Me ha pasado ya varias veces que, leyendo el comentario a un artículo mío, me he dado cuenta de que el comentarista no lo había leído entero. Lo elogiaba o lo criticaba, da igual: el caso es que, por algún detalle (por ejemplo, la recomendación de algo que ya estaba en el artículo), se veía claramente que se había lanzado a comentar antes de haberlo terminado. En tales casos, yo me he lanzado a replicarle a mi vez, para señalar su falta. Solo me ha retenido, al empezar a escribir, la autoconsciencia de que estaba haciendo lo mismo: iba a contestar a su comentario sin haberlo leído entero.
Esto me ha hecho pensar en la enojosa palestra que es Internet: constituida por individuos que no leemos, solo escribimos. El “hipócrita lector” de Baudelaire ya no existe. No porque haya dejado de ser hipócrita, sino porque ha dejado de ser lector, solo lector: ahora es, ante todo, escritor. De manera que lo de “hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère” podría ampliarse así: “hipócrita lector, mi semejante, mi hermano… tanto, que también eres escritor”. La lectura ya no es más que una palanca para la escritura. Lo leído no penetra, sino que rebota. Es una excusa para reaccionar: el texto es solo pretexto.
Hace una o dos generaciones todavía se prestigiaba al lector. Castellet publicó La hora del lector; Gil de Biedma respondía a la pregunta de por qué había dejado de escribir con aquello de “al fin y al cabo, lo normal es leer”; Borges declaraba “que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”; y Savater suele repetir que jamás habría escrito si le hubieran pagado por leer… Estos lectores han sido también escritores, y por eso los conocemos: pero su escritura nacía de la lectura; rodaba, por decirlo así, por el asfalto de la lectura. Nuestra escritura, en cambio, se desliza en una suerte de aquaplaning: va por encima de textos que no terminamos de leer, en los que no terminamos de aterrizar.
Si “lo normal es leer”, esta sobreabundancia de escritura supone una anormalidad, una aberración. Por una razón autoconcluyente: se trata de escritura que no se lee. Toda lectura corrobora que el circuito se ha completado, porque es siempre lectura de algo que se ha escrito. La escritura, en cambio, no basta por sí sola: es una mera invitación de baile, que se queda en nada si nadie la acoge. O en peor que en nada: en un ademán ridículo. La solución rápida es la de ponerse a bailar con uno mismo, que es lo que casi todos hacemos; de ahí que nuestro panorama resulte eminentemente masturbatorio. El filósofo Berkeley pensaba que la realidad se sostenía por las percepciones de los sujetos (y, por encima de ellos, por la percepción de Dios). Borges consideraba que esa misma era la naturaleza de los textos: realidades que solo se sostienen por la percepción de los lectores. La ausencia de estos transmuta los textos en entidades fantasma (naturalmente, descreemos de la existencia de un Lector).
Pero aún existen lectores que no escriben: yo conozco a algunos en persona (no hay otro modo de conocerlos) y constituyen una genuina aristocracia. Son sabios como Ricardo Reis: se contentan con el espectáculo del mundo —esto es, de Internet—, y no incurren en la debilidad de escribir. Voluntariamente o no, cumplen lo que proponía Nietzsche: “Aprender a ver —habituar el ojo a la calma, a la paciencia, a dejar-que-las-cosas-se-nos-acerquen; aprender a aplazar el juicio, a rodear y a abarcar el caso particular desde todos los lados. Esta es la primera enseñanza preliminar para la espiritualidad: no reaccionar enseguida a un estímulo, sino controlar los instintos que ponen obstáculos, que aíslan”. Lo que solemos hacer el resto, empezando por nosotros, los opinadores profesionales, es justo lo contrario.
Lo he leído de principio a fin, así que puedo comentar, para aplaudirlo.
También hay que añadir a los que opinan de una noticia sin haber pasado del primer párrafo, es decir, la Humanidad casi al completo. O ni tan siquiera pinchan el enlace: ven el titular y empiezan a vociferar.
Esos lectores -los últimos- leen lo que alguien ha escrito. Percibo, en consecuencia, cierta inconsistencia.
