(Viene de la segunda parte)
Arcadi Espada. Ebro/Orbe (2001-2007)
“Una ciudad es, muy frecuentemente, lo que sucede en los primeros minutos. Entrar bien o entrar mal en ella”. Lo dice Espada de Alicante, arrebatado por el sexo bajo las palmeras. Con los libros no ocurre lo mismo, porque el primer vistazo puede engañar, pero este es una excepción. Uno entra bien en él. Muy bien. Espada remontó el Ebro, a redropelo, en 2001. Dio cuenta del viaje en las páginas de El País y años después la editorial Tentadero tuvo a bien agrupar las crónicas en un solo volumen. Como ejemplo vivo de su propia sintaxis (vertical, porque Espada escribe en links ), no solo avanza a la contra, desde la desembocadura hasta el nacimiento, sino que se escurre por las tuberías que habían de bajar el agua hasta Levante y Andalucía.
Espada huye de los tópicos como el santo del pecado (“me he resistido como un jabato a la tentación de tratar al río como un ser vivo”), y con este libro atenta contra la mística expiatoria del polvo del camino. Se llama a sí mismo “el viajero” porque no se lo cree, de ahí que conduzca confortablemente a 24º y el sol, las moscas y las fondas que ya denigrara el mismísimo Larra no sirvan ni como apunte pintoresco ni como argumento regeneracionista. Son tan solo simples obstáculos amontonados como plinto sobre el que impulsar la crónica del día. “Al salir del coche, el golpe de calor casi lo convierte en una borra de western rodando por las calles desiertas”. “Era sorprendente: tenía hambre y nadie hacía nada”. Después, las aguas, el Quijote y la reflexión melancólica sobre la recuperación del juicio y su coincidencia con las derrotas.
Espada palpa las ciudades como quien hojea un libro. Hay algo plástico en esta escritura, y Juan Peiró, el autor de las fotografías que ilustran Ebro/Orbe, ha sabido captarlo con su cámara. El asombro. Aunque hay manele, garrulos y horteradas chirriantes, lo que a Espada le produce un asombro primigenio y candoroso son las personas que le explican el río. Científicos, ingenieros, cocineros que le desvelan el secreto del arroz y de la uva. Absorbe con ánimo discente todas las explicaciones para seguir el consejo de Isaak Babel: debes saberlo todo. “Un viaje no sólo incluye lugares. El viajero se mueve a través de nombres, libros, viejos periódicos”. Así aparecen también Joubert, Martínez de Pisón, Sender o Kenneth Tynan y su libro La pornografía, Valencia, Lenny, Polanski y otros entusiasmos.
De estos cuatro libros que he presentado solo podría elegir el mejor de ellos por insaculación, pues cada uno tiene su gracia y su honra, pero no cabe duda de que éste es el más perfeccionado, como si decantara las mejores cualidades de los otros y alejara sus defectos como quien sopla las gomillas que se amontonan sobre un papel después de borrar frenéticamente. Valga el ejemplo del humor, constante en todos ellos. En Ciro Bayo lo provocaba la alegría vital y entusiástica de la libertad; en Cela, la escena tremenda y barroca; en Carnicer, el contraste entre el hieratismo del viajero y la sorpresa del suceso inesperado. En Espada, cualquier cosa.
Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Manuales de fuga (II)
Pingback: Manuales de fuga (III) « La biblioteca fantasma
Pingback: Por esto soy francés de origen
Pingback: Carta de batalla | Carta de batalla