrett Browning, en su cama, tuberculosa, enferma, tratada como inválida.
Y bueno. Hay que conocer al enemigo y bla, bla, bla, pero es muy cansino, violento y lacerante tener que aguantar cierto tipo de comentarios en internet. «El lenguaje es violencia», dijo Toni Morrison, otra mujer. Si alguien dijera lo que ha dicho Nemo de los negros, habría, siquiera, un mínimo atisbo de escándalo. No voy a hablar de libertad de expresión y censura porque es un debate en el que siempre salgo trasquilada, pero me parece muy divertido que, con las mujeres (y con los moros, que no se me olviden) haya siempre esta permisividad para el insulto.
Todas las que citas se recluían más que aislarse. Yo quería hablar de mujeres que se marchan a escribir a un lugar, desaparecen de su rutina para dedicarse a la creación. A una biblioteca, a una casa, a otra ciudad, a un estudio, bares. Austen escondía los libros, así que es precisamente de las que no se aislaba, sino que convivía. Dickinson, encerrada. Perkins arrastrando una depresión postparto, convaleciente. Las Brontë, en casa. No estaba diciendo que no hubiera mujeres que escribieran, sino que lo hacían dentro de su cotidianidad y no profesionalmente (como Woolf o Duras), que es algo que sí hacían los hombres: desprenderse de las tareas diarias para escribir, marcharse.
¿Y no has pensado que para las mujeres siempre ha sido, sencillamente, mucho más difícil poder hacer algo así? ¿Que siempre han tenido mucha menos independencia económica? ¿Que siempre somos las que tenemos que ocuparnos de las cargas familiares (no solo hijos, también ancianos o enfermos? ¿Que incluso la presión social es mucho mayor para una mujer que decida hacer algo así que para un hombre?
Me parece esencial analizar todo ese contexto antes de llegar a las conclusiones de tu artículo, que simplemente describe la situación, pero parece no preguntarse por qué.
Fascinante Jenn !-, cambiaré el método. Iré a refunfuñarme a una biblioteca más seguido. Con este artículo hiciste que derramara lágrimas sobre mi mesa del comedor,-donde escribo-, y no de manera aislada como debiera de ser. Gracias por este artículo.
Y, en cuanto a filosofía, Hanna Arendt. Elizabeth Anscombe. Hedwig Conrad-Martius. Emma Goldman. Por nombrar a las famosas.
Vamos, que no me puedo creer lo que estoy leyendo…
No quería decir que las mujeres no tengan un lugar para escribir, sino que los escritores que citaba Lobo en su artículo tenían lugares lejos o cerca de su casa para irse a escribir, y las mujeres acostumbran a hacerlo dentro de ella, en esa habitación propia. He excluido a Woolf y a Duras, de las que he citado, que sí escribían fuera de su casa: en la biblioteca y en una casa que compró Duras para la escritura (está en el texto).
Y sí, hay filósofas. Pero a muy pocas, menos en la facultad de Filosofía, se las estudia. Es mucho más difícil dar con nombres de filósofas que filósofos. Aquí en España, quitando a Zambrano, los demás nombres que se manejan son de hombres. Por cada filósofa, hay veinte filósofos.
En cuanto a Nemo, sí… es escandoloso. De todas formas, casi prefiero que esté el comentario a que no esté, así constan en acta las barbaridades que piensan muchos hombres (y mujeres).
Yo creo que apenas llevamos unas decenas de años con acceso a la libertad, no sólo social, sino individual, personal, ¿cuánto es eso en la Historia?
Mi opinión es que, como el mundo no ha parado para reiniciarse, algunas personas siguen sin aceptar totalmente el enorme cambio, definitivo. Podemos leer que el arte es de hombres: igual podría decirse el arte es de blancos. El otro día Polanski el pederasta comentaba sobre la masculinización de las mujeres causada por el control sobre su maternidad: para él entonces la libertad es masculina, luego si la ejercemos, no somos auténticas mujeres.
Sólo ha de pasar más tiempo; juzgar la obra, literaria o de otro tipo, de mujeres antes del año 2000 es hablar de heroínas. Ahora, ya, creo que no.
