(Este artículo contiene SPOILERS de la segunda de temporada de Homeland)
Una gran explosión para apagar el fuego. En ello consistía uno de los métodos empleados en 1991 para intentar extinguir los incendios provocados por las fuerzas armadas de Irak en pozos de petróleo kuwaitíes que ardían incesantemente. La ignición de aquel residuo, la política de tierra quemada de la primera Guerra del Golfo fue documentada en Los Incendios de Kuwait, trabajo filmado en formato Imax y divulgada a partir de 1992. Y verlo era un cielo flamígero.
Escenificada en la guerra entre el islamismo radical y Occidente que tan inmediatamente recogió el testigo de la Guerra Fría —fue 1991 el año en el que se acabó oficialmente la URSS—, la segunda temporada de Homeland se ha cerrado con otro big bang cuyo objetivo era el efecto exactamente contrario al de esas detonaciones para apagar los pozos candentes de Kuwait. La bomba, como los desfibriladores en el corazón infartado, era para dar cuerda a la serie. Aun amputando a la tarantiniana manera una parte del reparto.
Tras haber funcionado primero en una onda similar a los Infiltrados de Scorsese, con el público pendiente de si en la ficción se descubrirá la información que el espectador sí tiene, las alegrías del segundo incendio de Homeland han sido fabricadas a base de sorprender a ese mismo espectador con bombas y metralla cuando no las esperaba. Dos recetas elementales del thriller para dos temporadas hiladas con buena nota por sus múltiples guionistas y directores, cuyos personajes siguen engañándose permanentemente entre sí para que la audiencia pueda mantenerse saludablemente engañada.
Dirección única
Homeland viene de romper con galardones el exitoso expediente de Mad Men. Su segundo curso ha discurrido con el doble reto de mantenerse a la altura del prestigio académico cosechado en forma de emmys y conservar la fidelidad del espectador entusiasta. Todo ello haciendo crecer la bola. Convenientemente exportada tras su fama y gloria, en España sí hemos tenido ya una presentación doblada y con apenas un breve diferido respecto al tiempo y hora de la emisión americana. Variando ligeramente la receta de «gato vs. ratón terrorista + síndrome de Estocolmo» que cimentó la primera etapa, Homeland va desenrollando un particular combate en tiempo real entre americanos y yihadistas. De los segundos ha sido explicada una clave temible: la Causa, su importancia y consecución, trasciende con mucho al individuo que participa en ella. Por contra, en el bando americano, el de la CIA, FBI y una célula extraoficial especializada en matar, la individualidad, los egos y sentimientos de cada uno, emergen como obstáculos para la eficacia de esta lucha por capítulos. El mensaje bien pudiera ser que el monoteísmo es monstruoso, pero lo cierto es que va ganando.
Ha finalizado todo con una gran bomba, la que no explotó en la culminación de la primera temporada. Las señales apuntan a la culpabilidad de Nicholas Brody. Brody salió indemne un año antes de un atentado fallido que entonces sí le tenía como artefacto. La serie se detiene por tanto con una suerte de simetría respecto a su desenlace anterior. Allí todos sobrevivían para que el show continuara. Pero era Carrie Mathison, la perseguidora y enamorada y compañera del ahora marine-congresista, quien terminaba en un horizonte poco prometedor. Ahora, en cambio, Brody es El fugitivo.
Desde el sugerente punto de partida de un prisionero de guerra retornado que se había constituido en un mártir-suicida del terrorismo islámico, un traidor enfundado en reputación de héroe, ya contamos que en Homeland se emplearon con eficacia resortes típicos del culebrón y del serial de duración indefinida para engrasar un relato de desequilibrios emocionales, fe de dobles direcciones y entresijos de la ficción de espías que permanecían enterrados desde los tiempos, precisamente, de la guerra fría. Una carga profunda de emociones combinada con acción, cañones de luz, nocturnidad, personajes maléficos a los que ni siquiera vemos hablar. El enemigo tras el mostrador de la tienda de ultramarinos. Y la ventana indiscreta del seguimiento por cámara y micrófonos.
