John Carlin estudió Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad de Oxford, pero su vocación profesional ha estado siempre vinculada al periodismo político y deportivo. Desde que en 1981 comenzara a ejercer como periodista para el Buenos Aires Herald ha sido corresponsal en países como México, El Salvador, Sudáfrica y Estados Unidos para la BBC, The Times y The Independent. Ganó el Premio Ortega y Gasset de Periodismo en 2000. Instalado en España desde 1998, trabaja para El País y colabora habitualmente en The Observer y The New York Times. Su libro El factor humano, publicado en 2008, inspiró la película Invictus, de Clint Eastwood. Nos reunimos para charlar con él en Sitges, convencidos de que una trayectoria tan impresionante dará mucho de sí.
Siempre me ha sorprendido que alguien llamado John Carlin escriba tan bien en español, ¿dónde lo ha aprendido?
Bueno, hay varias respuestas a eso. En primer lugar, mi madre es española. Prácticamente nací bilingüe. Me crié en Argentina y viví muchos años en América latina: México, Nicaragua, El Salvador. Pero sólo empecé a escribir en español cuando vine aquí a España hace doce años, y al principio me costó bastante. Para mí, escribir en inglés después de haber estado escribiendo en español era como irme de vacaciones. Lo aprendí en gran medida gracias a mi editora en Seix Barral, Elena Ramírez, cuando empecé a escribir sistemáticamente en español. De todos modos sigo pensando que escribo mucho mejor en inglés.
¿Qué sintió la primera vez que estuvo frente a Nelson Mandela?
Vi por primera vez a Nelson Mandela cuando salió de la cárcel, pero desde lejos. Un año después tuve una primera entrevista con él. Es una persona que impone pero también te da una gran tranquilidad. Tiene una presencia muy carismática: es alto, grande, con un gran sentido de sí mismo. Da una sensación de poder e importancia muy real, no es ninguna nota falsa. Al mismo tiempo es encantador, tiene una sonrisa fantástica, te llama no por tu apellido, sino por tu nombre y tiene un trato muy campechano. Es simultáneamente como un rey y como el vecino de al lado. Una cosa que me encanta de él es que trata con la misma cortesía y el mismo respeto a la reina de Inglaterra o al presidente de Estados Unidos que al periodista, a la azafata del avión, al camarero o al jardinero.
Las virtudes de Mandela son evidentes, pero ¿tiene algún defecto que no conozcamos?
Mira, esa pregunta se la hice a su mejor amigo, Walter Sisulu, que estuvo con él en la cárcel y me dijo que tenía la tendencia a confiar demasiado en la gente. Aunque se corrigió al instante y matizó: «pero quizá eso sea también una virtud». Mandela confía en la gente y hace que la gente confíe en él. Otro defecto: quizá a veces siente demasiada admiración por gente intelectualmente brillante. Tiene tendencia a deslumbrarse ante este tipo de gente, lo cual quizá le quita la capacidad de juzgarlos de una manera más fría y acertada. Pero esto es otro ejemplo de esa tendencia suya a confiar mucho en la gente.
¿Está aburrido de que le pregunten por Nelson Mandela?
Ahora ya no. Hace un año y pico te hubiera dicho que sí, porque cuando salió el libro —y después la película— hubo una invasión periodística de preguntas sobre él. Pero ahora estoy con la cabeza metida en otras cosas y no me aburre tanto como en otros momentos.
Cuando ya ha pasado bastante tiempo desde el final de Apartheid, ¿a qué problemas se enfrenta Sudáfrica?
