Ciencias

Una señal del cosmos: el día en que creímos no estar solos

Wow1

¿Nos hablaron desde otro mundo hace treinta y cinco años? ¿O se trató sólo de un extraño accidente destinado a dejarnos intrigados sobre la posibilidad de que hayamos dejado escapar un primer contacto con inteligencias extreterrestres? Esta es la historia de un suceso curioso: el día en que, tal vez y sólo tal vez, captamos una voz ajena llegada desde las profundidades del espacio… y nunca pudimos averiguar qué estaba diciendo.

16 de agosto de 1977. El doctor Jerry Ehman, astrónomo y colaborador voluntario del Programa de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) acude como cada mañana a las instalaciones del radiotelescopio Big Ear, en Ohio. Era una jornada como otra cualquiera difícilmente podía prever las horas —e incluso días— de agitación y entusiasmo que tenía por delante. Ehman tomó asiento para realizar una tarea más bien rutinaria: examinar los registros del radiotelescopio, todo aquello que el Big Ear había estado captando durante la noche, que por lo general se limitaba a ruido de fondo radiofónico producido por el conjunto del cosmos. Dado que por entonces la tecnología no estaba muy avanzada y grabar todo aquel aluvión de emisiones cósmicas resultaba inviable, los registros se imprimían en papel. Era una larga lista de letras y números distribuidos en columnas representando señales de radio de distinta frecuencia e intensidad. Para un profano, aquellos caracteres hexadecimales podían no tener sentido, pero un radioastrónomo experto era capaz de detectar anomalías —por ejemplo, señales artificiales— con un solo vistazo. Así pues, Ehman tomó la larga ristra de papel de impresora y comenzó a leer los datos.

Con total asombro, entre tanto número anodino, observó un código anómalo: 6EQUJ5. Aquellas cifras ininteligibles para un lego significaban, en cristiano, que se había captado una señal de radio artificial procedente del cielo. Reflejaban que la señal era insólitamente intensa, demasiado para tener causas naturales, y además estaba localizada en una única frecuencia —como nuestras comunicaciones terrestres—, así que su naturaleza inteligente parecía fuera de toda duda. Jerry Ehman rodeó las cifras con un bolígrafo e hizo la siguiente anotación al margen: “Wow!”. Tal vez se hallaba ante la primera señal de una civilización alienígena. Aquello podría ser el Primer Contacto.

Horas de café y esperanza

La misteriosa señal de radio había sido recibida a las once y cuarto de la noche anterior. Era una emisión fuerte y clara que en el momento no fue grabada. El equipo de detección era todavía muy rudimentario y no estaba asociado a un equipo de grabación automático preparado para registrar cualquier cosa que se saliese de lo normal y almacenarlo en cinta magnetofónica. Para grabar cualquier señal se precisaba hacerlo manualmente, con un astrónomo supervisando todo. Pero aquella noche el Big Ear había estado vacío. No había nadie para haber intentado guardar aquel mensaje procedente de lo alto y la lista de números en papel era lo único que tenían. Y aquellos números, como decimos, sólo cuantificaban intensidad y frecuencia, eran como los indicadores del control de volumen de una radio pero no decían nada sobre el contenido concreto de la emisión.

Big Ear
El vetusto radiotelescopio Big Ear.

Para que nos hagamos una idea de lo primitivos que eran los medios con que contaban las instalaciones, aquel radiotelescopio —inaugurado en 1963— estaba manejado por una computadora cuyo disco duro tenía un megabyte de capacidad. Esto es: en el cerebro del Big Ear no habría sitio ni para almacenar una única fotografía hecha con un teléfono móvil de la actualidad. Además, el radiotelescopio no podía ser dirigido a voluntad como las antenas más modernas, sino que sus dos únicos receptores estaban fijos en el suelo y “escaneaban” el firmamento siguiendo el movimiento de rotación terrestre. Sólo podían explorar un rincón del cielo una vez cada veinticuatro horas. La señal se había captado en la constelación de Sagitario, más concretamente cerca de la estrella Tau Sagitarii, pero el oído del radiotelescopio no volvería a pasar por la zona hasta la noche. Aquello significaba que los astrónomos del Big Ear tenían que esperar todo el día para que las antenas volviesen a captar aquella extraña señal.