El efecto Ibáñez
La continuación de tan galardonado primer torrente (premios gordos para la serie y sus actores protagonistas) ha complementado esa propuesta a través de un interés más profundo en los personajes, que básicamente han sido los mismos más la estupenda aportación de Peter Quinn. Al margen de esta lectura, el empeño de guionistas y artificieros ha consistido en mantener los balances de tensión, con los consiguientes crescendos y golpes de efecto que siguen emparentando la serie con el éxito y las claves de Lost, prometiendo siempre un postre más sorprendente que el anterior. Aquí con la dificultad añadida de que un giro es más difícil de hacer verosímil en un trabajo de corte «realista» como Homeland. La serie se mantiene en el notable en tanto trepidante y la faceta que los ingleses denominan «straight-forward«, directa y al grano. A diferencia de Mad Men, carece de subtexto por mucho que su marco represente una invitación a la sugerencia. En rigor, si la de los publicistas podría describirse como una serie de copón de coñac, Homeland es una serie petazeta.
Sí que bebe del juego de la sospecha constante que nutría aquellos libros de la guerra fría, con la Rebecca de Ken Follet como inspiración improbable. Allí, las causas solían imperar sobre los sentimientos y el mayor de los arraigos: una esposa de agente secreto que cambia de bando. En Homeland, en el lado de los americanos ya hemos señalado que las emociones y ambiciones personalistas soslayan con frecuencia las servidumbres nacionales. Es curioso que en un entorno de ficciones, el de las series contemporáneas, donde sobresale la profesionalidad de los protagonistas —desde la pericia de cada uno de los integrantes del equipo de Bones hasta las exhibiciones de House y sus subalternos pasando por los artilugios de los CSI— en Homeland, donde nos cuentan lo que sucede en las esferas que cuidan de las cuestiones más delicadas de la nación en términos de seguridad, el compromiso profesional es menos que imperfecto. La CIA a veces parece la TIA y cuando vigilan con cámara falla el sonido o cuando hay sonido se va la imagen.
Esto le añade cuerpo a la serie pero puede chocar a quienes de norteamérica hemos recibido tanta imagen plana de insobornable patriotismo. Abunda de hecho la insubordinación y lo irónico es que estos casos, cuando el soldado de turno desobedece las órdenes superiores para actuar por libre, con Carrie como embajadora de tamaña mala práctica, es que esos pálpitos suelen reportar resultados satisfactorios y algún punto ganador para el bando bueno. La Nación gana desde el caos y los terroristas desde la organización.
Van por libre desde el mismísimo vicepresidente hasta unos servicios secretos que casi siempre fallan. Porque no se debe perder de vista que el balance final de la segunda temporada es que vuelven a vencer los malos y que sin Carrie no seríamos nada. Esta vez la bomba no se estropeó. Con el malo Abu Nazir ardiendo en vez de dejarse quemar. Entre tanta complejidad, sobre todo la de un plan yihadista que parece hecho a medias por Kayser Sozé y el John Doe de Seven, la gran virtud de la serie es que no enrevesa (una parte de la Trilogía de Nueva York de Auster trataba del observador que observa a un observador y Homeland esboza similitudes pero finalmente no le complica la vida al espectador con metafísicas). Ofrece sobre todo el ritmo y color adecuados para cada secuencia, una sana característica que han ido adquiriendo todas las series americanas desde Baywatch y que antes ni siquiera Twin Peaks poseía. A cambio sí se ven las costuras de alguna subtrama argumental en exceso tramposa, así como un fallo evidente en la faceta romanticona o pasional. En lo visual destacan las panorámicas aéreas del Washington nocturno y uno se quedaría con los momentos que transcurren fuera de foco, en carreteras secundarias y los páramos rurales donde Ed Gein hizo la mayor parte de las suyas y donde Shyamalan acabó decidiendo su impresentable El Incidente. Homeland se ha confirmado por tanto como ficción de acción. Pocas palabras, pero muchos menos silencios. Lo que ves es lo que hay.
