Prácticamente nadie duda de que la televisión estadounidense sea la reina absoluta de las series dramáticas: desde los años cincuenta han producido un enorme número de programas de ficción de una enorme calidad, a un nivel en el que ningún otro país del mundo podría aspirar a competir. Pero en el terreno de la ficción cómica siempre han tenido una dura competidora —si no en lo comercial, al menos en lo artístico— y esta es la televisión británica. Estamos acostumbrados a que desde el Reino Unido nos lleguen periódicamente brillantes series cómicas de distinto pelaje, y la última década no ha sido diferente, pues hemos conocido auténticas joyas, alguna de la que ya hablamos en su momento (The Office, Only fools and horses) y otras de las que hablaremos más adelante (The IT Crowd, The thick of it, etc). Es bien sabido que el humor televisivo británico tiene fama de ser más irónico, más sutil y a menudo más elegante que el norteamericano, el cual está más basado —salvo excepciones— en lugares comunes, fórmulas conocidas y mecanismos seguros dirigidos a un público más amplio. Esta es una fama justificada, ya que la comedia televisiva británica suele tender menos a las obviedades y las fórmulas, por más que los guionistas británicos sean especialistas en introducir algunos elementos de humor grueso o básico que, precisamente por el efecto de contraste, enriquecen sus célebres comedias. Las series británicas confían más en la inteligencia del espectador: los guionistas británicos no son tan buenos contando una historia épica como sus equivalentes americanos, pero saben perfectamente cuándo y cómo reírse de algo. Al menos eso es lo que se trasluce en sus producciones del género. Tienen más claro cuándo no abusar de un «gag», o cuándo dejar que ese gag vuele libre. También saben cuándo una fórmula está dejando de tener gracia o podría dejar de tenerla en un plazo determinado. La mejor demostración es la frecuencia con que las series británicas de humor terminan siendo bastante breves, con pocas temporadas y un número total de episodios muy reducido. Mientras los norteamericanos tienden a exprimir la vaca hasta matarla, en la TV inglesa es común que ocurra justo lo contrario y que los espectadores tengamos la sensación de que las series terminan «antes de tiempo». Pero así consiguen que no se arruine la magia como consecuencia del abuso de una fórmula. Algunas de sus series son prácticamente impecables, y lo son porque han desaparecido en el momento indicado, cuando las ideas aún eran frescas y la creatividad seguía fluyendo a buen ritmo.
Hablamos de un “humor británico” y sin embargo esa es una etiqueta que, al menos en televisión, no expresa más allá que esas características más o menos difusas que acabamos de citar, que no dejan de ser una mera generalización. Evidentemente no hay un único humor británico, sino varios, y en la producción de las islas también hay lugar para productos más desenfadados e inmediatos, que descansan menos en la ironía y más en la farsa. Un buen ejemplo de ello es Black Books, uno de los programas más adictivos y entrañables que nos han llegado de allende el Canal en los últimos años. Una serie modesta en pretensiones pero brillante en resultados, que además se aparta un tanto de los cánones que presuponemos a ese humor británico. Porque, para explicar la peculiaridad de Black Books con respecto a otras series, probablemente debamos recordar que sus dos creadores no provienen del Reino Unido, sino de Irlanda: los cómicos Dylan Moran y Graham Linehan (cuyo desparpajo celta también está detrás de la brillantísima The IT Crowd) son los responsables del invento, y eso se deja notar, y mucho, en el tipo de comedia que ofrecen.
Black Books gira en torno a tres personajes principales que se reúnen en una pequeña tienda. El protagonista, Bernard Black, es el dueño de una diminuta y cochambrosa librería llamada “Black Books”, donde atiende a la clientela de mala gana, más preocupado en beber, fumar y leer los libros de las estanterías que en venderlos para sacar adelante su negocio. Se suele despertar con las peores resacas de la Tierra, así que no resulta sorprendente que su estado de ánimo sea de disgusto permanente. Con él vive y trabaja Manny Bianco, un antiguo contable al que Bernard contrata —también de mala gana, cómo no— para que lo ayude a llevar la tienda. Y también está Fran Katzenjammer, la dueña de la tienda de al lado, que comparte con Bernard la afición al alcohol aunque en el resto de cosas es, teóricamente, una persona mucho más centrada.
