Cicatrices
“Arrieros somos y en el camino nos encontraremos”. Fue la primera frase, bañada en rabia y venganza contenida, que Francisco Liaño, portero del Deportivo de La Coruña entre los años 1991 y 1996, le dirigió al Valencia C.F. tras el partido. Minutos antes, en aquella tarde-noche del 14 de mayo de 1994, el portero ché, José Luis González, había detenido un penalti en el último minuto de la última jornada que impidió al Deportivo lograr el campeonato. El penalti lo tiró —centrado y flojo— el serbio Miroslav Djukic, líbero elegante y sobrio que dio nombre a aquel capítulo imborrable de la Liga española, si acaso el más dramático; sin duda el más cinematográfico: el penalti de Djukic.
Aunque los arrieros, efectivamente, se encontraron —el Deportivo se alzó con la Copa del Rey la temporada siguiente frente al Valencia— la cicatriz no se borró. En A Coruña se decía entonces que sí, que se había consumado la venganza, que se había compensado el daño. Pero no. Años más tarde, en la temporada 99-00, el equipo blanquiazul ganó la Liga. Se convirtió en el noveno equipo en hacerlo en la historia y tanto la prensa como los foros deportivos de cualquier índole coincidían: “Ahora sí, la herida ha cicatrizado”. Pero seamos francos: tampoco entonces lo hizo.
El penalti de Djukic siguió y sigue ahí. Y siempre lo hará. No podía ser de otra manera si hablamos de un equipo gallego: sin importar lo que se haya logrado después, el paisano del coruñés barrio de Monte Alto —taza de Ribeiro en mano y codo en barra— se lamentará siempre de aquello. Es lo que el psicólogo y experto de la memoria, Daniel Schacter, denominó pecado de la memoria o persistencia. Consiste en la incapacidad de superar la carga emocional de un suceso traumático, es decir, la imposibilidad de olvidar un recuerdo negativo. La persistencia emocional empuja a revivir, una y otra vez, el hecho, preguntándose qué hubiera pasado si se hubiera actuado de otro modo, lo que suele terminar en depresión grave que, en ocasiones extremas, puede conducir al suicidio. El diagnóstico encaja perfectamente en Galicia, el país del orballo, de la negra sombra de Rosalía de Castro, de la larga noche de piedra de Celso Emilio Ferreiro. Encaja con las cruces en las rocas de las rías, con el lamento del campanario que toca a muerto y con el deambular de la Santa Compaña. Con el ‘conxuro’, los malos espíritus y el sentimiento trágico de la vida. Con la saudade —que te impide estar bien aunque estés bien— y con la incapacidad para olvidar, aunque la vida te sonría. Encaja, definitivamente, con lo que supuso el penalti de Djukic.
Por suerte o por desgracia el pecado de la memoria se ha cronificado en Galicia, de modo que el seguidor herculino no consuma el suicidio deportivo, sino que convive con él en armónica depresión. Es el “estouche moi mal, vou morrer”, pero al final nunca ‘morre’. El penalti de Djukic en Galicia, como cualquiera de sus otras penas, se enquistó.
Frente a esto, la resiliencia demostrada por el protagonista de la tragedia. Miroslav Djukic, serbio, balcánico, curtido, sufridor, frío, eficaz. Superó el trago. Djukic demostró ser un admirable caso de lo que en psicología se conoce como resiliencia: se centró en lo positivo y no en las emociones negativas. Le costó: “La jugada, la imagen, el momento, me persiguió durante mucho tiempo, —aseguraría años después— era como una obsesión insana. Un día decidí que no podía seguir pensando en aquel maldito instante. No quería volverme loco”. No es un asunto menor. En 1986 el lanzador de beisbol Donnie Moore falló la bola que, de haberla colocado bien, le habría dado el campeonato a los Angels de California. Moore era un ídolo en aquel equipo y un consumado lanzador. Pero falló esa última bola, la última del campeonato, y su error hizo campeón a los Red Sox. Moore jamás superó aquel trance y, aunque los aficionados le siguieron apoyando con lealtad, terminó suicidándose en 1989. Djukic, por el contrario, demostró entereza psicológica. Tras aquel error ganó una liga con —aquí una paradoja— el Valencia, y actualmente lleva a cabo una notable carrera como entrenador. La resiliencia: mirar atrás sin miedo, superando los problemas. Que la memoria no duela. Algo difícil, evitar el dolor, después de lo que se vivió aquel 14 de mayo en Riazor.
Cinco atrás y balones a Bebeto
Futbolísticamente, era la época de los pantalones a medio muslo, de los dorsales del 1 al 11 sin nombre, de los fondos de cemento y las bengalas, del árbitro de negro y de El Día Después con Ignacio Lewin y sus varios relojes. Deportivo y Valencia se enfrentaban en la última jornada de la temporada 93-94. El equipo coruñés había ascendido dos campañas antes. En la primera (91-92) se salvó en la promoción de regresar a Segunda después de vencer en el partido de vuelta al Betis, hecho que hermanó a la hinchada blanquiazul con la sevillista. En la siguiente (92-93), Lendoiro, presidente del equipo herculino, fichó a dos nombres propios del deportivismo: el delantero Bebeto —procedente del Vasco de Gama— y el mediocentro Mauro Silva, del Clube Atlético Bragantino, ambos brasileños y desconocidos para la mayoría de aficionados españoles. La apuesta salió más que bien: ese año, para sorpresa general, el Depor terminó la temporada en tercera posición. Ante la dualidad Madrid-Barça aparecía un pequeño equipo sólido atrás con mucha efectividad en punta. Fue entonces cuando nació el término ‘SúperDepor’, concretamente tras imponerse a Barcelona y Madrid en los dos partidos en Riazor. Lo paradójico es que el apodo no es muy apreciado en la ciudad: existe una sensación de que ignora todo lo hecho por el equipo antes de esa temporada, incluido un subcampeonato en la 49-50, perdido también en la última jornada. En la siguiente campaña se produjo la eclosión. El equipo se encaramó a la primera posición en la jornada 14 y ahí aguantaron, como gatos acorralados por la presión, hasta la última, que les deparó un desenlace de intolerable crueldad.