Haz lo que debes
Si era esta una historia de Fe y Lealtad, en la última temporada irrumpe la Moral como referencia. Se desarrolla todo un hilo argumental, probablemente poco relevante, en torno a la muerte que causan los hijos del vicepresidente Walden y el congresista Brody en su noche de juerga, cuando desafían la regla y escapan de la escolta. Hay todo un discurso de Abu Nazir explicando a Carrie la lógica y teleología de su cruzada. Y se suceden los interrogatorios donde los de la CIA —la propia Carrie en Langley, Saul Berenson en el confinamiento de la terrorista Alaieen Morgan— tratan de persuadir a los capturados con salmos del bien y el mal. A veces es un tanto ridícula la invocación a los niños porque parece que el interrogador va a citar a Bono o a Gloria Fuertes. Es por los niños, que no merecen el mal. Y es que hay tanto mal en Homeland que la acción es un deber. Tiene la serie cierta vocación y pulsos cinematográficos, generalmente con Carrie ejerciendo de heroína, porque por lo visto son esas unas partículas elementales en las series de prestigio actuales que no son sitcoms.
Rezaba un famoso anuncio de los ochenta que cuando un desconocido te regalaba flores, eso era impulso. A Carrie le dan impulsos, se le activa el sexto sentido, tal y como lo describe el ingrato David Estes hacia el final de la temporada, y con o sin conformidad de sus jefes se lanza a buscar parafernalia en plena ratonera de Beirut, a irrumpir en los interrogatorios, a encontrar al malísimo Nazir en las tripas de una factoría de negra herrumbre y por supuesto a salvar a Brody de una condena segura. Esta mujer siempre parece en tierra hostil y por poco se mata en su mismísima casa. Los cardiómetros se disparan asimismo cuando Brody conspira en el despacho vicepresidencial o acaba partiéndole el cuello al de la tienda de Gettysburg. Siempre con la certidumbre de que ambos dos saldrán airosos del trance, la serie va compensando esos falsos suspenses con la apertura de nuevos afluentes argumentales.
Si la obra no es El Equipo A, una dieta de acción demanda muertes y en el segundo Homeland la cifra de bajas se dispara. Aquí sí entra en juego el moralismo de que quien la hace la paga y así van desfilando sucesivamente la traidora terrorista que se rebana el cuello con una botella de vino. Y el aspirante a presidente que lleva en el CV secreto el bombardeo de un patio de niños. Y Estes, su cómplice en aquello. Y Nazir, en lo que resultará ser parte de su propia partida. Y el hijo de Walden, por atropellar a aquella mujer. Si bien pone el acento en lo injustificado o equivocado de la estrategia de los drones —de tan vigente actualidad—, planteándola como una espoleta que explica la insistencia de los terroristas en vengarse, en Homeland se ve la liquidación de los malos como una medida conveniente y celebrada. «Yo mato malos», le espeta Quinn a Estes para explicar que no ha cumplido la misión de matar a Brody. Y en esa frase delimita dónde empieza y termina el trabajo de la máxima especialización en el cuarto de los servicios secretos.
Intentar matar a Brody será un escenario más que probable en la tercera temporada. Por los dos bandos. El hecho es que en esta segunda tanda es Nicholas quien ha vuelto a matar. A un tendero de Al-Qaeda —en una rocambolesca trama empleada por los guionistas para enrarecer su relación matrimonial e iniciar el complejo plan de Nazir en suelo americano— y a su odiado Walden (cumpliendo al fin, en una forzada combinación de involuntariedad y deseo, su antiguo objetivo).
