La no celebración del debate sobre el estado de la nación posee la diafanidad de las tautologías: ese, exactamente ese es el estado de la nación. El miedo de Rajoy le ha llevado esta vez a expresarse del modo más osado: arrojándonos la verdad, sin tapujos; como no hubieran podido hacerlo mil debates. Él quizá imagina que gana tiempo, escondiéndose; pero ese esconderse es otra emanación del entramado que nos ha conducido a esto, que tiene entre sus componentes principales la falta de control sobre el poder y la dejación institucional. De manera que lo que hace Rajoy es seguir ahondando en las causas del desastre.
También resulta indicativo el que, con la que está cayendo (¡a mí sí me gusta la expresión!), sigan saltando titulares más grandes que los económicos. El jueves había tres: el de la mencionada no celebración del debate, el de la dimisión de Dívar y el de la legalización del partido proetarra por parte del Tribunal Constitucional. La loncha de una sola jornada, cortada al tuntún, que nos hace ver lo podrido que tenemos el jamón entero. Si la hubiéramos cortado otro día, habríamos tenido al Rey en Botsuana, Urdangarin, el Bigotes, Camps, Correa, YPF, MAFO, los ERE de la Junta de Andalucía, el agujero de las cajas, el agujero de las comunidades autónomas, el Parlamento vacío o el Parlamento con pancartas, el aeropuerto sin aviones, los pitidos al himno, el revival de Gibraltar y hasta el juicio a Krahe… Y siempre, sin descanso, la prima en su carrusel, y el déficit y el paro y la pobreza creciendo. Llevamos una racha que abrir el periódico es hacer que nos salte el monstruo de Alien o el de La cosa.
Enric González, aquí mismo, vinculó nuestra “ruina moral” con los apaños de la Transición. Estoy de acuerdo. Aunque a mí tales apaños, en principio, me parecieron bien. Visto lo visto (y conocido el percal), me imagino lo que hubiera pasado si triunfan los de “la ruptura” y se me hiela la sangre. Se hizo, pues, lo más sensato: montar un Frankenstein con todos los pedazos posibles, coserlo y echarlo a andar. El problema ha sido que, una vez que se vio que en efecto andaba, se detuvieron en seco las tareas quirúrgicas. No se siguió trabajando para que nuestro Estado fuese presentable, sino que ya cada cual se puso a mangonear en su sector, con un frenesí franquista del que no se libra aquí nadie. Esto ha sido como el edredoning de Gran Hermano: una fina sábana de legalidad y debajo las orgías.
Lo llamativo es cómo todas las costuras han empezado a abrirse simultáneamente: como si el monstruo hubiera sido construido según el principio de la obsolescencia programada. Los apaños, de pronto, no han aguantado más y ahora tenemos al Frankenstein de la Transición con las tripas fuera. Lo inquietante es que no se ven cirujanos por ninguna parte, ni siquiera científicos locos; sino solo carniceros, y charcuteros.
En el 78 en España no había ciudadanos y se aprobó una constitución llena de buenas intenciones y de espaldas a dos siglos de historia miserable. Treinta y cinco años después, la C/78 está como usted dice con las tripas fuera y esperando que los españoles se decidan a otorgarse una nueva y que esta vez sea dictada sin idealismos de opereta, para ciudadanos responsables y teniendo en cuenta nuestra historia.
Lo de huir del Debate es ridículo. Rajoy no tendrá mejor ocasión de explicar a la nación quiénes han dejado a uno de cada cuatro españoles sin trabajo, tres años de déficitis del 10% y la economía parada.
Me hace gracia, en la situación actual, el miedo a la «ruptura», ejemplificado en las pasadas elecciones griegas. ¡Como si lo que está pasando no fuese en sí una ruptura!
Mucha democracia y mucha polla en vinagre, pero seguimos viviendo gobernados por una elite de ladrones.
Lo ha dicho usted bien, Danie: miedo. Miedo a que de una elite de ladrones pasemos a una chusma de asesinos. No hay nada que no sea impeorable. Por lo demás, su comentario es falaz, obviamente. Si hay una elite de ladrones no es porque haya habido una determinada legalidad: sino porque esa no se ha cumplido suficientemente. Así que nada de ruptura: cumplimiento de la ley. La aburrida y tediosa ley, sí: menos criminal que la poesía.
A veces pienso que todo esto estaba previsto en las mismas raíces de la transición, y si analizamos con perspectiva estos últimos cuarenta años (¡otros cuarenta años!), podemos observar que las leyes que se han cumplido, y las que no se han cumplido, iban todas orientadas a crear una situación como la que vivimos, donde la codicia supera con creces a la bondad, y el entretenimiento a la sabiduría. Todos los gobiernos han colaborado, con más o menos adornos, en la causa de esta sociedad sin ley y sin poesía. Y en este río revuelto ganan las élites. Las élites sin corazón, claro.
Pobre Frankenstein, qué comparación… :-). Un saludo.
Quizá me equivoco al suponer que es usted el mismo J.A Montano que escribe en las correspondencias de Sr Espada.
Si lo és, a menudo estoy en desacuerdo con usted, Zapatero por ejemplo me parece más el resultado del comportamiento de la derecha de este país que de la izquierda y esto estoy tan convencido de ser objetivo con los datos que tengo como de que podría estar equivocado por falta de datos.
Pero esto:
‘Él quizá imagina que gana tiempo, escondiéndose; pero ese esconderse es otra emanación del entramado que nos ha conducido a esto, que tiene entre sus componentes principales la falta de control sobre el poder y la dejación institucional. De manera que lo que hace Rajoy es seguir ahondando en las causas del desastre.’
Esto creo que es la verdad o una parte muy importante de la verdad.
Hola, Backkader. En esas correspondencias solía participar yo, sí; aunque hará como dos años (quizá más) que no lo hago. ¡Espero que en este tiempo no haya aparecido nadie firmando con mi nombre! Gracias por su comentario (así como a los anteriores comentaristas) y un saludo.