Por cada escritora, pintora o filósofa o química hay cien mil tíos. A la mujer se la ha sometido a un proceso de invisibilización brutal, desde hace siglos. La primera persona de la que hay constancia escrita, la primera persona-autora de la que hay constancia, es una mujer.
No he estudiado filosofía, no sé cuáles son los planes de estudio de la carrera, pero dudo mucho que en una facultad seria de filosofía no se estudie a Hanna Arendt. Más que nada porque a Jaspers y a Heidegger resultaría muy complicado entenderlos sin el concurso de esta señora. Sobre todo a Heidegger. Aunque, sí, tampoco se la nombra en esa fuente de información fidedigna (espero que se entienda la ironía, un día reeditarán el Quijote con emoticonos) que es la Wikipedia (en la entrada de Heidegger, digo). Pero, ¿no estudiar el proceso de Eichmann o Los Orígenes del Totalitarismo, en una Facultad de Filosofía? Si no se la estudia… Bueno, es que no quiero ni pensarlo, me parece pavoroso.
Hay muchas mujeres que salieron de sus casas para poder escribir: se fueron a los conventos. Todas las escritoras que citas son de hace dos días. La literatura escrita por mujeres no comenzó en el siglo XIX. De hecho, sor Juana Inés de la Cruz, con su Carta Atenagórica, podría haber sido una respuesta mucho más divertida y contundente al artículo de Ramón Lobo. Por nombrar solo a algunas españolas, porque si comienzo con las anglosajonas, puedo estar aquí hasta mañana: Isabel de Villena, María de San Félix, Ana de San Bartolomé o Cristobalina Fernández de Alarcón, esa señora a la que Quevedo y Góngora odiaban porque les ganaba todos los concursos literarios de la época.
La cuestión no es si la mujer está intentando adentrarse en la literatura per se o etc. La cuestión histórica es la falta de un espacio público: siempre ha estado confinada al espacio privado, a la periferia. No hay más que observar el patio de recreo de un colegio mixto: ellos están en el centro, jugando al fútbol. Las niñas permanecen en su lugar, en el sitio que les pertenece: la periferia.
En la periferia una no se puede aburrir. Uno se puede aburrir si dispone de un espacio público… y cuando llega al privado no tiene que mover un dedo. No puedes aburrirte cuando estás intentando vestirte de hombre para que te dejen estudiar o cuando te impiden ir a clases porque te tienes que casar (cosas que ocurren, por cierto, en muchas partes del mundo en este 2013). La pulsión intelectual de una mujer va a ser siempre distinta.
Compararlos es el error. No son comparables.
Pero vamos, que el resumen de todo esto, al final, es el de siempre: qué puta desgracia tener coño.
Mi intención era precisamente hablar de eso. Las mujeres que han escrito eran excepcionales: enfermas, mujeres sin hijos, madres solteras, monjas, pseudónimos, revolucionarias. El hombre no necesitaba ser excepcional para escribir, un hombre mediocre podía permitirse escribir. Una mujer mediocre no tenía acceso a nada que no fuera hijos-casa-marido. De eso pretendía hablar en el artículo, de por qué las mujeres no se aislaban, sino que convivían, y por eso no podía escribir un artículo como el de Lobo.
Faltan muchas escritoras porque el artículo no iba de citar escritoras, sino que intentaba divagar sobre el hecho de que la mujer se quedara en casa para escribir y el hombre se marchara para concentrarse. Igual no me he sabido explicar.
Oayuso, aunque se salga un poco del tema, la distribución del los niños en el recreo no obedece a razones de discriminación centro/periferia, sino a cuestiones naturales traducidas luego en intereses. De hecho está estudiado.
Los niños se muestran más activos físicamente, y son más violentos. También prefieren tener redes amplias de amigos aunque muchos de ellos no sean íntimos. Las niñas son mucho más tranquilas por lo general (cualquier padre podrá atestigurarlo) y prefieren las relaciones íntimas, menos contactos de amigos superficiales.
Hace poco, ahora no recuerdo dónde, si no lo enlazaría, leí un estudio donde se demostraba que las niñas en los recreos prefieren jugar una con otra, y son muy hostiles hasta que aceptan a una tercera, en caso de que la acepten. En ese punto los niños suelen ser más abiertos, también menos íntimos y empáticos.