¿Y tú por qué escribes esto?
Le dije a Gaby: «Facebook no tiene orejas» y me recomendó leer este artículo. Y lo leí. Y alimento la paradoja.
Sí, amigo Tse. En realidad he presentado como algo ya consumado lo que, por ahora, es solo un proceso, una tendencia. He dejado que el nexo lo ponga el lector :-)
La tendencia real no es la sobreabundancia de contenido inútil. La tendencia es la ‘economía de la atención’, un concepto muy interesante que internet hace necesario. No hay menos lectores, hay infinitamente más con menos tiempo que dedicar proporcionalmente. El valor es capturar la atención.
Es una combinación de las dos cosas, Dolo: eso que dices más el impulso a reaccionar. Es un circuito nervioso.
Esto es muy interesante, porque nos lleva al siguiente nivel: de la blogosfera al medio social. Economía de la atención + interacción -> tribus hiperespecializadas. Eso es Twitter (para quien sabe utilizarlo).
Concretamente, el circuito de recompensa. Esto no era tan grave antes del auge de las redes sociales, pero ahora es una epidemia
Social media addicts get a dopamine rush when «using»
Todo es un reflejo de la dictadura de la mayoría. Tienen mejores medios, a ver cómo la educamos. Gran articulo, Mont.
Una paciencia necesaria pero imposible de obtener hoy por hoy.
Escribir sin haber leido, componer sin escuchar musica, replicar sin haber escuchado, hacer películas sin haber visto cine, eso es lo que tenemos hoy. Eso y los nostálgicos que perplejos, no entendemos lo que está pasando. Y qué….?Nos estamos extinguiendo, qué más dá.
Amén. Leí recientemente un artículo de Antonio Orejudo en el que decía que hoy hay más «escritores» que lectores. Y, tristemente, es así ¿Cómo puede ser?
Escribir rebaja la ansiedad, dice Uriarte, por eso es tan difícil dejarlo.
Una broma que se solía repetir antes en el mundillo literario, Chapeau, era: «hay más poetas que individuos alfabetizados».
Pingback: Hipócrita escritor: crítica a la crítica
—¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo?
—¡Me basta ver a su padre!
«Escribo, luego existo».
Es la clave para entender el fenómeno de los blogs y las redes sociales. La realidad ha devenido virtual; la existencia se ha convertido en texto.
Yo es que es ver un espacio donde poder soltar mi opinión y me lanzo.
Un texto brillantísimo. Al menos el cachito que he leído…
10 / 10
Yo he tenido que leer varios cachitos dos veces mientras redactaba respuestas a cada uno de ellos, y al final publicaré un libro.
No os precipitéis: es falso que ahora haya «más escritores que lectores». Lo que hay es mucha más gente que escribe que la que había hace 40 o 100 años, simplemente porque el nivel de formación es mayor y las facilidades tecnológicas inmensas. Pero sigue habiendo muchísima, pero muchísima menos gente que escribe que gente que lee (y no digamos una vez descontado twitter, el email, los sms y las listas de la compra). Y también hay muchísima más gente que lee ahora que la que había hace 40 o 100 años (sobre todo teniendo en cuenta que hace 100 años había en españa tres cuartas partes de analfabetos).
Lo que ocurre es que, como el número de «escritores» ha aumentado muchísimo, las oportunidades que tiene CADA escritor individual de ser leído son bastante menores que las que tenía un escritor «medio» en la generación de nuestros abuelos. Y eso molesta un montón.
Amén.
Bueno, las capacidades tecnológicas para escribir no se si han aumentado (un lápiz y un cuaderno no creo que fueran un lujo hace 100 años). Lo que si ha aumentado es la capacidad de ser leído, y con eso el orgullo del que escribe, sea escritor profesional o amateur. Y nos hemos convertido en esclavos de la atención de los otros (o como se dice en inglés, somos unas «attention whores»).