Jerry Ehman y sus compañeros eran presa de una comprensible excitación ya que estaban a punto de dar la noticia científica más importante en la historia de la Humanidad: el descubrimiento de otra inteligencia en el cosmos. Les quedaban todavía horas para volver a recibir la señal y, esta vez sí, poder grabarla. Pero, entretanto, no perdieron el tiempo.

Lo primero que tenían que hacer era descartar que la señal proviniese de un avión, de un helicóptero o de un satélite artificial. Aunque la frecuencia concreta en que fue captada la emisión (1420 MHz, que era la frecuencia que se esperaba que usaran los alienígenas para comunicarse con nosotros, más adelante explicaremos por qué) es una frecuencia que está prohibida para el uso radiofónico en todo nuestro planeta, no se podía descartar que alguna emisora pirata situada en algún avión la estuviese utilizando. Los astrónomos se pusieron en contacto con los aeródromos y radares de la zona, donde les informaron que los radares no habían captado ningún vuelo sobre la región a aquella hora de la noche. También comprobaron las órbitas de todos los satélites artificiales conocidos y ninguno estaba situado en aquel punto del cielo justo cuando se había recibido la “señal Wow”, como ya empezaron a llamarla sus descubridores. Tampoco se sabía de ninguna sonda espacial alejada de la órbita terrestre que estuviese en aquella dirección y que pudiera haber emitido la señal. Si Wow había llegado del cielo, y se sabía que así era, el origen no era ninguna astronave humana. Tenía que ser una señal enviada por otra civilización.

¿Por qué una señal alienígena?

La frecuencia de la señal era clave para entender la agitación de los astrónomos que la captaron. La señal Wow era una señal intensa, uniforme y emitida en una frecuencia determinada, mientras que el “ruido de fondo” que producen los astros es una señal débil, cambiante y difusa: ocupa muchas frecuencias radiofónicas sin orden alguno. Además, la frecuencia de la señal Wow (1420 MHz) se consideraba la más indicada para enviar mensajes a través del espacio. Se trata de la “frecuencia de resonancia del hidrógeno”: ese tipo de señal hace vibrar a los átomos de hidrógeno como si fuesen un diapasón. Dado que precisamente el hidrógeno es el elemento más abundante del cosmos, actuaría como una perfecta caja de resonancia para permitir que la emisión llegase muy lejos sin perder demasiada intensidad. Si una raza inteligente pretendía usar la radio para enviar comunicaciones al espacio, esa sería precisamente la frecuencia que emplearían, según la hipótesis que desde años atrás manejaban los científicos. Así que teníamos una señal de intensidad fija, claramente artificial y distinguible del ruido de fondo cósmico, captada en la frecuencia que los científicos esperaban sería empleada por hipotéticos extraterrestres, y que no tenía un origen terrícola conocido. Blanco y en botella… las horas de espera se hicieron muy largas para el equipo de descubridores.

Sólo había algo inesperado. Los dos receptores del Big Ear escaneaban el mismo lugar del cielo con una diferencia de tres minutos y la señal había sido captada sólo por uno de los dos receptores, lo cual indicaba que no era emitida continuamente, sino que se encendía y se apagaba. Aquello era un motivo de inquietud: había que confiar en que no se hubiese apagado definitivamente.

“Mi casa, teléfono…”

La ansiedad de Ehman y su equipo crecía por minutos conforme se acercaban las once y pico de la noche, momento en que el Big Ear peinaría nuevamente aquella región de la constelación de Sagitario. Ahora sí estaban preparados para analizar la señal en profundidad, para grabarla y descubrir qué tipo de mensaje podía contener. Las once y cuarto del 16 de agosto de 1977: esa iba a ser la hora concreta en que iban a cambiar la historia del hombre y toda nuestra concepción del universo, de la existencia y de nosotros mismos. El momento más crucial desde que, cientos de miles de años atrás, alguien consiguió encender un fuego por primera vez. Por fin, tras siglos y siglos de soñar con dioses y carros de fuego, sabríamos qué tenían que decirnos los seres que poblaban las estrellas. Nos estaban hablando y estábamos preparados para escuchar. La Tierra rotaba y los dos receptores del Big Ear se acercaban nuevamente al distante brillo de Tau Sagitarii. ¿Qué enigmáticas maravillas íbamos a poder escuchar?