Aquel Depor estaba entrenado por Arsenio Iglesias, que pretendió dejar el cargo tras ascender a Primera en el año 91, pero que no tuvo por más que regresar. ‘O bruxo’ o ‘Zorro de Arteixo’, cuyo busto luce hoy en día en el paseo marítimo de A Coruña, era y es un hombre, sobre todo, tranquilo. Prudente hasta el pesimismo, desconfiado, reflexivo. Es, en fin, gallego. Alineaba cinco defensas (tres y dos carrileros, que decían algunos); en los laterales Nando y López Rekarte; dos centrales, Voro y Ribera y un libre: Miroslav Djukic. Esta defensa hizo Zamora dos temporadas seguidas al portero deportivista, Paco Liaño. Una de ellas logró una marca imbatida hasta la fecha: recibió, en todo el año, 18 goles. Por delante de ellos se colocaba Mauro Silva, al que Santiago Segurola llegó a definir, en su época, como el mejor extranjero que había pasado por la Liga española. El brasileño, que marcó un solo gol en toda su carrera (¿adivinan a quién? Sí, al Valencia), agobiaba cualquier intento de toque en el medio campo y lo que robaba nunca más era recuperado por el rival. Hay quien dice que jamás perdió un balón. Si el rival superaba esta línea, detrás esperaban Voro y Ribera. Centrales de los de antes: marcaban pegados, fijando tobillos y anulando el talento enemigo. Dibujaban así el escenario para que apareciese Djucik cortando balones con elegancia y sacándolos con la cabeza alta. Como Baresi, Djukic nunca chocaba contra el delantero, se le adelantaba. Y los aplausos eran para él. El serbio salía de la cueva con la casaca impecable mientras sus centrales jadeaban el trabajo sucio con una sonrisa. Arriba predominaba la calidad. Por la derecha trotaba Donato, quien llegó a Coruña para apurar sus últimos coletazos futbolísticos proveniente del Atlético de Madrid y se quedó diez años. Por la izquierda destilaba calidad Fran, ‘O neno’, un chaval de la costa que creció a la sombra de su hermano, José Ramón. El 10 de Ribeira, con su zurda, pronto iluminó por sí mismo a la hinchada de Riazor moviendo la pelota como nunca soñaron muchas estrellas brasileñas que salían en más cromos que él. La punta de lanza era doble y opuesta: Bebeto y Claudio Barragán. El brasileño era dos toques y gol. Siempre gol. Claudio era su antagonista: raza, pasión, ‘pichón’. Al valenciano (¿otra señal?) aún se le canta hoy en la grada de los Riazor Blues, donde Bebeto tiene un enorme mural. El Ayuntamiento aceptó la propuesta de dedicar una calle a Mauro y a Fran, aunque de momento no ha cuajado, y Donato, ‘el abuelo’, sigue ostentando la ovación más larga. Así marcó aquel Depor.
El fondo de armario del equipo era corto: destacaba la inmensa calidad de Aldana, que ese año se quedó en blanco por culpa de su rodilla, Manjarín, que llegó a ser internacional, Alfredo Santa Elena, que vino del Atlético como añadido de Donato y cabeceó la primera Copa del Rey del equipo, y el central Paco Jémez, de quien cuentan que un día, dos años después del capítulo que nos ocupa, se quejó en un entrenamiento ante Toshack, entrenador del Depor: “Mister, me duele cuando le pego con la izquierda”, le dijo. “Paco —respondió el galés— a mí me duele cuando le pegas con las dos”.
Los chupa-chups de Cruyff
El Depor comenzaba la temporada 93-94 con la euforia de jugar la UEFA por primera vez en su historia, aquella UEFA en la que competían todos los grandes, sin grupos de clasificación. El inicio fue frenético: derbi en A Coruña contra el Celta que termina empatado sin goles, clasicazo contra el Sporting que se resuelve 0-2 en El Molinón y paliza al Real Madrid en casa, 4-0, en la que a la postre sería la mayor goleada de ese año del Depor. En Europa, el equipo peca de novato en su desplazamiento a Dinamarca y cae frente al Aalborg por 1-0, tropezón que se solventaría quince días después en casa con un 5-0.
Los blanquiazules fueron sacando sus partidos adelante y apuntaron autoridad ganando al Barcelona de Cruyff 1-0 en Riazor y eliminando a un potente Aston Villa en la segunda ronda de la UEFA. Las lesiones, además, respetaban a las piezas claves del once. Fue, completado el primer tercio de la temporada, cuando el equipo presentó sus credenciales a todo. En la jornada 14, tras vencer 1-0 al Racing de Santander, el Depor se coloca líder. Dos partidos después cae eliminado de la UEFA ante el Eintracht de Frankfurt y centra toda su atención en el campeonato doméstico. El Depor arrasa. Lo gana casi todo, se mantiene siempre al frente de la tabla y basa su fútbol en una eficacia aplastante: se planta en la jornada 35 como líder a tres puntos del segundo, el ‘Dream Team’ de Cruyff (en aquella Liga las victorias todavía valían dos puntos), y con sólo 52 goles a favor (el menos goleador de los siete primeros clasificados) por los 77 que atesoraba ya el Barça. Eso sí, tras 35 encuentros, a Liaño le habían metido sólo 18 goles, mientras que Zubizarreta acumulaba 40. De hecho, desde esa jornada, el Depor no encajó un solo tanto más.