El humor que predomina en la serie es surrealista, por momentos alocado e incluso anárquico, fundamentado sobre todo en la personalidad insociable y pueril de Bernard Black. El avinagrado librero es un individuo capaz de echar a los clientes a escobazos cuando decide que no tiene ganas de seguir trabajando, o de insultar sin motivo a quienes quieren comprarle algo, o de desesperarse tras sólo diez segundos de llamada telefónica a su proveedor de libros porque no sabe qué decir. Bernard no está preparado para el mundo real, es como un niño de cinco años en un cuerpo de adulto, y como tal se comporta. Las diversas facetas de su personalidad son tratadas con un hilarante desenfado: desde su pertinaz alcoholismo hasta su extraña vida sentimental repleta de momentos dolorosamente embarazosos.
Además está la estrambótica —y por momentos sonrojante— relación de amistad y sumisión que cultiva con Manny, su ayudante. Manny es un individuo bonachón y afable que, pese a estar más adaptado al mundo real que Bernard, termina acoplándose al extraño estilo de vida de éste. Entre ambos protagonizan un buen número de secuencias alucinógenas que incluso cuando no tienen sentido alguno resultan irresistiblemente divertidas. Todo ello, unido a las desventuras sentimentales y el eterno aburrimiento vital de su amiga Fran, conforman un delicioso microcosmos de incoherencias y estupidez sin límites, en el que no pasa un minuto sin que suceda algo absurdo o chocante. La conducta cotidiana del peculiar trío y las anécdotas disparatadas que se suceden forman la espina dorsal del programa. Black Books es 100% comedia, no hay momentos románticos, ni moralejas, ni paréntesis con pretensiones de seriedad. No pretende transmitirnos ningún mensaje ni enseñarnos nada, ni siquiera que nos encariñemos con los personajes (aunque al final nos encariñamos igual, porque ¡son adorables!). Lo que predomina, desde el primer al último minuto de la serie, es la farsa en estado puro. Nada de tentaciones melodramáticas. Todo filete, nada de guarnición. Y como decíamos, el humor irlandés de Moran y Lihehan —menos irónico, más franco, más alegre, y bastante más gamberro que el de sus vecinos de UK— se entremezcla con la típica ironía inglesa, dándole al conjunto un tono muy particular.
Además, las interpretaciones contribuyen a esa personalidad tan característica de Black Books, que la distingue de otras muchas series precisamente porque no está protagonizada por verdaderos actores. De los tres protagonistas, sólo Fran está encarnada por una auténtica actriz, la inglesa Tamsin Greig, quien por cierto hace un trabajo extraordinario. Su papel en la serie es el de un muy inteligente contrapeso a sus compañeros, que contrarresta su histrionismo cuando es necesario… o que se suma a ese histrionismo cuando la ocasión lo requiere. Hablando con propiedad, Tamsin Greig es la única de los tres protagonistas que realmente sabe actuar. Bernard y Manny, en cambio, están interpretados por cómicos, más conocidos por sus respectivas carreras en el “stand up” o monólogos, que diríamos en España. El propio Dylan Moran, creador de la serie y muy conocido en las islas por su trabajo como monologuista, es quien se encarga de dar vida a Bernard. Moran no es un actor, ni pretende serlo, y eso se nota. Aunque curiosamente el efecto de esto es muy positivo: su forma de interpretar al personaje es tan silvestre, histérica y caótica, que Bernard Black acaba adquiriendo vida propia más allá de lo que podría conseguir un actor convencional. Dylan Moran ha creado el personaje para sí mismo y sencillamente hace lo que le da la gana con él, introduciendo toda clase de manierismos extravagantes y comportamientos extraños. Así pues, Bernard Black es un personaje que, si bien puede resultar chocante en un principio, termina pareciéndonos más y más hilarante cuanto uno más lo conoce. En cierto modo, Bernard Black es como una especie de quinto hermano Marx.