Ha cambiado de problema. Antes de que Mandela saliera de la cárcel, Sudáfrica era un país muy, muy singular, en el que había un enfrentamiento político épico y casi como de fábula: blancos contra negros. Era algo muy simple, algo que cualquier persona del mundo podía entender. Ahora ése ya no es el problema. ¿Que hay relaciones impecables y armoniosas entre blancos y negros? Pues no, pero eso no lo hay en ninguna parte del mundo. Las relaciones raciales en Sudáfrica son mejores que por ejemplo en Estados Unidos, un país en el que también he vivido. Ahora los problemas de Sudáfrica son, por decirlo de alguna manera, más “banales”. Problemas que comparte con docenas de otros países. La economía, combatir la pobreza, mejorar el sistema educativo, mejorar el sistema sanitario, las desigualdades sociales. Mandela logró acabar con ese horror del racismo legalizado y ahora el país está en otra etapa. El hecho de que haya logrado organizar el Mundial con tanta eficiencia fue un síntoma de que quizá Sudáfrica, pese a los problemas que lleva arrastrando desde hace siglos, tiene alguna posibilidad de superarlos.
Las consecuencias del imperialismo europeo en África o Asia siguen siendo evidentes hoy, ¿dejará el imperialismo norteamericano consecuencias similares?
Es bastante diferente. La palabra “imperialismo” se usa de una manera muy amplia. Una cosa es llegar a un país, invadirlo, colonizarlo y convertirte en el gobierno de esa gente durante siglos. Y otra cosa es lo que hacen los Estados Unidos hoy. Está claro que sigue siendo la gran potencia mundial y su poder se extiende a muchos rincones del globo, tanto a nivel económico como —en menor medida— a nivel militar. A mí, el usar estas frases como “el imperialismo yankee” me parece un poco trillado. Hay que buscar quizá otra terminología.
Usted estuvo viviendo muchos años en Argentina y siguió lo del corralito muy de cerca.
Sí, estuve viviendo allí cuando ocurrió haciendo un reportaje para El País.
¿Quedan consecuencias todavía de aquello?
Puedo hablar de Argentina en términos generales, conozco bien la sociedad, pero en cuanto a la evolución económica del país… no me atrevería a entrar en ese tema. Lo único que diría así grosso modo es que Argentina me llama poderosamente la atención por la distancia que hay entre el enorme potencial que tiene el país a todos los niveles y su poca capacidad para salir del hoyo en el que parece siempre estar metido.
¿Se toma usted más en serio el periodismo deportivo o el político? ¿Cuál prefiere escribir?
Para mí, hacer periodismo deportivo es una especie de hobby. Considero que el trabajo que hago en el terreno político —en su sentido más amplio: conflictos en América latina, África, etc— es lo que realmente soy, es el tipo de trabajo que corresponde más con mi identidad como periodista y es lo que me ha definido a lo largo de mi carrera. El periodismo deportivo lo empecé a ejercer hace unos diez años de forma…. no irregular, pero es como un 15% de lo que hago; básicamente mi columna semanal en El País.
Mucha gente le conoce a través precisamente de Historias de la Premier.
Sí, sí. Lo que me llama la atención es que me voy por ejemplo a Sierra Leona, uno de los tres países más pobres del mundo, me paso un par de días metido en una cárcel atroz, hago un reportaje sobre ello pero la gente no me conoce por eso, sino por las columnitas que hago durante un par de horas un sábado por la mañana. Esto demuestra lo que pega el fútbol: «la miseria de los africanos… sí, muy bien, lo que sea, pero hablemos de fútbol, macho, no me jodas».
¿A la gente le preocupa más el deporte que la política?
Mira, el deporte, y específicamente el fútbol, es el gran tema de conversación de la especie. Hay un par de países paganos: Estados Unidos y la India, pero salvo estas excepciones y algunas otras de países más pequeños, el gran tema de conversación de la humanidad es el fútbol. La gente se siente mucho más informada —y se toma el trabajo de informarse mucho más— sobre el fútbol que sobre la política. Sin duda. Ahora bien, ¿que la política tiene más impacto en las vidas reales de la gente? Sí. Pero claro, el fútbol corresponde al terreno emocional y no fallemos en darle a eso su seriedad. La felicidad de la gente no se mide sólo en ingresos económicos. El índice de felicidad es algo que ahora utilizan también los economistas… la gente no está siempre feliz con el fútbol pero es algo que les entretiene. En África, donde hay mucha miseria, el fútbol es el gran consuelo de los pobres. Y creo que también es el consuelo de los ricos, ya que estamos.
