¿Cómo son los extraterrestres? ¿Cuáles son sus costumbres, sus creencias, sus diversiones? ¿Son socialistas o liberales? Según los testimonios de abducidos sabemos que su mayor pasión en esta vida es introducir sondas anales. Pero si nos fijamos en las obras de ciencia-ficción —tanto literarias como cinematográficas— la respuesta ya no es tan sencilla y unívoca. Este breve repaso por las diferentes maneras en que han sido imaginados tal vez nos permita minimizar el choque cultural ya vengan a visitarnos en son de paz, a aniquilarnos o, por qué no, a establecerse comprando una vivienda a cambio del permiso de residencia en nuestro país.
La exobiología es la ciencia dedicada a investigar y especular en torno a la posible vida extraterrestre y en ella pueden distinguirse dos corrientes principales: la divergente y la convergente. Los primeros creen que dada la enorme variedad de seres vivos que hay en la Tierra, las características que puedan tener los de otros planetas son sencillamente inimaginables. Los segundos, consideran que pese a que la evolución puede seguir muchos caminos, ciertas formas de vida —especialmente las que dan lugar a civilizaciones avanzadas— requerirían unas características similares. Esto es lo que nos interesa. Así, estiman probable que en la constitución anatómica de un alienígena inteligente esté presente la simetría bilateral (tal como sucede con los seres humanos y gran variedad de animales), el esqueleto que requiere toda forma de vida compleja y la comunicación mediante un lenguaje formado por un vocabulario limitado pero combinado por una sintaxis que da lugar a un número casi infinito de mensajes diferentes, como por ejemplo “Ola k ase”. Esta comunicación tendría lugar mediante gestos, sonidos vinculados al aparato respiratorio o a otras partes de su cuerpo e incluso mediante bioluminiscencia. Lo que parecen descartar es la telepatía, sin embargo tan querida por el cine y la literatura como luego veremos. Pero más allá de las peculiaridades de su anatomía, al final no podemos dejar de imaginarlos como seres bastante parecidos a nosotros, tal como dice Fernando Savater:
“Al imaginar habitantes en otros mundos, parece que el hombre se resigna modestamente a perder su posición central de ombligo del cosmos, No hay tal: en un rapto de supremo orgullo, que certifica definitivamente su radical incapacidad para la mesura, conquista mentalmente las galaxias, reparte imágenes de sí mismo por las estrellas, frenético por no poder todavía ir a mancillarlas personalmente. (…) da igual la forma extravagante que se imagine para los seres de otros planetas, son monstruos que piensan y eso nos los hermana, pues el hombre tampoco se define de otro modo”.
Por su parte, según Juan José Gómez Cadenas, colaborador de Jot Down y Director del grupo de Física de Neutrinos del Instituto de Física Corpuscular (IFIC), por lógica toda civilización extraterrestre desarrollada compartiría ciertas actitudes psicológicas y sociales: “La ecuación de Drake indica que la única solución que permite una galaxia plural, en las que las civilizaciones coexisten, requiere que estas sean muy longevas. Si son muy longevas, presumiblemente son muy avanzadas (sostenibilidad), pacíficas (en otro caso tienden a destruirse pronto) y exploradoras (para no aburrirse)”.
En Crónicas marcianas de Ray Bradbury, por ejemplo, tenemos a una señora marciana de ojos amarillos y piel parda, que pese a ese extraño aspecto resulta ser un ama de casa que cocina y limpia su hogar mientras su esposo lee un libro de metal con jeroglíficos en relieve que reacciona al pasar los dedos por su superficie (¿Un Ipad?). Por si eso fuera poco, la señora fantasea con la visita de un apuesto alienígena —que resulta ser terrícola— provocando así los celos del marido. Los caraconos (Steve Barron, 1993) tienen pese a su peculiar cráneo notables semejanzas con los humanos e incluso son capaces de integrarse en nuestra sociedad, logrando un puesto de trabajo y una vivienda. Aunque conservan ciertas extrañas costumbres como usar enrevesadas descripciones (como “discos metálicos en curso” para referirse a las monedas), devorar con ansia el papel de váter y fumar 20 cigarrillos simultáneamente. Klaatu, el protagonista de Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951) resulta ser un tipo bastante campechano que no quiere que le llamen señor y se mueve por la ciudad sin llamar la atención. A diferencia del extraterrestre de Meet Dave (Brian Robbins, 2008), mejor de lo que podría esperarse de una película protagonizada por Eddie Murphy, aunque sin llegar a ser tan divertida como Hombres de Negro (Barry Sonnenfeld, 1997) y sus secuelas. Mientras que en la lisérgica The monitors (Jack Shea, 1969) —atención a sus títulos de crédito— han venido a poner un poco de orden y paz en este desquiciado mundo nuestro y solo se distinguen por llevar bombín.