Tranquilo, aún quedamos lectores hipócritas (“quedamos” digo, porque soy lector, y soy hipócrita por el simple hecho de escribir este comentario convirtiéndome en escritor, una cosa no quita la otra pero no hay peor cosa que un hipócrita mediocre y por eso me esfuerzo por ser un hipócrita, digamos, con énfasis). Porque como dijo Borges: “que otros se enorgullezcan por lo que han escrito, yo me enorgullezco por lo que he leído”.
No pude evitar el chiste fácil, y lo sabes, confío en que lo sabes.
Quería decirte que a pesar de estar de acuerdo con tu publicación, matizo que lo que escribió Baudelaire debe quedar como está. Simplemente se lee con un nuevo significado a la luz de tu reflexión, por supuesto. Por eso los clásicos son clásicos, perduran en el tiempo resignificándose tal cual fueron escritos.
Confía en que te leen muchos sin comentarte nada y sin siquiera ponerle un me gusta a lo que escribes. Confía digo, porque es incomprobable, pero nada nos impide elegir la realidad que mejor nos convenga, la mentira que elegimos ascender a verdad.
Eso sí, aclaro, lo que no leí fue todos los comentarios. Soy hipócrita pero tampoco tanto como para mentir(me) hasta ese punto.
Así que si repito algún concepto, e incluso el chiste fácil, no me disculpo, pero sabrás comprender.
¿Se podría decir que el texto deja entrever que algunos grandes escritores juntaban letras más por afán de generar lectura en el prójimo que escritura en si mismos?
Queda a nuestro criterio distinguir la paja del grano y decidir que merece la pena leer y cuando escribir asumiendo que no hay vida suficiente para lo primero y que quizás nadie se interese por lo segundo. Buen artículo, lo he leído y me ha gustado.
Y tu más.
¡Lo que daría yo por leer, sólo leer, y no tener que escribir!
Muchas gracias a todos: demuestran haber leído bien mi artículo. Este, por lo demás, tiene un destino trágico: nació condenado a ser desmentido en cada lectura.
Y confirmado en cada comentario.
Un artículo de Rafael Reig que va en la misma onda
Indignados sí, agraviados no
Cada día me gusta más todo.
Estamos en lo que yo llamo «burbuja de la exhibición». Lo que más importa es que nos vean. Y cuanto más y más, mejor. Las redes sociales, la telefonía móvil, la tecnología en general… todo son medios para proyectarnos y exhibirnos. Es la sociedad del porno. Definitivamente se ha decidido por obviar el camino y las formas. Sólo importa el final, la foto, que te vean, da igual cómo, escribiendo o follando. Pero que te vean.
Señor Montano, tengo que discrepar, la escritura no es una invitación de baile, sino un baile en sí mismo.
Escribir es un acto de soledad, masturbatorio, si lo prefiere, que se inicia y concluye en uno mismo y en el que las únicas parejas posibles son solo reflejos.
Y me temo que será así mientras no se descubra la forma de conectar dos cerebros, hasta entonces, podemos bailar por turnos.
Un saludo.
El mejor comentario. Y que cierto.
Muy bueno.
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En un libro que recoge algunas de las conferencias que impartió Umberto Eco a lo largo de su vida, Sobre literatura, R que R Editorial, en una referencia tangencial al tema de su artículo, escribía el de Piamonte: «A menudo me he preguntado: ¿escribiría todavía hoy si me dijeran que mañana una catástrofe cósmica destruirá el universo, de suerte que nadie podrá leer mañana lo que escribo hoy? En primera instancia la respuesta es no. ¿Por qué escribir si nadie me podrá leer? En segunda instancia, la respuesta es sí, pero sólo porque abrigo la desesperada esperanza de que, en la hecatombe de las galaxias, pueda sobrevivir alguna estrella, y mañana alguien pueda descifrar mis signos. Entonces escribir, aun en la vigilia del Apocalipsis, tendría todavía sentido. Se escribe sólo para un Lector. Los que dicen que escriben sólo para sí mismos no es que mientan. Es que son espantosamente ateos. Incluso desde un punto de vista rigurosamente laico. Infelices y desesperados, los que no saben dirigirse a un Lector futuro».