Pero —siempre pero— algo flotaba en el ambiente. La gente creía y no, en una dualidad puramente galaica. Quedaban cuatro partidos, dos de ellos muy asequibles (Lleida y Rayo Vallecano) pero detrás venían los muchachos de Cruyff, con su chupa-chups y sus tres ligas consecutivas. Con Koeman, Laudrup, Stoichkov, Guardiola, Romario… Cierto pesimismo no manifestado comenzó a descender como la ‘brétema’ que cubre la playa del Orzán por las mañanas y Arsenio pensaba, como confesaría después, “que sí, que aquello podía pasar”, pero no lo decía. En realidad muchos hinchas lo pensaban, y tampoco lo decían, con una sensación de que todo aquello ya era suficiente, ya era más de lo que habían podido soñar y que era imposible culminar la utopía. Como si el desear ganar aquella Liga que estaba al alcance de la mano fuera excederse, abusar de lo concedido. Y en esas estaba el Depor, con su sí pero no, mientras el Barça colocaba sus partidos una hora antes que los gallegos y hacía funcionar la maquinaria mediática.
El Depor, claro, tropezó.
Primero contra la UD Lleida. Un empate a cero que hizo recortar un punto a los blaugranas. Después, en Riazor, lo inesperado: otro empate a nada frente al Rayo. Y pudo haberse acabado ahí, si no es por la galopada de 50 metros de, quién si no, Djukic, evitando el gol rayista. Estos dos equipos, para mayor escarnio, terminarían descendiendo a Segunda División esa temporada. Y el Barça a lo suyo, ganando 4-0 al Sporting y situándose, a falta de dos partidos, a un punto de los de Arsenio. En la penúltima jornada el Depor resucita. Se sacude la presión y, con los hinchas deportivistas desplazados blandiendo un chupa-chups gigante en las gradas de Las Gaunas, doblegan al Logroñés con un 0-2 que le sirve la Liga en bandeja: hay que ganar en casa el último partido ante un Valencia que no se juega nada.
“Nosotros queríamos que el Depor ganase esa Liga”
A Coruña, una pequeña ciudad norteña que jamás soñó con alzarse con un título, era una olla. En cada esquina había un trapo blanco y azul, en cada ventana asomaba una bandera y en cada rincón se hablaba de lo mismo. Los niños iban al cole con la camiseta de Bebeto y por las calles los coches hacían sonar el claxon; esa semana se pitaba en cada semáforo. La ciudad, literalmente, era blanquiazul. Sin embargo existía, oculta pero perceptible, una cara oculta: aquella que se temía lo peor, que pensaba en el fatal desenlace. Aquella, tan de abuela que —mirando al cielo con rostro ajado— insiste en repetir que aún no está hecho. Y que podría no salir bien.
Llegó el Valencia al aeropuerto coruñés haciendo bromas: los jugadores chés, dirigidos por Guus Hiddink, metieron un billete de 5.000 pesetas asomando en el maletín del delegado del equipo. Presagio de lo que vendría después. Quique, Arroyo, Mijatovic, Serer, Fernando, Giner y los demás no sólo no se jugaban nada en aquel encuentro sino que alguno de ellos confesaría años después lo que sintió durante la víspera del partido. “Yo quería que ganase el Depor la Liga, entre otras cosas por Nando y Voro, que eran grandes amigos”, llegó a decir Fernando Giner, central de aquel Valencia. Como él, otros tantos valencianistas, por no decir todos, sentían que la Liga debía de ser blanquiazul. No sólo los jugadores. Esos días, los foros de hinchas valencianos se llenaron de mensajes de apoyo al Depor e incluso, capítulo muy oscurecido por la memoria enfurecida, no fueron pocos los aficionados que en los días posteriores al partido recriminaron a sus jugadores haber impedido el título blanquiazul. Fue lo último amable que se recuerda entre dos hinchadas que nunca se volvieron a dirigir la palabra.
“¿Tres millones? Una liga vale por lo menos diez!”
Comenzó, por fin, el choque. Arrancó encogido por la tensión, como un músculo agarrotado. No se encadenaban cuatro pases, no se llegaba a la portería. La hinchada apenas podía animar. El aire que flotaba sobre el césped pesaba. Había que dirigirse hacia la portería rival y meter el balón en ella. Una vez, una sola vez y el Depor sería campeón de Liga, pero hacerlo era un mundo, un objetivo inalcanzable en ese momento. En Barcelona marcaba, contra pronóstico, el Sevilla. Gol de Suker que, lejos de aliviar la espesura del juego, la aumentó: el título estaba demasiado cerca para ser verdad. “Nunca llegamos a meternos en el partido”, explicaba después Donato. “El público nos gritaba que valía el empate, estábamos más pendientes del Camp Nou que de ganar nuestro partido. Cuando se quiso despertar era demasiado tarde”.
“Cuando empezó el partido nos dimos cuenta de que ellos estaban bloqueados, en blanco”, recuerdan los jugadores valencianistas. Hasta tal punto que permitieron a los chés jugar con comodidad y generar algunas ocasiones. Por si fuera poco, los de Cruyff comenzaron a poner las cosas en su sitio y sentenciaron contra el Sevilla con varias joyas de Romario. El partido de Riazor comenzaba a agonizar. El Valencia estaba cómodo. Fue esta la situación que enfadó a los locales. “Durante el partido Bebeto me dijo de todo —afirma Giner— que si éramos unos vendidos, que si no nos daba vergüenza…”. Tomaba forma la histórica recriminación que A Coruña le sigue haciendo hoy en día a Valencia. “Me jode que digan eso”, añade el ex central valencianista. “La Liga la perdieron ellos, no se la hacemos perder nosotros”. Bebeto respondió: “En el campo yo jamás hablaba con los jugadores rivales. Yo no le comenté nada a Giner. Lo que él dice ahora son tonterías. Está loco y miente”. Sólo Donato puso cordura. “¿Debían abrir las piernas para que ganásemos?”
La realidad es que las piernas no se abrieron porque, entre otras cosas —como la profesionalidad—, tres millones de pesetas lo impidieron. El Valencia, tal y como confesarían años después hasta cuatro miembros de aquella plantilla, cobró una cuantiosa prima del Barcelona por impedir la victoria deportivista. En concreto, 18.000 euros por barba. Sólo algunos chavales de la cantera que habían disputado pocos minutos cobraron menos. Hiddink no quiso ni un duro.