Almodóvar gana un Oscar y no suena el himno español; cualquier equipo deportivo gana una competición y sí suena el himno.
Seamos justos con Almodóvar: cuando gana un Oscar, los españoles se sienten orgullosos. Hay también una cosa de identidad nacional ahí. Aunque los sentimientos patrióticos son más fervorosos cuando el equipo deportivo nacional de uno está compitiendo. Como decía Mandela, el deporte une a la gente y es capaz de superar muchas barreras. Puedes llevarte fatal con tu vecino durante años pero llega el Mundial, está España en la final, lo ves en el pasillo y te abrazas con él. Fuera del contexto de guerra, no hay nada que defina y enaltezca más el sentimiento de identidad nacional que el deporte. También las identidades regionales, como en el caso del Barça-Madrid.
¿Se atrevería a definir a compañeros del periodismo deportivo?
Bueno, aunque no creas que leo tanto periodismo deportivo.
¿Santiago Segurola?
Me parece brillante, el mejor. Una pluma extraordinaria y una capacidad de análisis muy especial. En particular, la rapidez con la que puede definir un partido en una crónica que escribe a los cinco minutos de acabar ese partido, me parece algo que demuestra una agilidad y rapidez mental a la que yo no llego en absoluto.
¿Eduardo Inda?
No tengo opinión sobre él.
¿Ramón Besa?
Me encanta Ramón Besa. Es otro tipo que… me parece que tiene una gran finura a la hora de escribir y es realmente honesto.
En la televisión me parece el mejor comentarista y analista que hay. Además es un tipo encantador y simpatiquísimo.
¿Tomás Roncero?
Me cae muy bien Tomás Roncero. Tiene su papel, su identidad, es un forofo del Madrid y no lo esconde. Me entretiene mucho y me cae muy bien como persona.
¿Alfredo Relaño?
Relaño me parece fantástico. Sus columnas las leo todos los días sin falta. No siempre estoy de acuerdo con él y seguro que él no estará de acuerdo con cosas que escribo yo, pero da igual. Lo conozco, me parece un tipo fabuloso como persona y también creo que es un tipo honesto.
Por cierto, hubo una sensación generalizada de que en El País se hizo campaña anti-Mourinho. Principalmente protagonizada, según dicen, por Diego Torres. ¿Qué opina al respecto?
Bueno, mira: he leído cosas en los blogs y en los comentarios que hace la gente en los artículos y tal. Hay gente que opina que es una campaña sistemática, deliberada, un plan de empresa. Eso es absolutamente grotesco e imbécil, no tengo palabras para calificar esta idea de que «ah, sí, el grupo Prisa está contra el Real Madrid». Es una gilipollez como una catedral. Te puedo decir desde mi punto de vista que a mí, jamás, ni remotamente, me han dado la más mínima dirección. Ni siquiera un comentario. Yo, sencillamente, no hablo con la dirección de deportes de El País. No hablo con ellos. Envío un artículo, me llega un e-mail que dice «recibido, gracias» y punto. Y el artículo sale al día siguiente.
Pero tú eres John Carlin, claro.
No, pero te puedo asegurar exactamente lo mismo con Diego Torres. La idea de que alguien le está pagando de fuera para que escriba cosas sobre Mourinho…Diego Torres es para mí uno de los mejores reporteros de El País. Es un periodista que trabajaría igual de bien en la sección de economía o de corresponsal en China. Es un grandísimo reportero que hace su trabajo como tiene que hacerse. Defiendo a Diego Torres a muerte, me parece un brillante periodista, me parece absolutamente honesto y valiente.