Por tanto no es ninguna desgracia tener coño. Es que coño y polla tienen sus diferencias, y nada malo hay en estar en un lado del patio jugando a lo que sea en lugar de en el centro recibiendo pelotazos en los huevos o huevecillos.
Sí, sí que es una desgracia. En varios países del mundo, por tenerlo, se te aborta, o se te discrimina a la hora de ofrecerte la comida. O no se te permite estudiar. O no se investiga lo suficiente sobre enfermedades que te afectan, o que te afectan mucho más.
Eso, por poner los casos más graves.
Y sí: está estudiado, lo del recreo. Y, por desgracia, sí que obedece a patrones de «situación en el mundo».
No se puede decir tampoco, rotundamente, así, a lo alegre, que no hay filósofas. Yo no soy filósofa y tengo una cultura medianita. Muy medianita. Y he nombrado a unas cuantas. Si fuera un tema que me interesara lo suficiente (la filosofía, digo, que no lo hace), supongo que podría nombrar a muchas más. Una de ellas, María Zambrano, tiene un texto sobre por qué se escribe. No he nombrado a Wittig o Butler porque aún no sé si inscribirlas en la categoría de «filósofas». De hecho, no sé siquiera qué diferencia hay entre una «teórica» y una «filósofa».
En España, por ejemplo, tenemos el caso de Olivia Sabuco, bastante interesante por lo que tuvo, ha tenido y tendrá, supongo, de polémica.
Yo esperaría que, si se explora esa diferencia, se vaya un poco más atrás en el tiempo y no se dé por hecho que las mujeres comenzaron a escribir a finales del siglo XIX. No se trata de nombrar a más o menos (que, en el caso de las mujeres, de todos modos, no es baladí: generalmente, ni las propias mujeres las conocen): se trata de establecer un marco teórico, que aquí falla.
Oayuso, la desgracia son determinadas leyes y determinados humanos y determinadas situaciones socioeconómicas, que discriminan unas veces a las mujeres pero también por multitud de motivos al margen del sexo. Tanto a hombres como a mujeres. De hecho en la mayor parte de países donde hay gran discriminación de la mujer, los hombres suelen resultar peor parados si lo traducimos en porcentaje de muertes. Por ejemplo.
Lo preocupante es considerar que los intereses naturales de las mujeres son una desgracia. Las niñas del recreo están en la periferia por motivos muy sencillos. Para estar más tranquilas y al margen de juegos masculinos más bestias y también para evitar el impacto de una esfera de cuero en la cara. Si se colocasen en el centro vulnerarían las reglas del partido, que no comprenden la existencia de jugadoras sentadas que juegan a otra cosa, además de provocar los tropezones de sus compañeros, que caerían de boca contra el piso.
De manera inteligente, y puesto que como está estudiado prefieren otros juegos y relaciones más íntimas se colocan a un ladito y dejan que sus atribulados compañeros y amiguitos, futuros amantes y esposos, se dediquen al noble arte del portero-delantero, el chupapostes o, en el peor de los casos, la pedrada en la frente.
El tema de que las niñas son más tranquilitas y los niños más moviditos me cansa mucho. Son así, efectivamente, pero porque los educamos así. Las niñas han de portarse bien, ser agradables, educadas, cariñosas y competitivas entre ellas, los niños han de ser valientes, fuertes y mejor que no muestren mucho emociones que le conviertan en alguien débil. Señor prusiano, es cultura patriarcal, nada más y nada menos.
Yo recuerdo a Marie Curie, como gran científica,, por ejemplo y creo más probable que en una sociedad patriarcal como la nuestra, los logros de las mujeres han sido despreciados y silenciados , tienes a María Moliner otro ejemplo claro.
Y puestos a decir teorías, si en la edad media no se hubieran quemado a tantas mujeres bajo la acusación de brujería la química se hubiera desarrollado antes y la ley de boyle se llamaría la ley de margarita.
Es de que naturalmente las mujeres preferimos otros juegos es muy cuestionable. Preferimos los juegos que nos dan la aprobación de los adultos.