Brody mata a Walden para salvar a Carrie, que se pasa la temporada recibiendo trompazos y resurge de un destino fatal en media docena de ocasiones. Empezando por el hecho de que la dramática operación en su cabeza no la ha alienado, la vemos sobrevivir a un tiroteo, con ella como diana, en Beirut; rescatarse de su propio suicidio; salir airosa de la pistola en la sien empuñada por Nazir. Y finalmente, abandonar en el momento preciso la sala que será dinamitada en el impacto final.
La sangre es más espesa que el amor
Entre semejante aleación de agencia secreta, heroicidad y situaciones límite, a Homeland también la recorre una arteria de amor. Acaso el vector menos convincente del conjunto, la vena romántica entrelaza al gato y al ratón, Brody y Carrie, precipitándoles por unos minutos a un final de la escapada que finalmente solo competerá a uno de los dos. Es el lado sentimental, tan importante en los primeros episodios, pero que aquí entorpece y es un anticlímax. No es que nos filmen sus siluetas bailando jazz negroide, ese que le gusta a ella, bajo el reflejo de la luna. Pero tampoco termina de cuajar la historia más cruda, de clavo ardiendo, que los ha vuelto a emparejar. El enamoramiento de Carrie, otra vez con parada y fonda en la casa del estanque, puede interpretarse tan necesario como fastidioso.
Otra corriente de amor viene protagonizada por Dana, la hija de Brody, y Flinn, el hijo del vicepresidente Walden. Súbitamente dinamitada por el episodio del atropello, tampoco destila la mínima emoción, por mucho que quisieran repetir la escena del planetario de Rebelde con causa pero en superpijo. Y en tercer lugar Jessica, la sufrida esposa de Brody, vuelve a refugiarse-en y encamarse-con Mike, el anodino mejor amigo de Brody. El espectador puede sentir cierto alivio porque era eso precisamente lo que necesitaba la señora, una buena dosis de normalidad tras la montaña rusa de postines, secretos, mentiras, coranes y crisis hasta en el tapper-ware. En el último suspiro nos enteramos de que la esposa de Saul Berenson volverá en la tercera temporada. Y ahí está la única historia de amor que nos ha convencido.
Hay algunos cosméticos, desenredantes de pelo y esas cosas, que se componen de dos líquidos de diferente color que no se diluyen entre sí. Uno encuentra fascinante agitarlos para conseguir, no sé, un color celeste uniforme, y contemplar luego cómo el blanco se separa inevitablemente para quedar de nuevo por encima del azul. Esa franja de normalidad, de asentamiento, de cuando el agua se acomoda por encima del aceite, es lo que brinda progresivamente Homeland en su episodio final. Después de agitar y agitar el tarro, la mezcla vuelve de forma paulatina a un equilibro cósmico como el que invocaba William Hurt en Smoke o echaba en falta aquel tío de Gran Hermano que tenía una pierna encima. Son probablemente los mejores minutos de la serie, que anuncian precisamente un final.
Brody resuelve su martirio familiar y su hija le redime, Estes deja en paz a Berenson tras la providencial intervención de Quinn. Brody también bendice a Mike para que le releve en el hogar Brody. Y Carrie deshoja la margarita de su potencial de felicidad. Va sucediéndose ese arreglo de las cosas, como durante toda la serie a través de una presentación formal impecable, y en el trasfondo puede sonar un tic-tac imaginario, el sonido del viejo reloj de la mesita de noche que indica que todo está en orden y se aproxima un amanecer rutinario. Pero resulta ser el tic-tac de un detonador para que todo explote y se vaya al carajo y se apague incluso el fuego entre Carrie y Nicholas, porque la ficción trata sobre vender el drama y en este realismo, el que propone Homeland, la normalidad no es negociable y el cielo será flamígero o no será. Como esas canciones de speed metal que principiaban con unos acordes acústicos para dar entrada a la furia de una empresa de derribos.
Ha sido entretenido, lo cual debiera bastar. Y los ilusos aún nos aferramos a que en el cierre de todo el bueno de Virgil acabe siendo el tapado de la trama. Al igual que en aquella leyenda urbana sobre Chao-Li y Falcon Crest.