¿Qué opina de las polémicas sobre el doping? Los antiguos compañeros de Lance Armstrong le acusaron, el tema del Barça que levantó tantas ampollas…
Bueno, son dos cosas muy diferentes. Mira, yo la verdad es que no sé mucho sobre ciclismo y no me interesa especialmente, pero está claro que hay una historia recurrente de alegaciones de dopaje y muchas de ellas son verdaderas. Viéndolo desde fuera no me sorprende, el aguante físico que se requiere para hacer el Tour es algo que rebasa las capacidades humanas. En cuanto a lo del Barça, me pareció una de las cosas más ruines que he visto en mi vida, estas declaraciones anónimas —supuestamente de un alto directivo del Real Madrid— alegando que el Barça se dopa. Me pareció de una vileza absolutamente lamentable. Te da un poco la pauta de lo desquiciados que algunos individuos relacionados con el Real Madrid están y han estado respecto a los éxitos del Barça. A alguna gente los lleva al borde de la locura.
Juan Antonio Alcalá es el que hizo saltar la liebre.
Yo no conozco a este Alcalá, él dice que su fuente fue un alto directivo del Madrid, según entiendo. Sin conocerlo, no sé si es verdad o no. Me imagino que sí; conociendo al gremio de los periodistas imagino que sí, que alguien se lo habrá dicho. Pero me pareció irresponsable por su parte haberlo hecho público. Yo creo que un periodista serio no hace una cosa así.
Hay que tener las pruebas.
Sí, no se puede hacer una cosa así. Yo entiendo que estás ahí en la radio hablando y dices cosas, pero creo que fue muy poco profesional por su parte decir eso y seguramente él estaría de acuerdo conmigo. Yo no lo conozco, pero supongo que se arrepiente.
Sobre rugby: ¿qué hay de cierto en la historia que sostiene que los All Blacks fueron intoxicados por una camarera de su hotel?
Es verdad que dos días antes de la final del 95 contra Sudáfrica algunos jugadores del equipo neozelandés tuvieron problemas estomacales, aparentemente consecuencia de lo que comieron. Es una teoría conspirativa de estas que circulan por ahí lo de que alguien lo hizo adrede. Estoy seguro —y volvemos a lo de las conspiraciones de El País contra Mourinho— de que no fue algo instigado por la federación de rugby sudafricana. Pudiera haber sido, si es que ocurrió, la iniciativa de algún loco en la cocina del restaurante. Si es que ocurrió. Pero también hay una cosa que hay que tener en cuenta: no sucedió la noche anterior como mucha gente supone, sino dos noches antes. Tipos con la fortaleza y condición física de los All Blacks… pensar que esto afectaría a su nivel de juego cuarenta y ocho horas después es una tontería. Además, se vio: el partido llegó al tiempo adicional y siguieron jugando con la misma intensidad. Con lo cual… bah, es una de esas historias que hay por ahí pero no creo que haya que darle más importancia.
Hay una frase mítica: «El fútbol es un deporte de caballeros jugado por patanes y el rugby es un deporte de patanes jugado por caballeros». Pero en el rugby, dentro de la melée y del maul, ¿es juego limpio todo?
No, no, hay muchas barbaridades que ocurren ahí dentro del maul y dentro de la melée. La gente ha llegado a meter los dedos en los ojos del rival. En cierto modo, quizá se ha exagerado un poquito esta situación de nobleza y limpieza del rugby. Pero en general sí estaría de acuerdo con la frase. Hay un concepto de fair play y deportividad en el rugby que no se ve en el fútbol, y creo que es consecuencia de que en el rugby hay menos dinero. Aunque ahora hay más dinero que antes, el rugby ha sido un deporte profesional durante apenas quince años. Eso marca una diferencia. Hay deportes que tienen ciertos protocolos, el golf, por ejemplo. O el tenis, aunque no tanto. En el golf los jugadores se aferran a estas antiguas tradiciones y creo que esto también ocurre en el rugby. Creo que los jugadores de rugby sienten una responsabilidad hacia esta tradición de nobleza asociada a ese deporte. Por ejemplo, es muy, muy raro que un jugador de rugby se queje del árbitro durante el partido o después. Todo esto al estilo Mourinho de que pierde Inglaterra contra Francia y fue todo culpa del árbitro y que fue una vendetta y que fue una conspiración… estas cosas se considerarían absolutamente fuera de lugar en el rugby.
