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La herida de Abril (La ferita dell´aprile)
Vincenzo Consolo
Traducción al castellano a cargo de Miguel Ángel Cuevas
Año de publicación en Italia: 1963
Ano de publicación en España: 2013 (Editorial Traspiés)
125 páginas. Tapa blanda
Ya desde sus primeras líneas ―“De los primeros años que pasé viajando me queda la carretera enroscada como una cinta, que puedo desenrollar: ver otra vez las revueltas, las zanjas, los montones de grava alquitranada, la cruz de hierro pasionista; notar de nuevo el sol en el muslo, el olor a chotuno, la rueda que se desinfla, la naftalina que emana de las ropas.”― la que fuera primera novela de Vincenzo Consolo, La herida de Abril, se presenta como una de esas novelas a degustar con calma, de esas historias en las que se sabe desde el inicio que será fácil sumergirse, dejarse llevar. Me ha recordado el modo en que está contada la historia, la familiaridad que se consigue, los detalles que usa para describir a los personajes, a aquellas escenas de Amacord de todo el mundo a la mesa sin pudor ninguno; también a El Camino de Delibes, por los chiquillos, los pantalones cortos, las rodillas sucias. Una novela ―léanla y verán por qué― eminentemente italiana, de Sicilia y sobre Sicilia, muy masculina. Una historia que conmueve y encanta a partes iguales, llena de escenas que se han contado ya muchísimas veces (“¡Cómo está la tía, cómo está la tía! -no hacían más que decir los mayores todo el día. Y yo, de tanto y tanto oír hablar de ella, fue la que me imaginé la primera vez, pero sin sus visajes”) contadas aquí ―digamos, a falta de que se nos ocurra una frase al modo Vincenzo― de un modo nada convencional, sin hacer ninguna concesión tampoco a la sencillez: “tu vida de muchacho es un libro de fábulas que deja fascinado, aéreo funámbulo, ilusionista, escalador de cucañas, tocador de violín, pobretico, campesino”.
Leerán sobre La herida de Abril (Edidiones Traspiés), que es un libro de infancia y juventud, un libro sobre el despertar a la vida, etc. Y es verdad que lo es. Lo fascinante, no obstante, es la forma en que Consolo hila las palabras, lo que supo hacer con ellas.
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Coleccion 18%.
Low Cost, de Jesús Llaría
Pequeña vida, de Indiana Caba
Año de publicación: 2012 (Jekill & Jill)
52 páginas más 4 fotografías a color
Del calor al frío y al calor. ¿Por qué miro tanto y tantas veces las fotos de estos dos libros?
Lo de Jesús Llaría en Low Cost, de la colección 18% de los Jekyll&Jill son en su mayoría desnudos de mujeres, desnudos fríos, ni un ápice de erotismo, de sensualidad. Mujeres desnudas en el campo, en el agua, al sol. También escenas de la noche, humo, gente muy pasada ya. En Pequeña vida, de Indiana Caba, por el contrario, las fotografías son de una calidez estremecedora, imágenes cotidianas a la par que muy extrañas, en ocasiones. Son fotos sorprendentes, conmovedoras. Llevo meses hojeando uno y otro, intentando descifrar por qué me chiflan tanto estas fotos. He de concluir que no tengo ni la menor idea, que no sé contar el porqué de tal atracción. Tal vez tenga que ver con lo que decía Robert Hughes: «La gente necesita la belleza, existe un anhelo por encontrarla en medio del ruido de la imaginería visual que nos rodea. Por ello buscamos zonas de silencio y contemplación, escenarios de pensamiento libre y sentimiento no regulado.»
Cada uno de los dos ejemplares, en fin, es un espectáculo en sí mismo, una de esas magníficas ediciones a que nos tienen acostumbrados los editores zaragozanos, empeñados en sorprendernos cada vez, a la manera del más difícil todavía circense: “Instrucciones de uso: para una correcta exposición, coloque la zona superior de esta contracubierta ante la lente de su cámara de modo que reciba la misma luz que el objeto o la escena que desee fotografiar. A continuación, mida la luz reflejada sobre la contracubierta con un fotómetro manual o con el fotómetro integrado de su cámara. Anora tiene la medición perfecta de luz; ya puede disparar”.
Tocar
El niño salvaje
Jean M. G. Itard
Traducción al castellano a cargo de Diego Luis San Román y Gaëlle Suñer
Año de publicación en Francia: 1801 y 1806
Ano de publicación en España: 2013 (Artefakte)
153 páginas. Tapa blanda
La mayoría de nosotros conocerá la historia de Víctor de Aveyron por la magnífica película de Truffaut. En Enero del año 1800 este niño salvaje es retenido en la casa donde ha ido a guarecerse. Tenía a la sazón unos once o doce años; criado en los bosques, sin calor humano ni relación alguna con otros hombres, había sobrevivido en soledad, a la intemperie. Acabaría al poco siendo alojado en el manicomio de Bicetre, donde fue declarado «deficiente mental irremediable». Es cuando lo toma a su cargo —y al cuidado de la señora Guérin hasta el día de su muerte— Jean Marc Gaspard Itard, «médico especialista en patologías del oído, humanista y pedagogo».
Tengo que confesar que cuando cayó por fin en mis manos este libro me pasé un buen rato manoseándolo —el papel, las cubiertas, las solapas— sin prisa alguna por comenzar a leer. Es tan de agradecer cuando se pone tal cuidado a la hora de hacer un libro. “Artefakte es un entramado de complicidades pensado para provocar esos pequeños cataclismos del pensamiento. Nos interesa el libro más allá de sus límites convencionales, como un bien común que genera riqueza. Publicamos todo tipo de útiles (libros, vídeos, blogs…) que contribuyen a subvertir la gramática cultural de nuestro tiempo. Mucho más que libros, artefaktes”, dicen.
Esta edición de El niño salvaje la conforman —aparte del prólogo de Raimundo Viejo, que yo aconsejaría dejar para el final— los dos informes que escribiera Itard, uno en el año 1801 (Itard Mémoire) sobre los primeros “desarrollos físicos y morales del joven salvaje”, y otro en el año 1806 (Rapport sur Victor de l’Aveyron), “destinado a su excelencia el ministro de interior sobre los nuevos desarrollos y el estado de actual del salvaje”. Un trabajo exhaustivo del médico francés, primero en identificar los síntomas del llamado Síndrome de Tourette, donde se detallan, de una manera amena, didáctica, y sistemática, los distintos objetivos que perseguía al tomar a su cargo a Víctor, el estado en que se encontró, los cambios que se van produciendo, cómo va evolucionando a lo largo del tiempo que pasa a su cuidado, a qué conclusiones llega sobre el ser humano y sobre su naturaleza a partir de la observación de los cambios que se van produciendo en Víctor y de los cambios que no consigue que se produzcan.
Lo emocionante de esta historia no de ficción, o así se lo ha parecido a quien esto escribe, es asistir a todo el proceso, cómo va asimilando Itard sus logros y sus fracasos —“Un gran número de estos hechos testifican a favor de mi perfectibilidad, mientras que otros parecen invalidarla. Me he impuesto el deber de presentarlos sin distinción, los unos como los otros, y de contar con la misma veracidad tanto mis reveses como mis éxitos”— aparte de toda la suerte de reflexiones —filosóficas, antropológicas, sicológicas— a las que invita un texto de esta naturaleza.