Este verano me llevé para leer en la playa Quique González: Una historia que se escribe en los portales, de Eduardo Izquierdo y editado este mismo año 2011 por 66rpm y A Deeper Blue: The Life and Music of Townes Van Zandt, escrito por Robert Earl Hardy en 2008 para la University of North Texas Press. El primero lo acabé rápido en Galicia y el segundo lo acabo de terminar esta semana en el metro.
A ambos músicos los conocí con retraso, pero ahora soy adicto a los dos. A Van Zandt llegué a través de la versión que Tindersticks hacían de su canción Kathleen, cuando ya había muerto o estaba a punto de hacerlo, y a González no empecé a seguirlo de verdad hasta su cuarto o quinto disco.
Como buenas biografías de músicos, en las portadas aparecen los protagonistas tocando la guitarra, uno de espaldas en un concierto y otro tirado en la cama de un hotel con el bastón al lado y el paquete de tabaco en la mesilla; todo muy clásico. Las diferencias están dentro, ya que mientras el libro de Hardy lleva la biografía de forma tradicional, Izquierdo se atreve en el suyo con una narración sincopada compuesta por cientos de citas de amigos y conocidos de Quique González y algunas del propio músico, sin que el biógrafo meta casi hilvanes que hagan a la narración coger cuerpo, lo que hace a veces algo repetitivos los comentarios a un disco o una gira del músico. No sé si esta forma de presentar el texto es debida a un afán de modernidad o de asimilación bloguística, o simplemente fue falta del tiempo del autor ante el ingente trabajo de relatar de manera coherente las docenas de entrevistas que había realizado, prefiriendo copipegar y montar de forma ordenada todos los fragmentos importantes. Durante el libro aparecen y desaparecen comentaristas sin demasiada explicación, lo que puede hacer un poco incomprensibles para el no experto en Quique González algunos pasajes del libro, pero para mí como fan ha sido muy interesante conocer el trasfondo de canciones que llevo bastante dentro y que gracias a la lectura del libro veré de otra manera, deseo que mejor.
El libro sobre Townes Van Zandt es más normal, con la diferencia añadida de que, no solamente genio tejano, si no muchos de los protagonistas están muertos o ya tienen muy difusas conversaciones que tuvieron hace cuarenta años con el protagonista del libro. Quizá poco importe que una canción la escribiera en la universidad o que la compusiera unos pocos años más tarde para una novia pelirroja, aunque se supone que ese tipo de datos son los que hacen de una biografía un libro creíble. Lo más apasionante de este quest en busca de TVZ es descubrir el cutrerío de las giras estatales por bares que se marcaba Townes con sus amigos a inicios de los setenta y cómo en cinco años editó seis obras maestras del country, algo para mí milagroso ya que no comprendo que alguien apostara seis veces seguidas por un borracho sin éxito, aunque gracias a esa apuesta se grabaran varias de las más bellas canciones del siglo XX. Mientras su genialidad se alejaba por a sus adicciones crecía su éxito debido a alguna atinada versión que de él hicieron estrellas como Emmylou Harris, tocando en mayores aforos e incluso en Europa, aunque aquello ya era un poco Chet Baker años ochenta, más leyenda que músico. Uno sale de la biografía con mal sabor de boca debido a lo exhaustivo de las últimas veinte páginas que relatan hasta la última pastilla los dos últimos días de agonía del biografiado, algo totalmente innecesario y que hace dudar de todo el libro.
Todos los libros sobre roqueros son el mismo libro, metiendo en el saco roquero a cantantes de flamenco, pop, jazz o cualquier otro género musical. En el fondo estos dos reseñados no se diferencian mucho el uno del otro, al final la historia es la de siempre, un tímido que coge una guitarra y se pone a contar cosas. No me los compraría si no conociera a los protagonistas, pero si uno los conoce son libros llenos de pistas subir de nivel en la pasión por Quique González y Townes Van Zandt.
Otros llegamos más tarde. No había oído a Van Zandt en la vida pero acabo de ponerme el Waitin’ around to die por curiosidad y veo clarinete que esto va a ser amor.
Salva, yo llevo diez años o así con TVZ metido en la cabeza y no hay semana que no oiga Tecumseh, Kathleen o Tower Song. Si mi texto ha hecho que lo conozcas y te guste, ya mereció la pena escribirlo.
Un monstruo Townes Van Zandt. Sus dos primeros discos son fundamentales para cualquier melómano.
Junto con Lee Hazlewood, uno de los compositores mejores de los USA. Y de los más olvidado.
http://johnself.blogspot.com/2011/04/lee-hazlewood-lombra-llargada-del.html