Esta tarde volveré al Bernabéu a ver un partido de la Copa de Europa. Mi memoria de berberecho no detecta partidos posteriores en este torneo al Real Madrid – Juve del 86 en el que Butragueño marcó el único gol del partido, aunque debe haberlos. Está claro que recuerdo este partido porque fue la primera vez que pisé el Estadio, en mayúscula. Camacho, Platini, Santillana, Laudrup, Hugo Sánchez… Para qué seguir.
En aquel tiempo los mismos necios que ahora nos reímos del Atlético de Madrid por ganar la Europa League llorábamos de emoción al ganarle al Videoton una Copa de la UEFA. ¡Al Videoton! Ay, aquellos años de la Movida, qué cutrerío de gloria. Borja Casani dice en una de las conversaciones recogidas por José Luis Gallero en Sólo se vive una vez (Árdora, 1991) que la Movida acabó el día del 5-0 que nos metió el Milán (los cursis lobotomizados por la prensa purista que obvien la tilde y pronuncien Milan. Ellos, que llaman “colgueit” al Colgate, son la reserva espiritual de Occidente). No está mal traído, ese partido fue el final de muchas cosas.
Y hoy cuando esté bajando el sol caminaré hacia el campo entre los chalés racionalistas que dibujó Bergamín en El Viso recordando otros míticos momentos futboleros de mi vida, como la Copa de Europa del regate de Redondo en Mánchester, que vi íntegra en el bar Marazul de la plaza del Ángel tomando cerveza y jamón de york cortado con hacha con mi colega Santi; o el recuerdo imborrable de mi padre con su cantinela de “jugando así hay que perder” soltada ya en el minuto tres de cualquier partido del Madrid o del Celta que pusieran por la tele; las risas con el libro de cortes de pelo de futbolistas con mi amigo Julián —si hicieran una nueva edición del libro, con los cortes de pelo que se gastan ahora los jugadores, pasaría a ser un libro de terror en vez de uno de risa—; aquellos gritos ya extintos de “¡hay copas de coñac!” en el Bernabéu que le hacían tanta gracia a mi hermano Miguel; el balón que me firmó Amancio; las imágenes en la tele de mi médico el doctor Cadenas, que era el médico del Madrid y que me decía Pirri porque me llamaba como el jugador a quién él también trataba y que por eso siempre fue mi jugador favorito; o aquella temporada que vi en el Centro Gallego de Nueva York con mis amigos Juan y Marcos. Aunque mi historia favorita de fútbol sucedió viendo un torneo veraniego en Galicia, en el pueblo de mis padres: veíamos el partido —unos años antes el Castilla de la Quinta había jugado ese mismo torneo— mis hermanos, mi padre y yo y de repente andado por la banda hacia su asiento vi a Claudino, el tipo de la tienda de ultramarinos al lado de mi casa, señalo hacia él y digo a todos “mirad, Claudino”, todos giran la cabeza y justo en ese momento, no podía ser de otra forma, marcan el único gol del partido. Estoy escribiendo la anécdota y me río yo solo recordando la imagen. Lo mejor es que tampoco vieron a Claudino porque la gente se puso en pie con el gol. Ninguno de nosotros vio el gol y solamente vi yo a nuestro tendero, a quien veíamos a diario en la tienda al comprar el pan.
Por la noche, a la vuelta de nuestra segura victoria —nuestras victorias no huelen a napalm, huelen a fritanga: a churros, a calamares— veré si escribo una crónica que complete estas líneas previas al partido, aunque cargue de doble trabajo a mi correctora quien, rodeada de bufandas —y no precisamente del Madrid— trata de vencer al resfriado que desde hace un par de días intenta acabar con su imbatible sonrisa, algo parecida esa sonrisa —ya quisiera yo— a la que tendré yo mañana cuando llegue a la oficina montado en el carro de goles que le vamos a meter a los turcos.
Ahora que Platini es una mezcla entre el bajista de Los Suaves y Gérard Depardieu quizá el fútbol ya no tenga tanta gracia, o puede que tenga más, pero lo único que tengo claro es que me lo voy a pasar como siempre que piso el Bernabéu, esto es, genial.
Pues sí, el fútbol ya no tiene tanta gracia, para muchos, y por saturación, empieza a no tener ninguna.
A ver si el Barça y el Madrid se piran a jugar la liga Inglesa y nos dejan disfrutar a los demás del fútbol tal y como debería ser.
Yo digo Milan y no digo ‘Colgueit’. Saber que al Milan lo fundaron unos ingleses y conserva en su honor el nombre anglicado en cualquier lengua no es ser cursis ni estar influenciado por puristas ni ser reserva espiritual de nada. Es hablar de forma correcta y con respeto hacia ese equipo. Llamar al equipo por el nombre de su ciudad en tu idioma, es más tonto que asar sushi . Cómo si un inglés llama al Dépor, Sport Club of Corunna; o al Celta, Celtic of Vigo. Qué cursis, puristas y espirituosos son los ingleses que le llaman Dépor y Celta.
«Llamar al equipo por el nombre de su ciudad en tu idioma, es más tonto que asar sushi»
Supongo que al Bayern Munich usted lo llamará Bayern München, por una cuestión de coherencia. Y lo mismo hará con el Olympique de Marseille, el Legia Warszawa o el Steaua Bucuresti, sospecho.
Sí, bueno, aquí también se puede hablar de football, que es como lo escribimos y decimos todos los que pronunciamos «Claerk Gueibol» (Clark Gable) en vez de «Clargable», que es como lo dicen otros entre churretones de calamar y churros pringosos. ¿Pero hay que referirse a ese equipillo si se va a hablar de FOOTBALL en mayúsculas? Creo que en la mente de todos, está el equipo que es la referencia actual en football desde hace años ya, y con toda la pinta de imponer su yugo durante muchos lustros.
Yo siempre digo cornijal en vez de córner.
Y musée du Louvre cuando hablo del museo del Louvre.
Hombre, hay una diferencia sustancial. Cuando la copa de Europa era la copa de Europa, la copa de la UEFA era la copa de la UEFA. Yo me entiendo. Desde la creación de la Champions, la UEFA League está descafeinada. Porque, ¿qué es más meritorio, clasificarse y perder en octavos de Champions o quedar eliminado en la fase de grupos como tercero y en la repesca ganar la UEFA League?? Esta incongruencia hace el torneo poco serio.
Sobre todo que en esos años la copa de la UEFA la jugaban los segundos, terceros y hasta cuartos de los campeonatos nacionales. La copa de Europa era la copa de Europa, porque la jugaban los campeones, pero en la UEFA uno se podía encontrar al Anderlecht, al Inter de Milan, al Manchester, etc. Esto hacía que pudiera ser más difícil ganar la UEFA que la copa de Europa.
Por ejemplo, con ese formato, el Barcelona y el Bayern de Munich este año hubieran jugado la copa de la UEFA.
Casi na’
Saludos!