Sin embargo, esa costumbre de integrarse entre los humanos a veces pasa a ser una peligrosa infiltración, que poco a poco va tomando el poder para esclavizarnos o directamente aniquilarnos. La paranoia de la invasión alienígena silenciosa es una de las más recurrentes, como en la serie Invasión, en Invasores de Marte (William Cameron Menziesen, 1953) La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956) y sus dos remakes o en Me casé con un monstruo del espacio exterior (Gene Fowler Jr., 1958). En ellas que los seres humanos son sustituidos subrepticiamente por cuerpos de similar apariencia aunque pertenecientes a alienígenas que se caracterizan por su personalidad puramente racional y carente de emociones. Curiosamente la ciencia-ficción a menudo ha considerado los sentimientos como un rasgo atávico —del que las civilizaciones más avanzadas habrían prescindido— y al mismo tiempo genuinamente humano, aunque según psicólogos evolucionistas como Steven Pinker en realidad las emociones serían adaptaciones evolutivas modernas y tan necesarias como la inteligencia. Pero ahí tenemos por ejemplo a Spock y sus paisanos de Vulcano (a diferencia de los Klingon, una cultura basada en la guerra y el honor o del espíritu comerciante de los Farengi) siempre más serios que una pared y dotados de una prodigiosa inteligencia, además de la habilidad de unir su mente a la de otro simplemente poniéndole la mano sobre el hombro. Estas cualidades, el elevado intelecto y la capacidad de leer o controlar el pensamiento de otros, al parecer deben ir indefectiblemente unidas. En Journey to the seven planet (Sid Pink, 1962) un cerebro gigante de Urano lee la mente de los astronautas y les hace creer reales sus anhelos, como en Solaris.
-¡Choca esos cinco!
En The brain from planet Arous (Nathan Juran, 1957) el alienígena es un cerebro flotante que se apodera de los cuerpos humanos y, ya en ese nuevo recipiente, parece que va cogiéndole gusto a las experiencias sensuales que como puro intelecto antes le estaban vedadas como fumar, comer y yacer con mujeres. En The space Children (Jack Arnold, 1958), un gran cerebro controla la mente de los niños. En The Beast with a Million Eyes (David Kramarsky, 1955) las mentes que controla la criatura invasora son las de los animales, lo que supone un problema si vives en una granja como los protagonistas, mientras que en Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997) los insectos gigantes están controlados por un gran cerebro que habita en una cueva. Naturalmente, en este apartado no podemos dejar de mencionar El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960). Qué decir de esta estupenda película, en la que esos niños tan rubios e inquietantes representan un sistema totalitario que aborrece la libertad del individuo. Lo cual nos lleva a hablar de la política marciana.
Su organización social
A comienzos del siglo XVII, Cyrano de Bergerac escribió Historia cómica de los Estados e imperios de la luna e Historia cómica de los Estados e imperios del Sol, dos obras pioneras de la ciencia-ficción en las que narra en primera persona su viaje a tan lejanos lugares y las criaturas que allí encuentra. En la luna, por ejemplo, es confundido con una avestruz por su extraña costumbre de caminar erguido en lugar de a cuatro patas, postura mucho más elegante y señorial. Para comerciar emplean como moneda los versos de los poetas y mientras pasean en lugar de exhibir al cinto una espada prefieren airear orgullosamente su pene, pues dicen que es un símbolo de vida y no de muerte como la otra. Según Cyrano, además, los monos de la luna visten como los españoles. Ambas obras eran, en resumen, una sátira de las costumbres y la política de la época de manos de un autor que ya comenzaba a preludiar la Ilustración y la consiguiente revolución burguesa. Más adelante, ya finales del siglo XIX, el astrónomo Giovanni Virginio Schiaparelli descubrió canales en Marte e interpretó que no eran naturales sino obra de un sistema:
“… socialista, con una solidaridad universal entre todos los habitantes, que estarán constituidos en una federación de la humanidad, en la que cada valle formará un estado independiente. El interés de cada uno será el interés de todos; las ciencias se hallarán en alto grado de perfección; serán desconocidas las guerras y las disidencias internacionales, y todos los esfuerzos que los hombres terrestres consagran a dañarse mutuamente, los dedicaran los hombres marcianos a combatir al enemigo común, que es la ingrata Naturaleza ”.