“Fue un dinero amargo”, dijo Giner. “Queríamos que la Liga la ganase el Depor”. El central llegó a explicar cómo se desarrolló la acción. “Recogimos el dinero en la autopista, a mitad de camino entre Valencia y Barcelona. Lo guardamos en casa de uno del equipo y lo fuimos repartiendo”. Al parecer, un empresario barcelonés ofreció siete millones más al portero, José Luis González, si lograba dejar su meta a cero. Cuentan que el único que se quejó fue el delantero Lubo Penev, convaleciente de un cáncer testicular: “¿Tres millones? ¡Una Liga vale por lo menos diez!”.
“Nos dimos cuenta enseguida que habían salido primados”, explicaría en una radio años después Nando. “Por favor, ahora Nando descubrió el mundo —le replicaría Serer—, pueden decir lo que quieran, pero es más fácil perder que salir a ganar”. González, el protagonista y, se supone, mayor beneficiado de las primas, fue más allá: “Sería bueno que se normalizaran las primas. Incentivar por ganar me parece lícito, por perder es como venderse. Si un empresario te da dinero por vencer, lo veo correcto”. El meta confirmó así el rumor del empresario barcelonés.
El asunto lo zanjó Arsenio como sólo ‘O bruxo’ podía hacerlo: “No sé si había primas o no, porque yo no las he visto”.
El penalti.
Final en el Camp Nou. 5-2 para el Barça. Los jugadores blaugranas se apiñan en el césped con los transistores: empate a cero en Riazor y faltan dos minutos. En ese momento, con algunos aficionados del Depor bañados ya en lágrimas de pura tensión, Nando (valenciano) agarra una pelota mal despejada por la zaga ché tras un saque de córner botado por Bebeto. El lateral progresa y entra en el área. Le sale al paso su amigo Serer, le quiebra bien y el central valencianista le engancha. Nando cae. “Intenté provocarlo, pero me dio”, revive el blanquiazul. En ese momento, la cabeza del árbitro, Antonio Jesús López Nieto, es atravesada por los gritos de la gente que se cruzaba por la calle en su Málaga los días previos al partido: “¡Pítales un penalti” ¡Que se lo merecen!”. Y lo pitó. Serer, de rodillas, y Nando, tumbado, miraron desde la hierba cómo López Nieto señalaba los once metros y avanzaba decidido hacia el punto de cal. “El penalti lo ves y te arrancas a pitarlo o no… pero no te lo piensas. A mí no me dio ni tiempo. Si lo pienso, no sé si lo pito”, diría después.
Estalla Riazor. Mauro y Bebeto se arrodillan, Donato se abraza, la Curva Máxica se viene abajo. Arsenio se echa las manos a la cara y resopla como si de él saliera todo el aire contenido por los coruñeses durante meses. A 1.200 kilómetros de distancia, el Camp Nou enmudece. Cruyff se gira al banquillo y dice: “Tranquilos, lo va a fallar”.
“En ese momento miramos a Bebeto”, dice Giner, quién sabe si con ánimo de venganza por su enganchada durante el partido. El brasileño, que había fallados dos penas esa temporada, ante el Oviedo y ante el Aston Villa, se defiende: “Quien diga que no me atreví a tirar el penalti, está mintiendo. Donato no estaba en el campo y Djukic era el lanzador. Él nunca fallaba, ni siquiera en los entrenamientos. Hablé con él para tirarlo, pero me dijo que estaba bien para lanzar y hacer gol”. El serbio cogió la pelota y la colocó en el punto de cal. Cogió aire e hinchó el pecho. Pero nunca llegó a notarlo en los pulmones…
“La verdad es que me pareció exagerado el gesto de González cuando paró el penalti. Parecía que acababa de ganar la Copa de Europa”, asegura López Nieto. “Fue un gesto reivindicativo, llevaba siendo titular tres partidos y ya había parado otro penalti. Luchaba por un puesto”, le defenderían algunos compañeros. Puño en alto, González festejó detener el balón que Djukic empujó con suavidad, sin fe, paralizado por el entorno. Lo tomó en sus manos y alzó el brazo. Aunque después siguió el juego y sacó en largo, su silueta festejando la parada quedó congelada en ese punto y grabada en la retina de todo el deportivismo.
Djukic ya no se movió del suelo. “No hay palabra que sirva de consuelo y nosotros mismos estamos hundidos”, aseguró el capitán valencianista, Fernando, tras el partido. Mientras en Barcelona estallaba la fiesta y el ‘president’ Núñez declaraba que “el Valencia hizo gala de una gran caballerosidad”, en A Coruña los aficionados no se movían del sitio, en silencio. Solo un gemido sordo, de miles de llantos simultáneos, llenaba el estadio tras el pitido final. Como la Santa Compaña, los hinchas que lograban levantarse desfilaban lastimosamente. “Recuerdo que al terminar el partido me dediqué a consolar y a levantar del suelo a los jugadores del Depor. Estaban destrozados”, explica Giner. Fernando salió del vestuario para dar la rueda de prensa, un recorrido que, asegura, “me quedó grabado”. Se cruzó a cientos de hinchas hundidos, mucho llorando, otros en silencio. El autobús que les llevó al hotel recibió cientos de golpes, miles de insultos. Las miradas de los aficionados que se encontraron en el hotel quedaron grabadas en los jugadores. En medio de toda aquella amargura, con las banderas colgando aún de las ventanas como una burla pesada, alguien, ‘spray’ en mano, pintaba junto al portal del defensa serbio: ‘¿Djukic? Te quiero igual’.
En el año 2000 el Depor logró el ansiado campeonato, a pesar de que el lema que se había instalado en la ciudad tras el error del serbio era claro: “Otra así ya no tenemos”. En ese momento Djukic declaró: “Soy feliz. Ahora puedo descansar tranquilo”. Era ya ex jugador blanquiazul: había fichado por el Valencia. Era el nacimiento de la resiliencia.