Algunos personajes que sobreviven:
Nicholas Brody: zarandeado, un títere en dicotomía permanente, fingiendo para los dos bandos, mintiendo a su familia, matando y salvando, trepando y cayendo, el pelirrojo de voz susurrante ha perdido lustre y ganado patetismo en su intento por sobrevivir. Tiró la toalla y cuando disfrutaba ya su segunda oportunidad su vieja confesión ha llegado al mundo.
Carrie Mathison: no hay estación intermedia para ella. Del invierno de la lobotomía a un horizonte de gran cargo en la CIA. Ha ganado la muerte de Nazir pero esta vez no se coscó de la jugada del atentado. Le falta cierta feminidad al personaje, lo cual lo empareja con la Linda Hamilton del segundo Terminator, y eso, teniendo en cuenta que Claire Danes ha hecho de mujercita o de Julieta, solo puede significar un buen trabajo de la actriz.
Peter Quinn: el debutante y máximo accionista de nuestras devociones, con un final de temporada espectacular resumido en tres planos: comiendo de una lata de conservas, en posición de verdugo para liquidar a Brody y en la butaca del dormitorio de Estes. Apunta a que amará a Carrie. Los conspiranicos pueden aducir que no solo sobrevivió sospechosamente al ataque de Gettysburg, sino que su decisión de no terminar con Brody ha posibilitado la masacre final.
Saul Berenson: el padre de Carrie —“eres la persona más lista y más idiota que he conocido”— y el Morgan Freeman de la serie. Esencial.
Roya Hammad: A Zuleikha Robinson puede que la recuerden de Lost, donde su personaje era tan desagradable como este. Un finísimo acento inglés para un papel de periodista terrorista cuyo mecanismo motivacional es, como lo fue en Brody, la venganza.
Dana Brody: Una amargura permanente como consecuencia de lo que la rodea. Como sucede en este tipo de ficciones, posee una madurez impropia de su edad.
Jessica Brody: Tiene su momentillo de gloria dando un discurso, pero ha sido relegada y vuelve a los brazos de Mike Faber, el buen soldado.
Lauder Wakefield: A este lo incluimos por estereotipo: el veterano de guerra lisiado, resentido y de vida desordenada la lía siempre que le permiten aparecer.
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Realmente vive de cliffhangers, como le pasaba a Lost, y si bien dentro de su enfoque realista alcanza cotas de inverosimilitud tremendas es bastante recomendable… yo afronte reticente la 2º Temporada, pues pensaba que lo suyo hubiese sido una única temporada acabada por todo lo alto con la inmolación de Brody. Pero bueno, mientras siga manteniendo un nivel mínimo, entretenga y tengan claro donde quieren llegar que sigan rodando.
Si me tuviese que quedar con algo, que espero que tenga mas importancia en el futuro de la serie, es con el «duelo» de dos de las reliquias del espionaje; algo que por cierto enfocan de modo antagónico: Saul («tu mataste a mi padre…») y el fugaz Dar Adal que nos brinda F Murray Abraham.
En general de acuerdo, pero este artículo me parece mucho ruido para tan pocas nueces. Me sorprendió, para bien, la primera temporada. La segunda es muy flojita y me dejó sin ningunas ganas de ver la tercera. Con lo que sí estoy disfrutando y acabo de descubrir es con Forbrydelsen («The Killing»), la mejor serie que he visto en los últimos dos años (aunque sea de 2007).
¿Y yo qué sé lo que son spoilers? Ya me habéis fastidiado la serie.
Muy interesante. Estoy muy de acuerdo en lo de Claire Danes, está haciendo un trabajo maravilloso, nunca la había visto en un papel así (de loca, compulsiva, medio machorra), se sale.
Con lo de Quinn de las escenas también coincido y estoy segura de que está algo pillado por Carrie.