Pero no sucedió nada.

No se captó ninguna señal. Ni el más mínimo rastro de algo que no fuese el típico ruido de fondo cósmico. Wow se había apagado. No estaba allí. Esperaron otras veinticuatro horas, ahora tan angustiados como excitados. Y tampoco hubo resultado. Día tras día lo volvieron a intentar, y día tras día el Big Ear sólo captaba silencio. Quien quiera que hubiese lanzado aquella señal al espacio, había apagado su emisora. Y no la volvió a encender.

Jerry Ehman
Jerry Ehman, descubridor de la señal y el hombre que subrayó el registro con bolígrafo rojo añadiendo un asombrado "Wow!".

Tras varias semanas infructuosas y desesperantes en las que no hubo ningún otro rastro de la emisión que pudo haber cambiado la ciencia para siempre, Jerry Ehman y sus colegas se dieron por vencidos. Si había alguna civilización alienígena emitiendo desde aquel punto del espacio, ¿por qué se habían callado de repente? No tenía mucho sentido. Algo no cuadraba en el asunto: haber recibido una señal artificial que desaparecía por las buenas el día siguiente… salvo, claro está, que los marcianitos estuviesen jugando al escondite o gastándonos una broma. ¿Qué podía haber funcionado mal?

Jerry Ehman había alcanzado una gran notoriedad en el mundillo astronómico y científico gracias a su descubrimiento, pero ahora se mostraba decepcionado y frustrado. Incluso escéptico. Él mismo fue uno de los primeros en afirmar que aquello no podía haber tenido origen alienígena, ya que si una civilización hubiese producido la señal cabía esperar que continuaran estando allí, emitiendo. Ehman no tenía pruebas de que la señal fuese de origen terrestre ni tampoco otra  explicación convincente, pero no imaginaba a toda una civilización emitiendo señales durante solamente un día. Así que comenzó a buscar una respuesta al misterio: si no era obra de los alienígenas, ni había sido emitida por ningún avión o satélite, ¿de dónde podría haber salido aquella señal?

Se le ocurrió que Wow podría haberse tratado de una emisión clandestina originada en la propia Tierra, cuyas ondas habían salido hacia el espacio y se habían reflejado en un pedazo de chatarra espacial —que necesariamente había de ser metálico, liso y casualmente inclinado en una orientación muy determinada— que habría reflejado las ondas enviándolas de nuevo hacia nuestro planeta, donde el Big Ear las habría captado accidentalmente. Una explicación sin duda rocambolesca, pero ni mucho menos imposible. Una casualidad semejante constituiría un enorme sarcasmo, casi como un chiste cósmico de mal gusto, pero ante la falta de ninguna hipótesis mejor, Ehman asumió que había sido víctima de una infortunada y retorcida coincidencia orbital.

Y así nos quedamos, mirando tristemente a las estrellas que ahora estaban en silencio, como E.T. cuando añoraba la nave espacial que lo dejó olvidado en nuestro planeta. En sucesivas ocasiones se ha vuelto a indagar en aquella región de la constelación de Sagitario con ayuda de radiotelescopios más grandes y modernos —como el de Arecibo— pero nunca se ha vuelto a captar nada remotamente sospechoso de tener origen inteligente. Cierto es que la vigilancia no ha sido continua:, pero ningún astrónomo puede dedicar todo un radiotelescopio a vigilar permanentemente un punto del espacio. Estos radiotelescopios son artilugios muy caros, cuyo uso está muy solicitado para un millón de tareas de investigación distintas.

Posibles explicaciones

Lo único que sabemos es que la señal Wow era sin duda de origen artificial, fue emitida en la frecuencia “interestelar” de 1420 MHz y que llegó desde el cielo. Lo que no sabemos… es absolutamente todo lo demás.