Si no fuera asi yo no podría entender por qué a mis compañeras de EGB y a mí, nos entusiasmaba el balonmano.
Nos entusiasmaba porque un profesor de gimnasia decidió formar equipos femeninos y no, masculinos, en contra de ideas preconcebidas. Éramos nosotras las que nos sentíamos dueñas del centro tanto en horas de entrenamiento formal como de juego informal; eran ellos los que ocupaban la periferia echándose un cigarrito. También contribuía a que nuestros padres ( los hombres )venían a aplaudirnos en los partidos. Nos sentíamos tan importantes, importaban tan poco el sudor, las manchas los pelotazos. Tuve mucha suerte, mucha.
Pues a mí me parece muy acertado lo que propone Jenn. No tiene mucho sentido arremeter contra el artículo con una ristra de nombres de mujeres que escriben, pues, por lo que he entendido, el artículo no trata de eso, sino de por qué, salvo en casos como los de Woolf o Duras, las mujeres no se aíslan, como sí suelen hacerlo hombres, para escribir. Las mujeres no se aíslan porque tienen que ejercer de madre, de esposa, tienen que cumplir con una serie de convenciones sociales, que seguir una cierta rutina cotidiana que las coarta y al mismo tiempo es la fuente y el acicate de su escritura. Creo que Jenn trata de explorar esa diferencia, no tanto de enumerar. Es más, habla precisamente de por qué las mujeres no entran en todas esas enumeraciones. Buen artículo, como de costumbre
Gracias, Alba. Es justo lo que quería explicar. Sé que faltan muchísimas escritoras. En el texto de Lobo también faltan muchísimos escritores, y es porque el artículo no iba de escritores, sino de los que se «aburrían» para escribir, para concentrarse. Yo pretendía teorizar o divagar o poner sobre la mesa el hecho de que la mujer no salía a escribir, sino que buscaba el momento, dentro de la vida, para hacerlo. Y que esa desiguladad crea dos mundos diferentes y dos desarrollos literarios diferentes.
He intentado explicotearme en Twitter hace un rato diciendo esto: que el artículo no iba de nombres de escritoras que han sido importantes, sino de la diferencia en la escritura. Igual no he marcado suficiente el tema y por eso aparecen tantos nombres que no aparecen. No aparecen tampoco nombres de escritoras que considero imprescindibles y no es porque no las tenga en cuenta, sino porque intentaba hablar de otra cosa. El tema es muy susceptible.
Acabo de ver las aclaraciones en Twitter. Al final uno pierde más energía explicando lo que escribe que escribiéndolo. Lo más práctico es dejar que los lectores se peguen entre ellos.
Pues no, no te has sabido explicar.
¿Ni una referencia a una de las literatas mas queridas, estudiadas y respetadas en Galicia como Rosalia de Castro?
En otro orden de cosas creeré en la igualdad cuando se dejen de hacer listas que separen los logros artísticos, científicos, humanistas…. por género.
Que se desprenda del articulo que la mujer no sobresale en la literatura porque no tiene tiempo o porque no disfruta de tanta libertad como el hombre posee para abstraerse de lo cotidiano es sexismo (pero el sexismo ‘bueno’, claro.. del feminista). Chorrada like a piano, ya que si hubo alguna muy buena en el siglo XIX o XX, ¿porque apenas hay ahora, que solo salen a la luz Stephenie Meyers o RK Rowlings? ¿También una vida de sumisión a sus parejas o de cuidar el campo?
Cada vez mas harto de que se juegue la «Gender Card»
«Alguna muy buena». Alguna. Pues eso. Mujeres que tuvieron que pelear para estar incluidas en eso que tú llamas «alguna muy buena».
Las de ahora… ¿Stephenie Meyers o RK Rowlings? Se me ocurren «algunas muy buenas» que no tienen nada que ver con ellas. Y no, la sumisión o cuidar del campo no está aplicado a la sociedad de hoy. Arriba decían que a partir del 2000 ya no hay heroínas, incluso un poquito antes.
El sexismo ni es bueno ni es malo. Lo que es malo es obviar algunas desigualdades que sí existen, aunque no lo parezcan.