Sorprende que en España se siga más la F-1, un deporte mecánico y estático, que el rugby, que es lo más parecido al fútbol.
No es motivo de sorpresa, porque la F-1 en España ha tenido un auge tremendo desde la llegada de Fernando Alonso. Si España tuviera una selección nacional de rugby realmente competitiva que hiciera grandes cosas a nivel mundial verías como eso cambiaría.
Michael Robinson no se explicaba el nivel que podría tener España en rugby comparado con su nivel real.
Bueno, pero no es un país que tenga mucha tradición de rugby. Estás batallando contra naciones como Inglaterra, Francia, Sudáfrica y Australia que tienen el rugby en el ADN nacional. Tardará mucho tiempo para que España tenga una selección competitiva.
¿Qué ha significado Seve Ballesteros para el deporte español?
La verdad es que no sé responder a esa pregunta. Puedo responder mejor lo que significó para el deporte británico, porque cuando Severiano Ballesteros estaba en su mejor momento yo veía el mundo más desde el enfoque de Inglaterra. Y Severiano Ballesteros era considerado una especie de hijo adoptivo de Gran Bretaña; la gente le tenía el mismo afecto que puedan tener por jugadores británicos igual de exitosos… que no creo que los haya habido, por cierto. Era una persona con un gran carisma, un espectacular talento que hizo que los británicos se enamoraran de él, incluso gente más allá del mundo del golf. Tal fue su dimensión.
Tanto Estiarte como Alfredo Relaño, a quienes también entrevistamos, nos dijeron que Messi es mejor que Maradona, ¿está de acuerdo?
Tiendo a pensar lo mismo. No lo voy a decir con la misma rotundidad porque no vi jugar tanto a Maradona como a Messi. Si hubiese vivido en Nápoles cuando ganaron la serie A con Maradona y hubiese visto todos sus partidos, quizá me inclinaría más por Maradona. Pero, sin duda, Messi es el mejor jugador que yo he visto de manera consistente a lo largo de varias temporadas. Y creo que tiene aún más proyección de lo que ha demostrado hasta ahora. También recuerdo haber visto a Maradona en Argentina cuando tenía la edad que ahora tiene Messi y Maradona no era tan bueno en ese momento, tan decisivo.
Hablando un poco de cultura en general, ¿que le parece el escritor y premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee?
Me parece fantástico, un genio. Es uno de los dos o tres mejores escritores contemporáneos en lengua inglesa. Un grandísimo, grandísimo escritor.
Cualquier libro que escojas de él te impacta.
Son duros por esa economía que tiene de palabras.
¿Usted qué suele leer?
Por regla general leo muchísimas más novelas que libros de no ficción.
¿Qué nos recomienda?
Últimamente he estado releyendo varios clásicos: Guerra y paz, Anna Karenina, Madame Bovary, me encantan. En particular Anna Karenina; cuando lo leí por primera vez hace treinta años me pareció el mejor libro que había leído en mi vida, la mejor novela, y creo que mantengo esa posición. De escritores de fuera me encanta Philip Roth y me gusta todavía más Cormac McCarthy. Cuando decía antes que Coetzee es uno de los mejores escritores contemporáneos en lengua inglesa ahí pongo también a McCarhty.
Tienen un estilo parecido.
Sí, pero es un poco más poético McCarthy. Me parece espectacular La carretera, es un libro que me impactó como pocos. También me gusta mucho Eduardo Mendoza, además lo conozco y es un tipo fantástico. También me gusta leer novelas detectivescas, como las de Henning Mankell. Y disfruté bastante con los famosos libros de Stieg Larsson, aunque no pude leer el tercero. Con dos fue suficiente, el tercero hubiese sido ya malo para la digestión.