Por su parte, en Red Planet Mars (Harry Horner, 1952), unos astrónomos logran recibir comunicaciones mediante una sofisticada antena en las que los propios marcianos explican cómo es la vida en su planeta: cuentan con una esperanza de vida de 300 años, medio acre de tierra allá proporciona suficiente comida para alimentar a 1000 marcianos por un año y no necesitan carbón ni petróleo dado que emplean la “energía cósmica”. Aunque al final de la trama se revela que tales descripciones son invenciones de un malvado científico de pasado nazi… y en otro requiebro del guión finalmente resulta que varios mensajes no fueron suyos, sino del mismísimo Dios, que por tanto era marciano.
Sin salirnos de este planeta, veíamos aquí, en Aelita, Reina de Marte (Yákov Protazanov, 1924) los marcianos —además de no saber qué son los besos—viven en un sistema político tiránico donde la clase obrera está sometida al control de los Ancianos, hasta que se sublevan para instaurar una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de Marte. De forma casi simultánea, un cortometraje animado del mismo año Mezhplanétnaya revolyútsiya (Nikolái Khodatáev, 1924) propone nada menos que una revolución marxista interplanetaria. En Llegaron los marcianos (Giuseppe Moccia, 1964) vemos cómo los extraterrestres, uno de ellos interpretado por Alfredo Landa, aterrizan en Italia e intentan infiltrarse vestidos con el uniforme de los camisas negras fascistas. Una película endiabladamente mala, que aquí podrán ver los lectores más osados. En Teenagers from Outer Space (Tom Graeff, 1959) los extraterrestres también son un poco nazis, dado que forman una sociedad militarista y espartana que practica la eugenesia sacrificando a los niños más débiles… hasta que aterrizan en nuestro planeta, descubren La Biblia y aprenden a valorar la paz y el amor. No sé yo si la leerían con mucha atención…
Aunque no abundan las descripciones de una democracia extraterrestre (salvo el Senado de la República, en Star Wars) dado que hasta ahora no se ha producido nunca una guerra entre dos países democráticos, cabe deducir que la democracia es un sistema más pacífico que los demás. Si aceptamos esta premisa, entonces tal como veíamos anteriormente la paz (interna, al menos) es un requisito imprescindible para no autodestruirse pronto, cabe suponer que una civilización alienígena tecnológicamente avanzada al ser pacífica será por tanto democrática. Pero bueno, Atenas también era una democracia, y no era muy justa con sus vecinos. Así que eso no nos garantizaría estar a salvo de que venga a llevarse nuestros recursos naturales… e incluso nuestras mujeres.
La guerra de los sexos
Basta mirar los carteles de las películas de los años 50 y 60 para comprobar que pocas cosas gustan más a los monstruos —vengan de las profundidades del mar o del espacio— que llevarse a una chica en brazos, siempre atractiva y mostrando sus curvas. Como el alienígena de El ser del planeta X. Aquí puede verse con subtítulos en castellano. Tal como vemos en la imagen que abre el artículo, el pobre es feo hasta para los cánones extraterrestres, así que no es de extrañar su actitud. Películas como Mars needs women (Larry Buchanan, 1967), Mars attacks Puerto Rico (Robert Gaffney, 1965) o ¿De qué planeta vienes? (Mike Nichols, 2000) tratan sobre civilizaciones extraterrestres que necesitan desesperadamente mujeres para evitar su extinción y vienen a la Tierra a raptarlas.
Pero si lo anterior tal vez tenga cierto regusto machista, tampoco faltan ejemplos de lo opuesto. De acuerdo a la serie Futurama, en el planeta Amazonia viven unas poderosas mujeres suscritas a la revista Cosmopolitan y gobernadas por una máquina llamada Mujerador, que condena a los hombres a la “muerte por kiki”. En Misile to the Moon (Richard E. Cunha, 1958) se muestra Orlanda, una civilización lunar subterránea poblada únicamente por mujeres y en Queen of Outer Space (Edward Berns, 1958) vemos a una reina de Venus que odia a los hombres y los ha hecho exterminar, el mismo destino que les espera a los incautos terrícolas que han aterrizado allí hasta que encuentran la ayuda de Zsa Zsa Gabor, liderando la resistencia contra ese régimen feminista. Y por último tenemos el caso de Devil girl from Mars (David Mcdonald, 1954) que narra cómo Marte sufrió una guerra de sexos que acabó con los hombres derrotados y su virilidad destruida, lo que lleva a una marciana a venir a la Tierra en busca de sementales.