Por su parte, Manny Bianco es interpretado por el gran Bill Bailey, un cómico inglés célebre por los espectáculos en vivo donde combina comedia con parodias de diversas estrellas del pop-rock, aprovechando que —además de su vis cómica y su interminable ingenio— tiene talento musical. Al igual que Dylan Moran, Bailey afronta su papel en la serie con una total libertad interpretativa, aunque en su caso sustituye la histeria de Moran por una cara de pasmo permanente que le va de maravilla a su personaje. La pareja Moran-Bailey funciona a la perfección, con dos personajes que encajan de maravilla y dos formas de actuar complementarias. Es uno de esos raros casos donde, más allá de lo que esté escrito en el guión, la química termina funcionando por sí misma. De hecho, Bernard Black y Manny Bianco forman uno de los tándems más inimitables que se han visto en televisión en los últimos años.
La única pega de Black Books es su excesiva brevedad: tan sólo dieciocho episodios de menos de media hora, repartidos en tres mini-temporadas de seis capítulos cada una. Se hace muy, muy corta. Aunque gracias a ello mantiene exactamente el mismo nivel hasta el final, pero uno se queda con la sensación inevitable de que aún había bastante jugo que sacarle. Lo cual es lógico; siempre que a uno le gusta una serie, quiere que continúe, así que hay que alabar que hayan sabido cortar en el momento indicado, por mucho que a los fans nos pueda haber fastididado. Su autor lo tiene bien claro pese al culto que fue surgiendo en torno a la serie sobre todo en el ámbito británico —quizá no un culto multitudinario, pero sí muy fervoroso—, Dylan Moran se negó en redondo a continuarla y jamás ha cambiado de opinión al respecto. Por lo que a él respecta, Black Books está finiquitada, se limita a esos exiguos dieciocho capítulos y con eso nos tendremos que conformar. Una lástima, pero es lo que hay.
En resumen, Black Books es una serie extraordinariamente recomendable. Su humor probablemente no sea para todos los paladares, al menos en una primera toma de contacto. Puede haber personas para quienes el humor enloquecido y por momentos infantil —calculadamente infantil— de Black Books resulte demasiado excéntrico, pero lo cierto es que pocas series de la pasada década son tan efectivas para desconectar de las preocupaciones cotidianas durante un rato. El hilarante mundo paralelo en que viven Bernard, Manny y Fran no deja de resultar divertido ni un solo minuto, así que incluso quienes no lo capten en un primer visionado deberían perseverar y darle una nueva oportunidad. Incluso aunque pueda parecer que ese humor es muy básico, hay una considerable cantidad de inteligencia detrás y los momentos de brillantez, lucidez e ingenio son abundantes . Por ejemplo, estoy convencido de que Black Books contiene varios de los mejores “chistes sin sentido” que se han visto en la pequeña pantalla en mucho tiempo (siempre recuerdo el momento del muñequito de Subbuteo: ¿cómo algo con tan poco sentido puede resultar tan hilarante?). Como digo, no todo el mundo captará este tipo de comedia a la primera, pero hay que hacer el esfuerzo porque la serie lo termina recompensando con creces. Black Books ocupa una categoría propia, y quien se resista a meterse en su mundo se está perdiendo una pequeña, surrealista e infinitamente entrañable maravilla. Probablemente, no conoce equivalentes en la televisión moderna mundial. Black Books sólo hay una, y como suele decirse, no es ni mejor ni peor: es adorablemente diferente.
—»¿Y cómo te hace sentir la bebida y el tabaco?»
—»Bien, para ser honesto, después de años de fumar y beber, a veces te miras a ti mismo y piensas… »
—»¿Sí…?»
—»Ya sabes, en algún momento entre el primer café con cigarrillo de la mañana y el enésimo vaso de meados de la tienda de la esquina que te bebes a las tres de la mañana… a veces te miras a ti mismo y piensas…»
—»¿Sí…?»
—»…esto es fantástico. Estoy en el cielo»
(Bernard Black)
Soy una gran fan de las sitcom británicas y cómo no he visto unas cuantas, si seguís hablando de ellas yo os recomendaría incluid también ‘Spaced’ protagonizada por Simon Pegg y Jessica Stevenson, para mí es la mejor serie cómica que se ha hecho en las últimas décadas. Si os gusta el humor absurdo, surrealista, la ironía y las referencias a la cultura pop, tenéis que hablar de ella!
Black book me gustó pero a ratos los gags me parecían muy forzados…
Buenísima, sí señor. Nadie como los ingleses para este tipo de humor delirante.
Coincido, muy recomendable.