¿Le gusta Shakespeare?
¿Si me gusta? Shakespeare está por encima de todo.
¿Cuáles son sus preferidas?
El rey Lear. Shakespeare está en otra dimensión, como Messi. Para mí no hay nada, nadie como Shakespeare.
¿Nos recomendaría alguna película?
Hay una que volví a ver hace poco —en español creo que se titula Mejor imposible— con Jack Nicholson. Por ejemplo. Me parece buenísima, tiene un gran guión y actores brillantes. Pero yendo a un terreno más clásico, Lawrence de Arabia está en mi “top ten”, la volveré a ver varias veces en lo que me queda de vida. También últimamente he estado viendo películas de Hitchcock, como La ventana indiscreta. Su economía, su sencillez… y al mismo tiempo su fuerza. La tensión que genera en un escenario bastante simple con personajes no demasiado complejos, esa extraordinaria capacidad de generar suspense. Y por supuesto Casablanca; la habré visto doce veces y la veré veinte veces más.
¿Qué música le gusta escuchar?
Me gusta todo tipo de música. Soy muy promiscuo en mis gustos musicales. No me considero un experto. Me gusta el jazz, me gusta la clásica, me puede gustar una canción de Lady Gaga… qué sé yo. Me gusta Coldplay. No me gusta el rap, quizá soy mayor, eso delata mis años. Para mi hijo de once años el rap es lo máximo y yo no lo soporto. Recuerdo que cuando era pequeño ponía a los Rolling Stones y mi padre no los soportaba. Me gusta todo. Más que tener una afinidad especial con cierto género, creo que hay buena música y mala música.
¿Qué tipo de humor le gusta? ¿Ingleses, españoles…?
Volvemos a lo mismo, es como la música: hay humor bueno, divertido, rápido, listo… y hay humor que es pesado, tonto y torpe. Pero sí diría que el sentido del humor es algo que define a los ingleses. Los ingleses, todos, tienen un reflejo irónico de la vida.
Las series de la BBC le gustan, supongo.
Hay series inglesas que han marcado al mundo. Lo de los Monty Python era algo vanguardista, espectacular y en muchos casos brillante. También ha habido actores geniales como Peter Sellers, una maravilla, que antes de La pantera rosa ya hacía papeles en películas inglesas de los años cincuenta divertidísimas. Mi sentido del humor, el que tengo como persona, es el humor inglés. Es parte de la cultura. Responde quizá a cierta represión emocional que tienen los ingleses: en el momento en que una conversación se vuelve un pelín seria alguien va a salir con una broma para bajar el nivel de intensidad: «este punto es un poco delicado, vamos a estar incómodos… hagamos una broma».
¿Te gustan las series de TV?
Sí, cuando las veo, pero no soy de estas personas que tienen una vida lo suficientemente organizada para poder estar con seguridad un martes a las diez de la noche frente a la tele. Tiendo a “picar” en vez de dar el seguimiento que una serie por definición merece. Por ejemplo, Mad men está muy bien hecha, me parece buenísima, pero no la he seguido. O Sexo en N.Y.; vi episodios que me parecieron muy buenos pero viajo mucho y no los vi en orden.
¿The Wire?
No la vi. Pero sé que la tengo que ver. Todo el mundo me lo ha dicho y confío en que tiene que ser buenísima. Algún día la veré, compraré el DVD.
Fotografía: Jesús Llaría
La el retrato fotográfico en primer plano es buenísimo. Carlin, para mi gusto, es más estimulante oyéndole hablar en directo (en la radio), no sabría explicar muy bien por qué motivo.
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Ciertamente las fotos una maravilla. La del portátil me ha parecido cojonuda!
Esta vez, y siento escribirlo, la entrevista no le hace justicia a un personaje tan interesante, vivido y heterodoxo como John Carlin.
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