La hipótesis de la carambola especular que propuso Jerry Ehman es una de las pocas alternativas razonables para explicar el origen de la emisión Wow. Una señal originada por alguna emisora situada en la superficie terrestre que es devuelta hacia la propia Tierra por algún objeto metálico en la órbita, por alguna pieza perdida de nuestro programa espacial y demasiado pequeña como para que hubiese podido ser captada su existencia. Es una posibilidad. La otra alternativa plausible, que podrá parecer razonable o no a según quiénes, pero que tampoco ha sido totalmente descartada, es que de verdad la señal Wow implicase la captación de un auténtico mensaje alienígena. Pero ¿existe alguna manera de comprobar definitivamente si se trató de una cosa o la otra? No. La respuesta depende más de las inclinaciones de cada cual, que de verdaderas evidencias científicas.

Señal wow
La intensidad de la señal variaba de forma constante siguiendo la rotación terrestre, por lo que sabemos que procedía del cielo y no de la superficie (eje vertical = intensidad, eje horizontal = tiempo en segundos)

Salvo, claro está, que un buen día volviésemos a captarla: seguramente esta vez sí podríamos grabarla y analizar en todo detalle su contenido y su posible origen. Pero, mientras, sólo nos queda la especulación. Y hay especulaciones de todo tipo. El propio Jerry Ehman, con los años, ha abandonado su escepticismo inicial y piensa que tampoco hay motivos de peso para descartar la posible naturaleza alienígena de Wow. No afirma que haya sido una señal inteligente procedente de las estrellas, pero tampoco lo niega ya, como solía hacer en otros tiempos. Ya que, si Wow fue producto de un accidente, dicho accidente no se ha vuelto a repetir. Sí hubo una falsa alarma sobre la posible captación de una señal alienígena procedente de otra constelación, una especie de “Wow II”, pero dicha alarma se debió a que el radioastrónomo de turno no tomó la precaución de comprobar las órbitas de los satélites artificiales antes de anunciar públicamente la recepción. Cuando supo que la señal que había captado había sido producto de un satélite de comunicaciones, aquello le supuso un considerable ridículo mediático y un enorme sonrojo ante el mundillo científico.

Volviendo a Wow, imaginemos una hipotética raza inteligente que fue la autora de la emisión, llamémoslos los “wowitas”. ¿Por qué habrían emitido durante un tiempo para después cerrar su aparato de radio e interrumpir la señal? Bien, la respuesta la tenemos en nosotros mismos, los seres humanos. Desde 1977 hasta hoy se han puesto de manifiesto dos cosas: una, que los terrícolas tenemos la tecnología para enviar señales a muchos lugares del espacio, pero que no lo solemos hacer y aun menos de manera sistemática. Y no lo solemos hacer porque no sólo es un disparo a ciegas sino que, de recibir respuesta, ésta tardaría décadas, siglos o incluso milenios en llegar hasta nosotros. Y dos, que si juzgamos lo sucedido en nuestra propia civilización, las comunicaciones radiofónicas ocupan una ventana temporal bastante breve en el desarrollo de los sistemas de comunicación: es una tecnología que es desarrollada en un momento dado, es usada intensamente durante aproximadamente un siglo —si llega— y después tiende a desaparecer sustituida por comunicaciones digitales o de otro tipo. A nuestros amigos los “wowitas” podría haberles sucedido lo mismo, en el caso de que existan y fuesen ellos los responsables de la señal Wow. Quizá descubrieron la radio, pero no tardaron en pensar que había quedado obsoleta. Y si nosotros pensamos que no merece la pena estar emitiendo constantemente sin estar seguros de si alguien nos va a captar (o según algunas voces como la de Stephen Hawking, sin estar seguros de que quien pudiese captarnos resultara no ser demasiado amistoso), lo mismo podría suceder con los habitantes de otros mundos. Tal vez lanzaron algunos disparos a ciegas hacia algunos lugares del espacio: si fue así, nos lo perdimos por muy poco. Horas, probablemente.

La mística de lo desconocido

Aunque puede que el destino haya jugado con nosotros, haciendo que un simple pedazo de metal flotando en el espacio revolucionase a un puñado de radioastrónomos en aquel verano de 1977, lo cierto es que la recepción de la señal Wow —fuese lo que fuese—pone, al menos, un toque de enigma novelesco en lo que, por lo demás, es un universo repleto de maravillas pero vacío de signos de civilización que podamos captar desde nuestro frágil planeta azul.