Me ha gustado el artículo y no entiendo que no se entienda, porque sentirse ofendido por no citar a algunas escritoras es no haber entendido sobre qué quería poner el acento.
Es verdad que no hay mujeres entre los grandes filósofos, al menos hasta la fecha, aunque hoy en día si hay mujeres que estudien filosofía. Tal ves llevamos siglos de retraso, nos falta dedicación a la materia, nos distraemos con el ansia de la maternidad o más aún, con la realidad de la maternidad, no sé, pero las estadísticas son indiscutibles.
Y otro dato: entre los grandes filósofos casi todos eran solteros, sea por vocación religiosa o por dedicación al estudio. Y ahora citen y citen para contradecirme, pero mientras lo hacen, piensen sobre ello.
Sí, muchos eran solteros. Y los que no eran solteros no se planteaban cuándo era un buen momento para tener hijos, porque los cuidaban las asistentas y las mujeres. Sylvia Plath, cuando nació su primera hija, empezó a quejarse de que ella se hacía más cargo de la niña que Ted.
Siguen citando…
Un saludo.
Yo sí me aíslo. Tengo un niño de casi tres años muy movido y un montón de personas que dependen de mi en diferentes medidas,por lo que tuve que tomar una decisión. No he aceptado nunca las imposiciones sociales y tras el intento fracasado de escribir en casa, decidí irme los fines de semana a trabajar fuera, a una casa que me ceden para ello. La nueva situación no me impide desarrollar mi papel como madre ni cuidar de los míos; en cambio poder escribir sí me beneficia tanto profesional como anímicamente, y esto redunda en su bienestar. Al mismo tiempo se tiene que priorizar dentro del ambiente vital aquello que puede esperar o de lo que se puede prescindir. Y en la nueva jerarquía, aquello que se queda en el camino es lo que los demás, encorsetados en normas caducas que nos reducen, definen como sacrificios.
Me ha gustado mucho el artículo,Jenn.
Un cordial saludo.
Pues eso es precisamente lo que no era capaz de hacer en un artículo como el de Ramón Lobo. Buscar mujeres que tuvieran una casa en la que escribir. Me alegra que puedas combinarlo sin que se mezcle. Esa soledad de la que habla Duras en la cita del principio… esa soledad del que escribe es imprescindible.
Un saludo y gracias.
Pingback: 31/05/13 – Las mujeres que no se aburren también son peligrosas | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real
Durante muchos años yo creí que para ser escritora tenía que aislarme, incluso elegir -como me dijo un hombre- entre la vida y la literatura. No me extraña que tardara años en escribir mi primera novela. Me apasionaba la tarea, pero me aterraba la idea del exilio, la soledad y el aislamiento. ¡Qué horror! Solo años después he decidido que pienso seguir escribiendo y seguir viviendo, y me da igual si eso supone escribir menos. Creo que la idea de aislarse de la vida va en contra de la naturaleza femenina y comparto la idea que la autora del artículo quería expresar.
Anque aquí defiendo la intimidad y la soledad de la escritora, tampoco creo que una persona deba aislarse de la vida ni elegir. Si te apartas de la vida, ¿de qué vas a escribir? El equilibrio… ¡ay, ése!
Terrible artículo. Leí a Woolf en mi adolescencia y la releí este invierno. La diferencia fue brutal. A los 15 me abrió los,ojos, con casi 30 me pareció obsoleto. Necesario pero como libro de historia. Ya,sabemos qué pasó en la,historia de la mujer, ahora integremos dicha historia en la universal. Sin despeinarnos hemos sacado muchos nombres en los comentarios, y los que faltan. ¿No habría sido mejor contestar a,Lobo con esto? Aislarse en una cocina es aislarse. Centrar el artículo en el espacio disponible para el aislamiento, oponer la creación femenina al aburrimiento (sus obligaciones las llamaban constantemente), etc. Tenías opciones y elegiste el lloriqueo en lugar del guantazo en la cara. El final del artículo además sugiere que la literatura femenina sigue en su adolescencia y ya ahí sí que me niego. Moore se mea en la cara de la mitad de los autores de su generación, con pito o sin él, y eso sólo por quedarnos con un nombre ya dicho. Matute es extraordinaria, Laforet nos regaló una pequeñajoya.en forma de Nada, y Bazán es la,niña bonita de las letras españolas. Más orgullo y menos pataleo es lo que nos hace falta. Tus intenciones serían buenas, pero el texto no ha funcionado. A la vista está que has dedicado más tiempo a,explicarlo que otra cosa.