El epílogo lo puso Arsenio en una rueda de prensa que la hinchada deportivista jamás olvidará. Llegó hundido. Dicen que ya había llorado todo lo que tenía que llorar, así que habló con ese halo de ‘os lo dije’, con ese pesimismo consolidado. Con ese irrenunciable sentido trágico de las cosas: “Es uno de esos momentos en que hay mucho que decir y poco que contar. Siento una gran tristeza por esas gentes que yo veía todos los días con una ilusión tremenda y yo pensaba que podíamos desilusionarlos, porque podía pasar esto, porque no es la primera vez. Y ha pasado. Hasta fuimos a fallar un penalti cuando no había ni tiempo para respirar. Estaba escrito así”. Era el nacimiento de la persistencia.
¿Es ya el segundo artículo en JD sobre esto o le habéis borrado los comentarios al antiguo?
Podríais haber puesto el link a la rueda de prensa de Arsenio de aquel día. Ni mil Mourinhos y Guardiolas juntos podrán, jamás, superar semejante derroche de piesenlatierrismo innato. Y no debemos olvidar que fue la única vez en su vida de entrenador que perdió una liga, lo único que había vivido Arsenio antes habían sido ascensos y descensos. Arsenio es así, no lo ha aprendido.
Pues nada, ahí va:
http://www.youtube.com/watch?v=xMewaufqszQ
Muy bien articulo , emocionante sin duda . Pero ..
El Orbayu… Es en Asturias, no en Galicia y mucho menos escrito orballo.
La Saudade es en Brasil , para los gallegos es Morriña .
De nada
Estás MUY equivocado Manu. En Galicia sí decimos «orballo». En el gallego existen, además, alrededor de 70 palabras para nombrar diferentes tipos de lluvia. Y el término «saudade» también es muy empleado como sinónimo de morriña; ¿conoces, por ejemplo, «Un canto a Galicia» de Julio Iglesias? «Teño morriña, teño saudade»
De nada
P.D. – Excelente artículo. 10/10.
Llego con tres años de retraso, pero menuda forma de cubrirte de gloria por ir de listo.
Saudade y morriña no son el mismo concepto, siquiera.
Joder es lo mejor que he leído sobre fútbol en toda mi vida! Y ni siquiera lo viví! Q pasada de crónica, q manera de narrar. Enhorabuena.
Pues yo sí estaba allí. Gran, gran artículo. Una historia contada muchas veces, pero ninguna como esta.
Proustiano, de repente me han vuelto a invadir las sensaciones de aquellos días en Coruña; las banderas, las hormigoneras y, sí, aquella sensación de que no podía ser, de que algo tenía que fallar.
Por cierto también hay una frase que el gran Segurola escribió sobre Djukic a los pocos partidos de haber llegado este la temporada del ascenso: «juega a 50 pulsaciones por minuto». Y así era… menos cuando se acercó a aquel punto de penalti.
Pingback: El penalti de Djukic; resiliencia serbia frente a persistencia gallega
Todo el mundo quería que ganara de Depor, pero la clave, más que en el último partido, estuvo en los empates con el Lleida y el Rayo. Esos dos puntos que se perdieron, valían el título. La Liga es al mejor de 38 partidos, no al mejor de la última jornada.
Aun así, lo tuvo todo de cara, última jornada en casa y penalty en el último minuto. No pudo ser. Respecto a Djukik, los penalties los falla quien los tira. A su remordimiento se debería sumar el que tendrán los que no dieron un paso al frente.
El asunto de las primas es algo que en un mundo tan profesionalizado y tan bien pagado debería ser perseguido. Todos los equipos lo han hecho. El Barcelona tuvo la jeta de hasta condecorar al presidente del Tenerife con la insignia de oro y brillantes. Por los servicios ofrecidos imagino, no por que el Tenerife luchara por su propio interés. Recordaréis la llamada que recibió Luis Milla días antes de uno de los famosos Tenerife- Real Madrid. El propio Lorenzo Sanz reconoció que unos milloncejos que faltaban en caja fueron a parar a los muchachos del Hércules que dieron buena cuenta del Barcelona en la última jornada de la temporada 1996/97. Entre los equipos vascos, qué casualidad, siempre se daba el resultado correcto cuando jugaban entre ellos para que no descendiera alguno o fuera campeón otro de ellos. En fin, creo que los futbolistas de Primera cobran demasiado dinero de su propio club para que tenga que venir un tercero a recordarle que su obligación con su camiseta y su afición es la de ganar.
Las cosas son como son y no cómo pudieron haber sido. Esa oportunidad voló y nunca volverá. No creo en las cuentas pendientes. Siempre queda que este equipo está en la memoria de todos los aficionados, lo que no es poco.
Coño, he estado a punto de echar la lagrimita… me ha recordado a los amigos de los veranos coruñeses de entonces. Había que verlos, pobriños.
Gracias a Jot Down por este fabuloso artículo. Ha sido fantástico poder vivir en vuestras palabras aquella noche de fúbol. Yo tenía 4 años entonces. Ha sido de las mejores (por no decir la mejor) crónica deportiva que he leído. Mi más sincera enhorabuena!
Gran parte de la culpa la tuvo Arsenio, que en un partido trabado que sólo se podría haber salvado por una falta, una jugada a balón parado o un penalty, quitó a Donato del campo, que era el encargado de faltas y penales.
Emocionante artículo. Aquella noche Coruña salió a la calle igual porque necesitaba mostrar el orgullo por su equipo. Sin embago, como dices, las victorias posteriores no consiguieron sacar esta espina. A la segunda no es lo mismo.
Magnífica crónica. Lendo e lembrando aqueles momentos, estivem a piques de por-me a chorar.
Eu aliás, na altura morava em Barcelona e lembro bem como, além da minha simpatia pola cidade, polo Barça e por toda Catalunha, estava feliz, pletórico, orgulhoso da equipa da minha cidade fazendo história, também para toda a Galiza, para todo o futebol galego.