De lo que no has dicho nada, que no me parecería demasiada locura de hecho, es que igual Saul está metido también en Al Qaeda. Para mí es lo único que no se ha solucionado de estas temporadas, hay alguien infiltrado en la CIA fijo, y que fuera Saul sí que sería un bombazo… es un personaje que me encanta pero tiene cosas muy raras…
:)
Gran análisis.
La 2ª temporada me tuvo decepcionado, como bien dices, por tanto giro «Lostiniano» y amoríos desesperantes pero al final a vuelto a dejarme como un yonki en buscar de la metadona.
Por cierto, a mi la actuación de Claire Danes en la primera temporada me pareció una pasada; en la segunda no se si me he acostumbrado o ha llegado a caer en la sobreactuación.
Otro de los puntos flojos: hay situaciones surrealistas, poco creibles y bastante tontas para dar base a giros en la trama.
Esta serie es un pestiño
– Claire Danes parece un buho enloquecido y pasado de anfetas.
– Las escenas situadas en paises árabes parecen sacadas directamente de McGyver.
– La disciplina laboral en la CIA está calcada de Loca Academia de Policia II
… por tanto, verla re drogados y reirse!
Le falta feminidad a Carrie???
Estoy bastante de acuerdo con el autor del artículo. La primera temporada estuvo muy bien, pero debería haber terminado ahí, con Brody llevándose por delante al vicepresidente y compañía. Para mí lo que mas chirría de la serie es la relación de Brody y Carrie, que me parece muy poco creíble. Y en la segunda temporada ya se va de madre. Tanto la relación sentimental como la forma de actuar de la protagonista. Me resulta desesperante que prácticamente en cada capítulo Carrie haga caso a sus impulsos personales y se pase por el forro tanto protocolos de seguridad como las órdenes directas de sus superiores, poniendo en peligro toda la operación. Es que sólo con la escenita que monta en la habitación del hotel de Brody después de estar flirteando con él en el bar, la tipa merece ser despedida fulminantemente y una orden de alejamiento de Langley de 100Km y de por vida!
ay!!!! ¡qué ganas de leer el artículo pero me contendré! Soy un yonqui de la serie pero voy por el 4º de la 2ª temporada, pero no lo tengo y los siguientes sin subtítulos y cuando los veo así algo me pierdo!!!…¿qué hago?
No me negareis que el episodio final de la 1ª temporada era bueno y la imagen final mejor aún.
Samuel es el mejor de la serie, que se puede esperar de Iñigo Montoya!!
Eso no se hace!! Con lo loca que estoy yo por Samuel Berenson y con lo feliz que era ignorando ese pasado de Mandy Patinkin XD
Pienso que es una serie totalmente sobrevalorada. Admito que tiene una primera temporada buena, pero inferior a casi cualquiera de las series con las que ha competido en los diferentes premios que ha obtenido.
Sin embargo, su segunda temporada no ha sido más que una sucesión de giros argumentales, cliffhangers y demás trucos fáciles y efectistas. No tengo nada en contra del uso de estos elementos en una serie, pero en Homeland esto ha provocado que la serie haya perdido toda su coherencia interna y que la construcción de los personajes que habían efectuado con tanto mimo en su primera temporada ahora se tambalee (de hecho ahora mismo dudo que Carrie sea el único personaje bipolar de Homeland).
Y es que como la cabra y Alex Gansa tiran al monte, Homeland va camino de convertirse en una suerte de ’24’ con ritmo pausado y sin reloj.
PD: Como serie de espías y terroristas ‘Rubicon’ era mejor que Homeland.
coincido con tu post data
No comparto el interés de algunos en juzgar la serie por su grado de verosimilitud. Mientras la veo, me la creo; está bien escrita e interpretada, y no creo que aspire a ser analizada más que como un (brillantísimo) thriller, no como un tratado moral sobre el terrorismo ni nada parecido. Tengo ganas de echar un vistazo al original israelí, a ver qué tal.
Por cierto, para los que la hemos visto por la vía ortodoxa, buen detalle de FOX de emitirla en V.O.S. con cierta inmediatez respecto a la emisión USA, pero un maltrato a los que hayan optado por verla doblada, suspendiendo la emisión del capítulo cada vez que había un puente o en Navidad.