Aunque es un tema muy vasto del que apenas hemos dado un ligero esbozo, ya va siendo hora de concluir el artículo. Recientemente hemos visto cómo ha faltado poco para que el hombre más poderoso del mundo fuera un mormón, es decir, alguien que cree en un ser supremo que habita el planeta Kólob, donde un día equivale a mil años. Tomarse tan en serio la ciencia-ficción no sé si es recomendable, pero en su medida adecuada es sin duda algo muy divertido… y quién sabe cuál de estas historias puede acabar resultando profética. Pueden venir a ejercer una implacable violencia como en La guerra de los mundos o ser tan insufriblemente cursis como en Contact (Robert Zemeckis, 1997), aterradoras ambas perspectivas. Tal vez quieran aprovecharse de las mujeres o de los hombres, venir a convivir entre nosotros o simplemente a advertirnos de que vamos por el mal camino y que la paz y el amor son la respuesta. Comprender mejor todas esas diferentes posibilidades nos ayudará a darles la respuesta que merezcan. Ya se sabe que la primera impresión es la que cuenta y ante la muy probable posibilidad de que tengan una tecnología muy superior a la nuestra más nos valdrá ofrecer nuestra mejor cara y evitar malentendidos. Un ejemplo de ello es la sonda Voyager 2, lanzada en 1977 con la grabación de un mensaje de paz y concordia universal a cargo del secretario general de la ONU por entonces, Kurt Waldheim. Un dirigente del que posteriormente se supo que —como oficial del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial— fue responsable de la deportación a campos de concentración de la población judía de Salónica. Si esa sonda, ahora ya más allá del Sistema Solar, fuera detectada por los extraterrestres y llegan a enterarse de este dato después de escuchar su mensaje… como mínimo nos mirarán raro.
12:16 Abro Jot Down. Leo el artículo. No salgo yo y me deprimo. Devoro catorce tabletas de chocolate, un kilo de churros y mis gafas de pasta. Voy a FC y escribo «ola k ase» 14.365 veces. Mucho mejor.
Si hablamos de extraterrestres que visitan la Tierra… no podemos olvidar a La Cosa, de John Carpenter (1982), quizás lo más terrorífico, bien mirado, que se ha visto en el cine.
Socialistas por supuesto :)
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Con todos mis respetos, estoy empezando a estar hasta los webs de eso de ola k ase. Hay que buscarse ya otro meme.
En cuanto al artículo, muy guapo.
Ibas bien hasta esta parte «(…) dado que hasta ahora no se ha producido nunca una guerra entre dos países democráticos, cabe deducir que la democracia es un sistema más pacífico que los demás (…)». Me parece que no sos muy ducho en política internacional o en historia contemporanea, solo así se explicaría tan desplante . ¿O es que acaso se piensa el autor de este artículo que las guerras que empieza EEUU en los países del llamado «tercer mundo» obedecen a fines ajenos a intereses económos?
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Tincho, no pretendo defender la política exterior de los USA, pero hasta donde recuerdo no le ha declarado la guerra a ninguna democracia (Irak no lo era, Afganistán no lo era, Vietnan tampoco…).
El artículo me ha sabido a poco (aunque me ha gustado), ¡habría dado para una serie de ellos!, anímate.
Buenas. Lo primero, enhorabuena por el artículo en general, pero (siempre el pero)
Coincido con tincho en que resulta un tanto infantil asumir que nunca ha habido guerras entre democracias. Sin salirnos del caso de EEUU, allí tienen dos trucos para que cuele:
-¿Esos qué van a ser una democracia? Según lo cual, por poner un ejemplo a bote pronto, corea o vietnam no lo son. A mí no me mire sobre si una democracia popular es o no democracia, pero si se tiene en cuenta lo «democrático» del bando apoyado por eeuu en ambos casos, por contraste no salen tan mal paradas.
-¿Eso qué va a ser una guerra? Con populares casos en toda hispanoamérica, de nicaragua a chile, donde con simular cierta discreción se hacer lo que se quiera.
-Y luego, le pondré el caso de la guerra de 1898 entre eeuu y españa, que era ¡sorpresa! una monarquía constitucional igual que ahora. Quizás eso tampoco cuente como democracia, pero en tal caso insisto en lo retorcido de la definición.
Otro pero: y qué pasa con la genial Están vivos, también de Carpenter?
Un saludo.
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No Hay Que Respetar Las Costumbres De Los Extraterrestres
y el imperio y los rebeldes de star wars? eso si que era guerra fría
Yo estoy poseído por espíritus extraterrestres desde hace 8 años tengo audios videos fotos y cuando saco fotos con mi cel se manifiesta una flor roja de 8 pétalos con ojos alguien me puede ayudar
No Seamos Amable Con Los Extraterrestres
No Respetemos Las Costumbres De Los Extraterrestres
No Respetemos Sus Costumbres