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Hola Jenn, muy buen artículo. Me ha quedado no obstante una duda. No sé si defiendes, como me ha parecido, que los temas «íntimos y personales, cotidianos» que han explorado a menudo las escritores, lastran de alguna manera su obra y les impiden hacer «arte por el arte». ¿Es así? ¿Es ese espectro de temas «femenino» lo que hace en parte que las escritoras no estén en la lista? ¿No se pueden hacer obras «literariamente excelentes» con ese espectro de temas?
Como escritora amateur, es la vida cotidiana, la experiencia íntima, la que más me interesa, y es cierto que a menudo encuentro más referentes en este sentido entre las mujeres que entre los hombres. Pero también hay autores que se nutren de estos temas «cotidianos» (el propio Chejov; Raymond Carver; Miguel Delibes; John Fante; Cheever; Junot Díaz) y que a mi juicio, son muy buenos.
Me interesaría mucho que me aclararas, Jenn, si a tu juicio, un espectro de temas más «personales o cotidianos» impiden alcanzar la alta calidad literaria… sospecho que no me he enteradao muy bien de tu artículo. Mil gracias.
No, no. Ni muchísimo menos. En contra del talento y la calidad no va absolutamente nada, ni ser mujer ni el tema ni la autoexploración ni el Yo ni nada. El talento se tiene o no se tiene, se sabe explotar o no se sabe. Una mujer puede pasar el resto de su vida escribiendo de la intimidad femenina, de la casa, del marido, de los hijos, y llevar adelante una buena obra. No creo que la exploración del Yo ni los «temas femeninos» hagan mermar la calidad del texto. De hecho, mis escritoras más revisitadas son precisamente Natalia Ginzburg y Carmen Martín Gaite, que son maestras del cotidianismo. Y Clarice Lispecto no hace otra cosa que ahondar en el Yo, reflexionar sobre él. Frida Kahlo se pintaba a sí misma porque decía que era lo que mejor conocía. Eso no significa que los que se queden en el autorretrato tengan menos calidad que los que pintan paisajes. Pero sí es cierto que la mujer tenía una vida y una independencia muy limitada, lo que provocaba que no pudiera enriquecer sus novelas con un abanico de sensaciones tan amplias como los hombres. Pero eso no significa que las obras puramente «femeninas» sean peores. Yo misma escribiendo soy bastante estática y centro la tensión en la mujer y en lo que rodea a la mujer… si creyera que es un lastre o que me va a impedir ser talentosa, no lo exploraría. Mis libros más recomendados son los que tratan temas personales y cotidianos… Y cuando uno tiene talento, da exactamente igual de lo que hable, porque lo hará bien. Pero la mujer necesitaba ampliar sus miras: si después decidía escribir sobre lo cotidiano, adelante; aun así, necesitaba tener libertad para elegir, y conociendo sólo un tipo de vida no tenía más opción.
Muchos hombres ahondan en lo que se suponen temas femeninos, pero nadie cuando los lee remarcaría eso. La mujer, en cambio, si habla de lo mismo, seguramente se lo destaquen. Ahí la diferencia.
Un saludo y gracias.
Jeen; me has dejado pasmada con esto. Mientras escribo lo hago encima del comedor en casa; a partir de hoy buscaré refunfuñarme en otros sitios donde quede a solas, conmigo y la hermosa escritura. Hasta perdí algunas lágrimas por este artículo; que asertivo. Me pudo encantar !-. Saludos mujer de mujeres.
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Yo no me aburro y también escribo y no sobre mi misma ni sobre cosas cotidianas escribo para desarrollar la mente y seguir con la creatividad lo hago porque me encanta reír y reírme de mi misma inventar historias imaginar lo que puede pasar o podía haber pasado todos tendríamos que escribir todos los días . Aprenderíamos más sobre nosotros mismo y sobre como actúan las personas , de distintas maneras , ante la misma situación ………….