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¿Qué quiere decir con «le falta cierta feminidad al personaje»? ¿Que debería operarse las tetas?…
Coincido con muchos comentarios, la primera temporada fue buena, sin duda el mejor estreno del año.
La segunda temporada tiene nivel de serie de la sexta.
Es una serie que trata temas complicados y quiere hacerse aún más complicada, resultando un lío improvisado que no hay por donde coger.
Ni se me ocurrirá asomarme a la 3a temporada.
Si Brody hubiese explotado al final de la primera temporada habría sido de 10, pero era esperar demasiado.
La segunda me gustó mucho como empezó, pero me fue decepcionando a medida que avanzaba, lo único bueno que aporta es, como dice el artículo, el personaje de Quinn.
A ver como enfocan la tercera temporada, ver a Saul como jefe jefazo de la CIA es algo que tengo ganas de ver.
Por cierto, el gran tapado de la serie es Max, el hermano de Virgil.
¿Qué le falta feminidad a Carrie? menuda chorrada. Desde luego mucho más creíble que esos rizos de peluquería que luce Jessica Chastain en la noche más oscura.
he visto sólo la primera,no sé quien es el bueno ni quien es el malo…LO UNICO QUE SE ES QUE,según la serie,EL MALO ES MUSULMAN…propaganda,propaganda,propaganda… NUNCA NOS DEJES,DAVID SIMON.
viendo la serie no me extraña que la gente,en aquel país,empuje musulmanes a las vías del tren…los yankis maniqueistas,siempre con lo mismo…primero los rusos,después los extraterrestres y ahora la fobia con los musulmanes,para seguir haciendo amigos…
a ver, complejo de stalinista inocente por llamarte algo suave, realmente el gran malo de la serie es un topo en la cia que aun no se ha revelado, y que para mi es saul berenson por diversas pistas que se han dejado en las dos temporadas.
Los dos primeros capítulos de la segunda temporada son excelentes. El resto, basura.
Carrie parece femenina en tanto que tiene vino blanco en la nevera.
Lástima que se beba las copas de un trago.
A mí, el final ese a lo Prison Break no me ha gustado nada. La serie poco a poco se va deshaciendo y creo que no pase de la tercera…
Yo no sé si a Carrie le falta feminidad o la está perdiendo… pero el momentazo de la primera temporada
Esta noche me voy de marcha y me doy un agua en el parrús… es Antológico.
Correcto.
Es más, yo me hice una paja al ver eso…
AHHHH… AHHHHH!!!
‘En rigor, si la de los publicistas podría describirse como una serie de copón de coñac, Homeland es una serie petazeta.’
¡Saludemos todos al David Ausiello español! Tío, ¿te pagan por escribir así de mal o eres sobrino del jefe? Madre mía, que nivel más paupérrimo tiene la crítica televisiva de este país. ¿Y ‘Cuéntame’ qué sería, majete? ¿Una botella de Trina? ¿Un sobre de Tang?
Algunos que comentáis o bien no habéis visto la serie y habláis para tocar las narices o bien no os da para más, porque el malísimo de la serie es bastante norteamericano.
Hoemland le ganó a Boardwalk Empire y Breaking Bad. Señal de que las series llegaron también a la masa embrutecida.
Just entertainment.
Tras una buena primera temporada, creo que se dirige inevitablemente a la mediocridad.
Añadiría a los personajes a tener en cuenta para la tercera temporada al interrogador de Saul, interpretado por Chance Kelly (el mítico Teniente «Padrino» de Generation Kill).
Era una serie de una temporada. La segunda ha sido mediocre hasta la sorpresa final. Ahora han abierto una senda por la que avanzar estirando el chicle. La seguiré viendo. Pero me temo que ya no será lo que era.
Grandisima serie, la temporada 2 ha mejorado la 1, y ya era dificil.