Es una lástima que aquella señal no fuese grabada. Circulan por ahí muchas supuestas versiones sonoras que se pueden escuchar, pero son todas falsificaciones, ya que con la parca información que se recogió sobre Wow es imposible reconstruir cómo debió de sonar. Lo cual muy probablemente nos hubiese sacado de dudas como mínimo sobre su posible origen terrestre, pero hay que admitir que el desconocer su verdadera procedencia no deja de conferirle al asunto un cierto aura de romanticismo, como en aquellos novelones sobre amantes que no se encuentran en la misma esquina por un par de minutos y pasan el resto de sus vidas alejados el uno del otro porque la casualidad así lo quiso. La raza humana, quizá, estuvo a muy poco de haber podido registrar un mensaje de otra civilización. Un mensaje de la constelación del Arquero, que pudo haber sido como una flecha perdida de Cupido en aquellos romances literarios. No sabemos si hubiésemos entendido ese mensaje y ni siquiera podemos precisar cuánto hubiese tardado en llegar nuestra respuesta —ya que se desconoce desde cuán lejos vino la señal— pero, para quienes no se conformen con la desangelada explicación de la chatarra espacial, siempre queda la imaginación. No es imposible que haya sido una señal alienígena, ya que la tecnología para enviar una señal semejante es algo de lo que incluso nosotros disponemos desde hace ya décadas. Además, eso es lo bueno de los enigmas: podemos escoger la explicación más prosaica, pero también las más poética o incluso, quién lo impide, la más inquietante. Y eso es también lo bueno de la señal Wow: aún no estamos en condiciones de afirmar que no hayan sido ellos, así que… ¿por qué no?

Si siempre hubiésemos podido ver más allá del horizonte, nunca hubiésemos construido barcos. Si siempre hubiésemos sabido lo que hay sobre la superficie de la Luna, nunca hubiésemos construido cohetes. Así que, mientras nos quede por averiguar qué hay ahí fuera, mientras no averigüemos si realmente nos enviaron un mensaje, seguiremos construyendo y avanzando. Puede que al final descubramos que sólo era publicidad cósmica de algún complejo de vacaciones en Sagitario, pero incluso eso resultaría interesante. Es posible que los Wowitas hagan mejores anuncios que los terrícolas. No sería demasiado difícil.

Por si acaso, este es el punto concreto de la constelación de Sagitario desde donde llegó la señal. Ya saben ustedes dónde mirar. Nunca se sabe.

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24 Comentarios

  1. Lo recuerdo perfecta mente…, vi un par de documentales de ciencia: El Universo (David McNab, 1999), donde hacían mención a «Wow». Pero según cuentan en el propio documental -algunos de sus protagonistas-, el misterio de «Wow» nunca podrá esclarecerse, ya que desapareció igual que apareció. Por lo que, no hay nada salvo un un código anómalo: 6EQUJ5, plasmado sobre papel, que de pie y apoyo firme a cualquier postulado o teoría científica seria. Por lo tanto, ni una prueba de vida extraterrestre, ni una señal originada por alguna emisora situada en la superficie terrestre que es devuelta hacia la propia Tierra por algún objeto metálico en la órbita, ni muchas otras mas…, un autentico misterio que sólo parece que pueda revelarse si esta se vuelve a repetir, ya que hoy por hoy, tecnológicamente, si que se podría arrojar luz a este misterio.

  2. El artículo contiene un error:

    «Para un profano, aquellos caracteres hexadecimales podían no tener sentido»…

    El código hexadecimal solo incluye desde la A hasta la F. Por lo tanto, jamás podría contener la Q, la U o la J. Así que no es hexadecimal.

    Saludos.

    • E.J. Rodríguez

      Hola Sergio,

      Correcto, lo que yo quería expresar supongo que es «alfanumérico». A los de letras nos cuestan más estas cosas.

      Un cordial saludo.

  3. Sólo una observación: de los caracteres de la señal «Wow», ‘J’, ‘Q’ y ‘U’ no pertenecen al sistema hexadecimal.

  4. Si el papelito de la foto es el de verdad, el sistema de representación no es hexadecimal [1,2,…9,0,A,…,E,F], no sé cuál será.