Si bien es cierto me gustó el desarrollo del artículo, el autor no puede evitar caer en una visión «machista» de la obra literaria hecha por mujeres. Tal vez la auto expresión que algunos crìticos recalcan menor potencial creador, sea el elemento distinguible y especial de la escritura femenina. Tal vez ese sea su gran honor y su inmensa ventaja sobre otro tipo de literaturas. Por eso no estoy de acuerdo con el autor del artículo al señalar que la literatura femenina «carece» de la invención y de la creación del que se ufana el arte.
También han existido obras hechas por hombres que se han basado en parte a la queja interior que padecen por distintas razones, y se me viene a la cabeza Franz Kafka, no sé que hubiese sido de la obra del escritor si no hubiese sido motivado a expurgar y expulsar de si, los dolores ocasionados por la relación con su padre. «Carta al Padre» una obra casi confesional y que es un clásico literario. Entonces tristemente el autor del artículo que prometía se queda con una respuesta fácil y sencilla que declara que solo cuando la mujer deje de pensar y preocuparse por las «heroicas» luchas cotidianas, podrá existir en ellas la literatura, negando la tradición literaria en progreso que se sufrió en el siglo XX y en el Siglo XXI, claro esta, no es grande la tradición, pero de a poco se ha ido construyendo ese pedazo de historia cortado con el machete «machista» de la autoridad creadora.
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Llego muy tarde a comentar este artículo. Es que no tengo tiempo de aburrirme mucho.
Como elucubración me parece perfectamente válido. No creo que la autora del mismo, Jenn Díaz, pretenda hacer una tesis doctoral con estadísticas. Se trata de un texto expositivo-argumentativo coherente. Un artículo de opinión. Qué más quieres, Baldomero.
Y a modo de argumento emotivo-afectivo de experiencia personal, añado un ejemplo de mi humilde cosecha: mi ex cónyuge, cuando todavía no era ex y mi hija era pequeña y muy latosa, y yo intentaba «encontrar la consonante», que decía Lope, -un momentito nada mássss, por favorrrr-, me decía con profundo desdén «pero tú te crees que eres Juan Ramón Jiménez o qué». Se conoce que el papel de Zenobia Camprubí no estaba hecho para él…
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… yo sí que llego tarde , pero bueno , ahí va :
No voy a mencionar a ninguna escritora , ni a enumerar ejemplos que contradigan al artículo , más que nada porque cualquiera que ha escrito aquí me superará con creces en cuanto a lo que lecturas se refiere. Pero sí que me quedo a cuadros con la rabia contenida que irradian muchos de los comentarios. No sé si lo hacéis adrede o simplemente es que sois así . Por la manera de expresaros está claro que estáis por encima de la inteligencia media . Pero chicas , os ofendéis por cualquier cosa. Es cierto que las mujeres hemos estado jodidas durante mucho tiempo. ¿Por qué? Ni idea. Pero si estando en el s.XXI , con todas las posibilidades que se nos ofrecen , donde , y a pesar de que me lluevan mordiscos envenenados , se disfruta en ocasiones de un feminismo absurdo , os ponéis así con un artículo que solo pretendía engrandecer a la figura de la mujer , no sé como pretendéis que llegue el día en que ser reconocido en la escritura o en cualquier otra cosa , sea algo independiente de tener vagina o escroto. Yo os daría a más de una una dosis de pasotismo intravenoso .
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para escribir, se requiere un mínimo de cultura y realizar investigaciones, se requiere sensibilidad y habilidad intelectual para reflejar el mundo que nos rodea e nuestro cerebro y mente, contar con un método y un marco teórico, además de tener el gusto y necesidad de escribir; nuestros primero libros son elaboración de una tesis, que los la primera obra personalísima de los seres que arriban a una licenciatura, y vaya que nos es fácil…………. se requiere un asesor y entrenamiento, empezando por la asimilación de la gramática………. en nuestro tiempo ya no está limitado por el género….. aunque si por el posición económica…….. en cuanto a la posición histórico social………. tengo en mente lo que escribió simone de beauvoir en su obra EL SEGUNDO SEXO.