El mejor personaje: SAUL. Aunque algo me dice, que va directo al lado oscuro de la fuerza.
no me parece para tanto, de la segunda temporada hubiese hecho una mini serie con el capítulo 1, el 5 y el último. No vale para nada, nunca va a destronar a Mad Men en nuestros corazones, que los que premian hagan lo que quieran…
Difícil de creer que Abu Nazir haya entrado a Estados Unidos como quien entra a su casa. ¿Se imaginan a Osama Bin Laden haciéndolo cuando es el hombre más buscado del mundo? Tampoco es creíble esa imagen de mounstruo que se enfrenta solo a todos en la fábrica.
Pese a ello, la serie logra enganchar y deja las suficientes inquietudes como para que la tercera temporada siga manteniendo a la audiencia.
Eso sí, que no haya cuarta temporada, por favor.
Adhiero a tu suplica, con 6 capítulos más tengo bastante.
La serie y la trama en general están bien, pero tiene descosidos por todas partes, lo que le resta credibilidad y en mi opinión, hace que flojee.
Curioso que tanto la mujer como Carrie, llamen al protagonista Brody (la mujer tras varios años de matrimonio), y que Nasir le llame Nicolas. Seria como si mi mujer, despues de 15 años juntos, en vez de llamarme Antonio, me llama Garcia, por ejemplo.
Curioso que el chaleco de Brody no explote, pero, ¿donde está el chaleco? En su armario? El que vacia la mujer para tirarlo de casa al final. En el garaje que registra su amigo?
Curioso que una persona con trastorno bipolar, pueda estar en la CIA, curioso que lo detecten una vez lleva varios años en la agencia, curioso que la expulsen, que la recuperen, que ejerza durante varios episodios como agente cuando está expulsada sin acreditaciones, y como gracias a cazar a Nasir, en el último episodio, no solo vuelve a entrar en la CIA, sino que la ascienden. Con dos coj…
Curioso que nadie en toda la CIA, se pregunte para que secuestra Nasir a Carrie, y que solo sea Quinn quien le pregunte como escapa y que la respuesta inverosimil de ella le sirva.
Todo muy Lost. Perfecto, Alargan la serie y la intriga. Pero pierden toda la credibilidad por el camino.
Todo queda para una tercera temporada (o mucho se esmeran los guionistas o no merecerá la pena una cuarta), donde se sabrá que Saul esta metido en el ajo (es el único de peso que queda, ya me dirás si no quien), y que es por culpa de su esposa, que lo tiene alienado y ahora que a cumplido la misión y a reventado a un montón de yankis, vuelve como premio.
Una serie tramposa en su historia, que se ha de ver como lo que es: ficción totalmente alejada de la realidad. Mejor Homeland que El barco, por decir algo.
Pues yo acabe el otro día la 2ºª temporada y me lo he pasado pipa. Eso sí, no se cómo van a estirar el chicle para la tercera. Por mi con lo visto valía.
Estoy muy de acuerdo con la mayoría de comentarios, la primera temporada interesante y la segunda muy decepcionante por la poca credibilidad de la trama.
Y no nos olvidemos de ’24’ (detrás de ‘Homeland’ está alguno de sus productores), serie con la que tiene parecidos, resortes de guión y salidas más que innegables. Sin ir más lejos, el último episodio…
Me encanta que Carrie siga sus locos impulsos…me encanta porque me saca de quício.
Creo que algunos tienen la CIA un tanto mitificada (aún)
Gran escena la del interrogatorio.
La mujer de Saul…clave.
Para mí la segunda temporada es calidad a toda pastilla…como Carrie.
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A mi me encanta. Ya empecé a ver la tercera, que empezó bastante aburrida, con la hija adolescente casi de protagonista, pero ya ha mejorado. intensa y sorprendente. De la segunda temporada , que tanto critican, no recuerdo qu fuese tan mala…cada uno opina lo que quiere. Repito, a mi me gusta mucho. salud
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