    Lo de preguntar por los satélites que había por allí me parece un poco ingenuo. Anda que por 1977 no habría ya unos cuantos volando sin registrar, por no hablar de los de los rusos.

    Si a mi me da el reflejo de un rayo de sol por el cristal de una ventana de un edicio cercano no veo muchísimo más difícil, por improbable que sea, que haya sido un reflejo en alguna cacharrería orbital.

    Pero, oye, estas historietas abiertas siempre son divertidas y entretenidas, Scully.

    • E.J. Rodríguez

      Hola Gándalf,

      Sí, el papel de la foto es el auténtico. Ya me habían señalado que no se trata de código hexadecimal; mi intención era decir «alfanumérico» pero como ya imaginarás lo de los códigos no es precisamente mi fuerte. Lo del reflejo orbital como causa accidental no es improbable —sí rocambolesco, no improbable— pero lo del origen alienígena de la señal tampoco es necesariamente improbable. El principio de parsimonia puede inclinarnos hacia la tesis accidental, pero dicho principio no es una ley lógica infalible.

      Comparto la pasión por las historias abiertas: cualquier historia que acabe en interrogación tiene un interés intrínseco.

    • Satelitero

      Hola, Gandalf. Es posible que los físicos no tuviesen acceso a la base de datos de satélites, pero seguramente que simplemente preguntaron si había alguno que pudiese haber emitido la señal, algo que el Pentágono sí les habría dicho, dado el mutuo interés en el asunto (militar en los primeros). Sí están registrados todos los satélites, y siempre lo han estado, no existen satélites ocultos o inadvertidos, no al menos en aquella época para EEUU y la URSS. Cierto que otros países no tenían la tecnología para detectarlos todos, pero esos dos siempre, y hoy en día, cada vez más países pueden hacerlo también. De hecho, *existe* desde hace décadas una base de datos americana (militar), de disposición pública, donde están TODOS los satélites en órbita excepto algunos americanos que son «censurados», hace pocos años Francia también alcanzó el estatus de Estado con capacidad de censar satélites stealth y de todo tipo, y solicitó a EEUU que igual que ellos censuraban algunos suyos, que tuviesen la amabilidad de borrar de esa base de datos pública algunos de los franceses, a lo que los americanos hicieron caso omiso. En cosa de horas, los franceses comenzaron a hacer públicas las órbitas y perfiles de los satélites americanos censurados y se llegó rápidamente a un acuerdo xD.

      En cualquier caso, todo lo referente hace 50 años está completamente desclasificado ya.

  5. Genial artículo, bien por tu trabajo, me ha gustado mucho, enhorabuena. Esto que has descrito tan bien es una de las casualidades mas extraordinarias que se han descubierto, oen su defecto una nadería que no tiene ni explicación y tampoco principio y final.

    • E.J. Rodríguez

      Hola Juan Carlos,

      Gracias. Sí, lo que me atrae de este tipo de historias es el no poder decidir si se trata de un extraordinario infortunio —habernos perdido una señal alienígena por muy poco— o una simple nadería —un reflejo casual en un pedazo de metal— pero el mero hecho de no poder dilucidarlo de ninguna manera le confiere un aura especial.

  6. y no es posible que ya que la noche del suceso no había nadie a los mandos de big ear, alguien hubiera hecho la broma cósmica manipulando los resultados?
    me recuerda a brazil…;-)

  7. Pingback: Anónimo

  8. Se me ocurre otra explicación para no encontrar la señal al día siguiente.

    Teniendo en cuenta que la señal fue captada en la constelación de Sagitario, es decir, en el plano de la eclíptica. ¿No podría provenir de una sonda orbitando alrededor del Sol que ya se hubiese desviado un par de grados o hubiese apagado una transmisión periodica para cuando enfocaron a la misma región del cielo? ¿Se comprobó?

    Siendo creyente en el tema de las civilizaciones extraterrestres y haciendo caso a la paradoja de Fermi, más que la confirmación de una civilización extraterrestre en la región de Tau Sagitarii, tal vez la señal Wow fuese la confirmación de que tenemos o tuvimos una sonda extraterrestre en el sistema solar, comunicándose con nosotros o enviando información hacia otro lugar del universo.