Contudo, é certo que o sonho era demasiado grande e que levávamos o medo metido no corpo. As últimas partidas e as derrotas do Dépor confirmaram-nos que o medo, mesmo nom falarmos dele, flutuava no ambiente e era coletivo. E assim chegamos à derradeira partida.
Começou o jogo e, rodeado de afeiçoados catalães, nom fui quem de me mexer da cadeira em toda a partida. Passavam os minutos e os poucos galegos que por alá corríamos eramos a cada momento que o sonho podia quebrar em cada momento e que a esperança esmorecia.. e chegou o penalty de Djukic.
Aferrando-nos a um cravo ardente, contivemos a respiraçom, procurando esconjurar os maus augúrios. E falhou.
Juro que nunca, nenguma outra vez, jurei tanto contra o céu e contra a cidade e os habitantes em que vivia, levando bandeiras azul-granas, tocando as buzinas dos carros e mostrando impudicamente a sua ledícia, o seu triunfo sobre o débil, enquanto eu voltava desfeito emocionalmente à casa para chorar desconsoladamente na intimidade da minha habitação.
Porém, a memória nom é em vão. Daquela tomei a determinaçom de nom voltar a simpatizar nem torcer por nenguma outra equipa que nom fosse da minha Terra, da minha estirpe…
Força Dépor!!
Força Celta!!
Força Galiza!!!
Una cronica emocionante. Me ha traido tanto recuerdos… fue un dia duro para el deportivismo, y supongo que tenemos que tratar de pasar pagina, por mucho que nos cueste… Resurgiremos con fuerza!!
Un gran trabajo y una mejor cronica, enhorabuena!!!
Lo que comenta Bebeto de que Djukic no fallaba nunca penaltis no es cierto.
No recuerdo si la misma temporada o la anterior, Djukic falló otro en el Bernabéu.
Gran artículo.
¿No existian más topicos sobre Galicia y los gallegos? Me parece una falta de respeto
Hay cosas que no recordaba :)
Artículo impropio de la calidad habitual de Jot Down, lleno de tópicos y lugares comunes. Invito al autor a que venga por Riazor a cualquier partido este año y repase los 15 últimos años de historia Deportivista para ver si el penalty famoso está superado o no.
Creo que el autor ha ido muchos años a Riazor y seguiré yendo, a lo mejor incluso más de los que hemos ido algunos de aquí.
Genial articulo, nada de tópicos y mucha verdad!
Carlos, hay alguno que sea mentira? Y antes de que lo preguntes, soy coruñés y esto lo vivi de pleno
Genial articulo
Buen artículo pero eso de que no se superó y lo de que el Superdepor molestaba en Coruña como «apodo» del equipo???!!!
Por el resto está muy bien narrado pero demasiado anclado en tópicos pretéritos
Genial. Los que estábamos allí acabamos de volver a temblar un poquito al leerlo. Recuerdo esa fatalidad asumida, ese pesimismo adelantado… Estaba con mi padre y en cuanto el árbitro pitó el penalti, no sé por qué, sabía que la fiesta no podía tener ese final tan perfecto. Me di la vuelta, empecé a llorar abrazado a él y me fijé en la cara de un viejo aficionado para comprobar si mi premonición se iba a cumplir. Se cumplió, pero no vi el penalti en directo. Solo escuché el silencio y los gritos de después. Y los llantos. Muchos. Sigo yendo al campo y estuve en todos los títulos ganados después, pero ni una Copa de Europa hará cicatrizar aquello. Nunca. Era una Liga y un momento único, con jugadores únicos. El fútbol nunca ha vuelto a ser como aquello. Y, claro, tenía 13 años.
Joder, qué cabr… con perdón, qué bien lo has d-escrito, me has puesto los pelos de punta y hasta me has hecho llorar.
Solo te equivocas en una cosa, Djukic es gallego, es coruñés 100%, y llevará ese fallo toda su vida, como todos nosotros, aunque nos digamos que ya está olvidado.
gran artículo
«Los foros valencianistas se llenaron de mensajes de apoyo al Dépor».
A qué foros se refiere, exactamente, el autor cuándo está hablando del año 94?
En mayo de 1994 había 20.000 usuarios en España. http://www.aui.es/index.php?body=histo_article&id_rubrique=255&id_article=2898#1994
así que supongo que los foros a los que se debe referir el autor deben ser, no sé, los tablones del bar de Manolo el del Bombo, no?
Excelente artículo, por otra parte.
En 1994 habia solo trece www registradas en españa, una de ellas un foro de valencianistas supongo!! Jajajajaaja se ha colado jajajajajaja QUE MAL!!!!!
Como nota aclaratoria, simplemente comentar que un foro es un ámbito cualquiera de intercambio de opiniones. Que el término, actualmente, se emplee más para referirse a foros de internet, no significa que haya perdido su acepción real. Comentar en un bar, en una tertulia, en un grupo de amigos… cualquier reunión para opinar es un foro. Así que no, no me colé.
Es mejor reconocer los errores (o errorcillos) que ofrecer una explicación cogida por los pelos y, además, un poquito condescendiente.
A ver, si el autor dice que se quiso referir a un foro de discusión (así lo entendí yo, pues en el contexto del escrito no cabe otra definición) habrá que creerle, dudo mucho que le apetezca ofrecer excusas baratejas. Un poco de bonhomía.
El texto es bastante claro en este sentido: “Los foros valencianistas se llenaron de mensajes de apoyo al Dépor”. No dice que «todo el mundo en los bares decía que…» ni «los medios de Valencia querían que…» No. Dice foros y dice mensajes. Vaya que no pasa nada con equivocarse, que uno se deja llevar por la emoción del recuerdo y se imagina que forocoches debía hervir en esa època. Pero no.
Gracias por explicarnos a todos qué es un foro.
Enhorabuena, es un artículo genial.
http://www.saberpsicologia.com/articulos/resilencia/soportar-los-golpes/9
Como viene siendo habitual en esta revista, muy buen artículo. Bonitos recuerdos de cuando en el fútbol aún quedaba algo de romanticismo.