Terminé la serie hace ya un tiempo,y la única pega para mi son las dos últimas temporadas,que me parecieron que no estaban al nivel de la primera,con la que me entraban ataques de risa que me duraban varios minutos y se me saltaban las lágrimas.Hacía muchísimo que no me reía así con una serie.100% recomendable.
La terminé de ver hace un mes o menos y me encantó. Asimismo comparto la sugerencia de hacer un articulo sobre Spaced, que me pareció brillante también. La verdad es que por lo visto hasta el momento, la calidad de las comedias británicas esta a otro nivel al de las americanas (con la excepción posible para mi de Community, que recomiendo fervientemente).
Suscribo la recomendación de «Spaced», que además de ser genialérrima, tiene muchos puntos de encuentro con «Black Books», ya que BB cuenta con cameos de Simon Pegg, Nick Frost, Jessica Stevenson y Peter Serafinowicz, mientras que Dylan Moran y Tamsin Greig aparecen «Shaun of the Dead», y Bill Bailey tiene un papel secundario en «Spaced».
Amiguetismo al poder.
De hecho, Simon Pegg, Nick Frost, Bill Bailey y Julia Deakin tambien salen en Hot Fuzz. Se deben de conocer de bien…
Pegg, Frost, Bailey y Deakin salen en Shaun of the Dead, Hot Fuzz *y* The End’s World porque en realidad son parte de una misma trilogía: La Trilogia del Cornetto. https://en.wikipedia.org/wiki/Three_Flavours_Cornetto_trilogy
En realidad no existe unidad argumental en estas tres obras, solo comparten protagonista, director, parodia de géneros populares y helados cornetto.
Sin duda alguna Graham Linehan es un genio de la comedia. Aconsejo a quien le guste Black books y The IT crowd que no se pierdan Father Ted, sin duda su mejor creacion.
Coincido, muy buena comedia, conseguí todas las temporadas en DVD con extras por unos 10 euros, que está muy bien. Gracias por la recomendación de «Spaced», ahora la miraré :) Father Ted es muy buena también.
Por mi parte recomiendo que veais algunos de los monólogos de Dylan Moran.
Pues yo vi el primer capítulo y me aburrió. Y eso que la vi en versión original.
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Black Books es, para mí, la mejor sitcom de la historia.
Father Ted y the IT Crowd son muy buenas también, pero la unión de Graham Linehan con Dylan Moran es, sencillamente, explosiva. Mentes privilegiadas.
Spaced también es genial, pero para nada se acerca a la elegancia y sofisticación de los diálogos de Black Books.
Jo, yo no pude pasar del primer capítulo. Me siento marginado.
Yo no pasé del segundo, no estás solo. Me pareció bastante tonta, lo siento… Indigna de compartir espacio con otras series que se mencionan en el artículo. Mi opinión.
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No puedo entender que a alguien no le haga gracia esta serie, he de decir que ahora los americanos están haciendo series cómicas interesantes, de hecho «bored to death» tiene cierto aire de black books, apunto a que los guionistas vieron la serie.
Y miren lo que está haciendo Lena Dunham en «girls» esa chica con 25 años le está pegando una patada a las estupideces de «Sex in the city».
Para mí la mejor serie de humor de siempre es «Caída y auge de Reginald Perrin». Son tres temporadas delirantes.
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Yo pongo en el mismo saco de Imprescindibles 1) Spaced, 2) Black Books y 3) Father Ted. Creo que todos tienen algún denominador común (productores, quizás?).
Llevo años recomendándolas! Gracias al cielo que la gente las empieza a conocer, porque mis DVDs se están empezando a estropear de tanto prestarlos!
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¿Nadie por aquí ha visto ‘Green Wing’? Breve y disparatada como las mencionadas aunque ambientada en un hospital. En el reparto podemos encontrar a Tamsin Greig, Stephen Mangan (ambos emparejados ahora en ‘Episodes’) y Mark Heap (el atormentado artista del sótano en ‘Spaced’). Tal vez menos conocida en España y con algún ingrediente más de ‘culebrón’, pero muy muy recomendable.
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Siguen haciendo series cómicas geniales. «The wrong Mans» es buen ejemplo de ello. Sólo la primera temporada, pero.
Un equivalente o mas bien precursor es Father Ted.
Dylan Moran me parece un genio. Hace poco, tan solo unos meses, vino a la sala Apolo de Barcelona y su monologo fue espectacular.
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