    • E.J. Rodríguez

      Hola Javi,

      Tu explicación de la sonda alienígena es tan buena o tan mala como otra cualquiera, es decir, no hubo forma de comprobarlo entonces y seguramente tampoco la haya ahora. No es una explicación extravagante: nosotros enviamos sondas al espacio y bien pudieron hacerlo otras civilizaciones.

      No se sabe exactamente desde qué distancia nos llegó la señal, así que podría tratarse de una sonda en un punto de nuestro sistema solar o en cualquier otro punto del espacio que estuviese en la misma dirección. Suponiendo que Wow hubiese tenido origen alienígena, no parece haber surgido directamente de ningún sistema estelar ajeno al nuestro o apuntaría directamente hacia una estrella (Tau Sagitarii es la estrella más cercana pero no estaba situada exactamente en el mismo punto de origen).

      El problema con la señal Wow es que la evidencia para apoyar unas hipótesis u otras es exactamente la misma: ninguna. Todo cuanto podemos afirmar casi con total seguridad es que era una señal artificial.

  9. En este caso, sincronizando la amplitud de la emisión de la señal a la rotación de la Tierra se puede crear la impresión de que la señal proviene del espacio… El único dato angular es que solo fue captado por una de las antenas… interesante, emisión direccional, por ejemplo con una antena Yagi (http://es.wikipedia.org/wiki/Antena_direccional). ¿Y por qué se recibió solo en una antena? Porque si lo hacía en las dos habría diferencias de amplitud/tiempo con la anterior emisión y se descubriría el pastel, ya que la sincronización de la amplitud de la emisión seguramente se hizo a mano.
    Alguien se divirtió un buen rato aquella noche…

    Un amigo hace tiempo me dijo: «piensa mal y te quedarás corto»…
    … aunque no puedo evitar mirar hacia arriba una noche clara y pensar que es imposible que estemos solos…

  10. Pingback: Una señal de cosmos (o el día que creímos no estar solos) | Cuéntamelo España

  11. Tengo una copia de la transmisión original que puede echar un poco de luz en el asunto:

    S
    P
    O
    R
    T
    I
    N
    G
    V
    A
    L
    E
    N
    C
    I
    A
    E
    Q
    U
    J
    5
    ;

    )

  12. Joder, parezco un bot, siempre pongo lo mismo en cada uno de los artículos que leo en JotDown, pero es que son muy buenos y sobre temas muy interesantes.

    Enhorabuena, a saber qué pasó, pero lo que es seguro es que el doctor Jerry Ehman se lamentará toda la vida de no haberse quedado ese día limpiando el laboratorio hasta tarde!!

  13. Enhorabuena por la historia tan curiosa!

  14. solo añadir que este evento inspiro un libro y la pelicula contacto. Saludos

  15. Llego tarde, pero muy entretenido artículo.
    A ver si la próxima vez nos mandan la señal por e-mail, para que esté más clarito.

  16. J.Garcia

    «Si siempre hubiésemos sabido lo que hay sobre la superficie de la Luna, nunca hubiésemos construido cohetes. Así que, mientras nos quede por averiguar qué hay ahí fuera, mientras no averigüemos si realmente nos enviaron un mensaje, seguiremos construyendo y avanzando.»

    Al leer este ese párrafo me quedé con una pequeña sensación de tristeza al pensar que, quizás, los avances lleguen demasiado tarde y los presentes hoy, ya no podamos presenciarlos y conocer el desenlace de tan interesante historia.

    Brillante artículo. Saludos.

  17. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Una señal del cosmos: el día en que creímos no estar solos | #run4life

  18. Pingback: Cinco grandes preguntas (y cuatro grandes respuestas) sobre el contacto extraterrestre

  19. Solo para actualizar, conste que recientemente(2017) se publicó que la señal se debió al paso del cometa Christensen, reproduciendo la escucha(con el nuevo paso del cometa) y verificando que, en efecto, era la misma señal, causada por el impacto de la radiación solar sobre los restos de la nube de hidrógeno que el cometa liberaba.

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