Enhorabuena sr Carretero.
Articulo excelente…. Sabes transmitir las sensaciones que se tuvieron que vivir.
Felicidades
Muchas felicidades por éste magnifico articulo, es la primera vez que leo mas de 2 lineas sobre futbol. Voy a seguiros con suma atención!
Una de las mejores crónicas que he leído en toda mi vida. Aún tengo el corazón encogido en el pecho.
Recuerdo perfectamente el partido. La inmensa mayoría de valencianistas, por no decir todos, queríamos que ganara la liga el depor, así que no entiendo la rabia que desde entonces nació contra nosotros.
Según comenta el articulo el VCF recibió una prima pero ni tan sólo eso justifica que la culpa fuera «nuestra». El depor perdió la liga por sus propios méritos. No hay más verdad que ésa.
Muy buen artículo… aún me acuerdo como si fuera ayer…
Pingback: El penalti de Djukic; resiliencia serbia frente a persistencia gallega | Cuéntamelo España
Muchas gracias a todos por los elogios y también por las críticas, claro!
Boa crónica, que tempos: Bebeto era Deus e Arsénio o seu Profeta. Levremo-los sempre connosco no coraçom!
E ainda, penso que Arsénio é seguramente o melhor treinador e pessoa que tenha dado o desporte espanhol: quando o Dépor andava a fazer História por Europa arengava os seus jogadores dizendo-lhes que pensassem nos emigrantes espalhados por todo lado e que fossem conscientes das alegrias que lhes causavam as vitórias do Deportivo. Grande!!
Só lembro que non gañamos a liga. Só lembro que estaba nos viños. Só lembro que choramos e nos emocionamos moitos. Só lembro que había que celebralo, daba igual. Só lembro que fun a 4 camiños. Mais non lembro que gañou a liga ese ano.
Querido Nacho;
Muy buen articulo,sobre un tema q conoces bien y de primera mano.
Le otorgas alta carga emocional,pero nunca mas de la que tuvo para muchos de nosotros,casi diría q te quedas corto…
Aunque en mi opinión te recreas de forma efectista en topicazos gallegos,que aunque en su mayoría mas que ciertos,perpetúan una imagen de galicia que a muchos nos gustaría que se superase en su evolución.
Yo estuve allí,en la grada de general,con mis amigos.Un chaval desconocido me abrazo llorando tras el fatídico penalti. Y hoy he vuelto a revivirlo y a sentirme orgulloso una vez mas de mi equipo y mi ciudad,afortunado de haber podido experimentarlo.
(aunque si me lo permites,dudo q en el 93 los valencianistas escribiesen mensajes en foros…)
Enhorabuena,y gracias.
Apertas
Es una artículo que engancha por lo bien narrado que está. Es un tema muy hondo, y muy característico del deporte que a veces describen como «miedo a ganar»; escenificación más paradigmática de este tema que la de aquella noche difícilmente se volverá a dar.
Con todo el respeto a los deportivistas, aquélla noche pensé que si el epíteto «perdedor» tenía una definición era ésta: «Quien entre ganar y perder, elige perder». Y es que parecía que el Deportivo evitaba ganar, empeñándose en defender con cinco precisamente el día en que la teoría defensiva no valía. Por otra parte, el Barcelona sabía que tenía que arriesgarlo todo, aun cuando ello le costara ponerse perdiendo 0-1 y después 1-2 al descanso. Había diferencia de dinero, diferencia de renombre de los futbolistas, pero también en carácter. Esa fortaleza anímica para imponerte a los rivales, ese carácter ganador no es fácil de conseguir.
Joder que si existen más tópicos, y todos son reales y bastante menos generosos que los que se narran en el artículo. O tu no conoces la falsa leyenda de los gallegos arrojados por la borda!!!!!??????
Me pilló ese partido en Ecuador, de viaje. Recuerdo sentarme con una decena de amigos a escucharlo en RNE.
Recuerdo la angustia, recuerdo los nervios, recuerdo el penal. Recuerdo los saltos de alegría de los compañeros culés, que en su euforia tuvieron tiempo de abrazarnos y consolarnos, como buenos amigos; recuerdo como lloré aquella amarga jornada.
Nunca olvidaré ese partido, ni siquiera después de habernos quitado la espinita años después.
Recuerdo a Djukic por la potencia de su despeje, por las carreras por la banda y sus centros. Por su penal. Y no solo nunca le culpé por aquel error (cuando pude ver el video, me acordé de muchos muertos serbios por la mi_r_a de tiro que hizo, eso sí): Hay que tenerlos bien puestos para tirar esa pena. Y lo hizo.
Forza Depor. Sempre.
Gran bazofia de artículo, imposible llegar al final. Debe hacer mucho tiempo que no vas por Riazor, la gente no está pensando todo el día en la liga perdida, sino más bien en «Cómo voy a olvidar que el Deportivo ganó la liga».
Yo viví ese partido en el Camp Nou, y nunca, NUNCA, en casi 40 años de culé que voy al estadio esporádicamente, lo he visto más en silencio que aquel instante del penalti.
Me ha gustado mucho la narración emocional, pero discrepo en un par de puntos que creo que tienen que ver mucho con la tesis del artículo: para empezar el Depor no lo «ganó todo» como afirmas, esa temporada llegó a sumar 11 (¡ONCE!) empates a cero (así claro que el portero ganó el Zamora), principalmente contra equipos de la mitad baja de la clasificación. Como ha dicho alguien, suena a «miedo a ganar». Por contra, el Barça, después de perder 6-3 en Zaragoza, adoptó la actitud de su entrenador, que ese mismo día afirmó «esta Liga la ganamos nosotros», y a partir de entonces sumó 30 de los 32 puntos posibles (en 16 jornadas).
(Perdonad si algún dato no es exacto porque hablo de memoria, pero me quedaron bastante grabados y espero no equivocarme.)
Gran artículo
Aos que apelam agora a um presumido «espírito ganhador» do Barça contra um presumido «espírito perdedor» do Dépor, lembrar-lhes só que a Corunha é/era uma cidade de 200.000 habitantes num país de 2.800.000, mentres que Barcelona é uma cidade de 4.000.000 num país de 7.000.000 , com tudo o que isso significa a todos os níveis.
Logo, é bem fácil dizer-lhe ao peixe pequeno que tem «espírito perdedor» diante do PEIXE GRANDE .
De resto, apontar que só uma outra equipa duma cidade comparável em tamanho à Corunha ganhou a Liga nalguma ocasiom: a Real Sociedad, em 1980/81 e 1981/82, com a maravilhosa geraçom de Arkonada, Zamora, Satrustegi, López Ufarte, …
Pois bem: a Real Sociedad tem só 3 subcampionatos de Liga, por 5 que tem o Dépor. Logo, a gesta da nossa equipa nom é pequena.
Que vença Davide a Golias, só acontece na Biblia … e poucas vezes na vida real. Logo:
Força Dépor Sempre!!
Amote meu deportiviño
Igor, es hora de superarlo
El futbol me da igual,pero recuerdo perfectamente el partido y el Valencia puso mucho de su parte para que el depor ganara.Los que perdieron fueron ellos,asi de claro,lo que pasa es que Gonzalez metio la pata con la celebracion.Y como tiro Djukic…no hay palabras.Lo hubiera parado hasta yo.
Entretenida mezcla de tópicos y recuerdos vagos. Por ejemplo, el Deportivo no empató contra el Rayo a nada, sino a ceros, pese a haber tirado entre los tres palos más de 20 veces en ese partido (Wilfred, portero del Rayo, firmó la que posiblemente sea la mejor actuación de un portero que se ha visto en Riazor en los últimos 20 años), lo que es algo más que nada. Lo de «el país del orballo, la negra sombra…» se califica por si mismo. Los que vivimos ese partido no lo olvidaremos nunca, porque fue inolvidable, pero la herida se cerró cuando ganamos la liga (tampoco olvidaremos nunca ese partido). Aunque tristes, los deportivistas nos sentimos muy orgullosos del desenlace de ese partido, pues pocas aficiones hubieran reaccionado como nosotros en una circunstancia similar.
Nao credo nos tópicos mais haber haynos.
Como barcelonista pasé mucho miedo con el penalty. Creí que el penalty era la fatalidad. Y después una alegría incontenible acompañada de incredulidad.
En la final de Berna de Copa de Europa de 1961 el FCB se presentaba como favorito con un equipo de ensueño. Cuatro tiros al palo, Ramallets haciendo de Djukic, derrota por 2-3 y la FATALIDAD una vez más.
Aquella derrota consagró al Barça como equipo perdedor y sólo ganó 2 ligas en 24 años. Eso, con millones de seguidores. Ser del Barça era ser del equipo débil.
En contraste, mirad dónde estamos ahora.
Aquel partido hundió al Barça durante dos décadas y media pero el penalty de Djukic no hundió al Depor. Tampoco hundieron al Depor las semifinales de Copa de Europa contra el Porto. Existe la mala suerte, pero no la fatalidad.
Aprovecho para saludar a todos los aficionados del Depor, en especial a Corunhês em Barcelona, que creo que no escogió el mejor día para ir al Camp Nou.
Força Depor y Força Barça!
Todo el mundo sabe que los valencianistas querian que el Depor ganara la Liga aquel año. La culpa es suya, si hubieran tenido los huevos suficientes para salir a ganar, el Valencia hubiera jugado a medio gas y hubieran ganado sobrados. Pero lo que no se le puede pedir a un equipo es que se deje ganar. Jugaron mal, tiraron mal el penalti y se lo tomaron mal, pero la culpa, y eso lo saben los jugadores y la afición deportivistas de sobra, fue suya y solo suya.
No pude acabarlo, dueleee….de carallo
mexan por nos e hai que decir que chove
Sin duda una de las mejor crónica que he leído en mi vida. Me transporta completamente a ese dia y el vaiven de emociones desde que pitaron el penal hasta que lo fallamos. Un 10!
Mal día.
Enorme artículo, yo aún guardo pegatas del «Depor Campeón de Liga 93-94.
Recuerdos al estilo Platoon vienen a mi cabeza:el burro pintado de blanquiazul por la Plaza de Portugal, los dos seiscientos fundidos en uno y de azul y blanco.
El Djuka no estuvo a la altura de sus paisanos si hasta Danilovic la hubiese enchufado.
Fantástico artículo, yo soy culé y creo que a muchos de los aficionados del FCB que lo vivimos no nos importaría haber perdido aquella liga.
Sobre el tema tópicos, estoy con lo que han comentado algunos. Si bien el autor los emplea de forma muy efectista, tiene que quemar bastante que a uno lo cataloguen básicamente de cenizo por ser gallego. Yo soy andaluz adoptivo y no veas que coñazo cuando te asocian con un graciosillo que sabe muchos chistes, baila sevillanas y tiene salero porque sí.
Brutal. Me ha encntado lo de Cruyff «Tranquilos, lo va a fallar”. Le define bastante bien.
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Me acuerdo de Nuñez llorando en el momento que le dijeron que lo había fallado.
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De aquel momento siempre recordaré la actitud de los jugadores de Valencia al finalizar el partido (y al ver fallar el penalty). Bochornoso espectáculo.
Desde ese gra dia (siento discrepar de la mayoría…o no…quizás no lo sienta) tenemos una peña que se llama peña González. lo celebramos como si hubiésemos ganado la liga nosotros. Y somos gallegos. Salud
Yo lo supere bien superado.Llore cuando la perdimos y llore cuando la ganamos ( del ciego que llevaba en el estadio) ya que pense que nunca tendríamos otra oportunidad.
Y el centenariazo, el Milan etc ya fue sobrarse.
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