En contra de mis principios, fui proactivo por una vez en la vida y sugerí a la Dirección de esta publicación (a la que denominaremos pitbull) que valía la pena intentar entrevistar a Amélie Nothomb. Pensaba que no se conseguiría, pero que al menos los tendría un par de semanas distraídos y sin darme trabajo. Ingenuo que es uno. El pitbull no se rinde: a los pocos días entré en la redacción puntual como un sevillano y sobrio como un irlandés y, para mi sorpresa, descubrí que la secretaria de Amélie Nothomb nos había confirmado la entrevista. En ese momento temí lo peor: me toca currar. Y así fue; ya saben que en todos los trabajos tiene que haber un compañero pelota y acusica. Pues el de Jot Down es de los peores. Carraspeó, me señaló con el dedo e hizo dos interesantes e improcedentes observaciones: me había leído todos sus libros y se trataba de mi escritora favorita. Fue en aquel preciso instante cuando el pitbull sonrió de oreja a oreja y sentenció:
– Crítica de su último libro. Tienes veinte días.
– Sí, bwana —protesté mirando al suelo, con una dignidad no exenta de firmeza.
Después de tan prolífica conversación me dirigí de inmediato a mi librería de referencia para comprar su última novela, Viaje de Invierno, editada hace pocos meses. Andaba yo un pelín suspicaz con este libro, y no sin motivos. En los círculos habituales de fans de la Nothomb había dos corrientes de opinión: los que decían que era malo y los que decían que era malísimo. A pesar de tan malos augurios, procedí con el ritual que sigo siempre con Amélie: esperé a quedarme una tarde solo en casa, desconecté todos los elementos de distracción, me tumbé en el sofá de leer y lo devoré de una sentada, como hago con todos sus libros. Una vez acabada la lectura salí al balcón a tomar aire fresco, reflexioné sobre la obra y emití mi veredicto: malo de solemnidad. Como me resulta terriblemente difícil hablar mal de mi amada decidí dejar pasar los días y no hacer la crítica que tenía encargada con la esperanza de que el pitbull me dejara por imposible y le enchufara el trabajo a un compañero. Craso error. Andaba hoy haciendo senderismo cuando he recibido un sms del que solo puedo reproducir unas pocas palabras sin saltarme el libro de estilo de Jot Down: «informal, gandul, haragán» y otras lindezas. No me ha quedado más remedio que ponerme al tajo.
El libro ya empieza rematadamente mal: desde un principio Amélie nos anuncia que el protagonista acabará estrellando un avión. 11-S aparte, no puede decirse que la idea sea precisamente nueva: el inicio de Superviviente de Chuck Palahniuk es exactamente igual —los paralelismos e influencias entre ambos autores también darían para artículo. Luego viene una parte totalmente absurda e inverosímil en la que la escritora belga mezcla sus habituales recursos narrativos: historia de amor no correspondido, pequeños homenajes literarios y musicales, un discapacitado mental, la introspección en los personajes —su gran especialidad, que esta vez se ha quedado en mero intento— y, como gran novedad, los protagonistas experimentan con hongos alucinógenos. Y para reforzar la fascinación por el feísmo que impregna toda su obra, en esta ocasión la autora ha elegido como recurso narrativo usar como banda sonora recurrente a Aphex Twin, un tipo tan fascinante como desasosegante —si no me creen, observen Come to daddy en Youtube y verán cómo se les queda el cuerpo—. Un final que no por anunciado en la primera página deja de ser absurdo y un giro argumental pretendidamente ingenioso que los editores en España se han encargado de reventar en la fotografía de la portada. Ya sé que esto les parecerá un spoiler inaceptable, pero es que no vale la pena leerse el libro. Créanme: lo digo por su bien. A esta señora siempre le encuentro algo, pero esta vez me ha resultado imposible. Nada de nada. El único placer que he sentido ha sido ver que estaba cerca del final. Y eso que es de los ligeritos: ciento dieciséis páginas de letra grande e interlineado generoso. Pues ni por esas. Una montaña. Huyan de él como de la peste. Si tienen la mala suerte de recibirlo como regalo, díganles que ya lo han leído y que les den el ticket de compra. Cámbienlo por otro de la Nothomb pero elijan uno de los buenos, los tiene y en cantidad.
Aún así, no se dejen influenciar por todo lo dicho anteriormente. Viaje de Invierno es un mal libro, pero Amélie Nothomb es una autora excepcional que merece ser leída a fondo. Probablemente, lo mejor de la literatura en lengua francesa actual si no fuera por la coexistencia temporal con un genio total y absoluto como Michel Houellebecq.
En lo que se refiere al conjunto de su obra existe una unanimidad pasmosa: Nothomb es una autora tan brillante como irregular. Bipolar suele ser la palabra más usada para definirla. Al respecto existen dos teorías diferentes, que no excluyentes. La primera es que se trata de una escritora excesivamente prolífica. Nada que objetar al respecto; con apenas cuarenta y cuatro años ya lleva publicadas diecinueve novelas más un sinfín de cuentos, obras teatrales y otras zarandajas. Aún presume de sacar al mercado una sola novela de las tres que dice escribir al año. Corolario: si no nos miente y realmente sigue este ritmo, es imposible mantener el nivel de excelencia que caracteriza sus mejores obras a menos que te llames William y te apellides Shakespeare, que no es el caso. Otra explicación, igualmente sensata, es que en realidad Amélie Nothomb solo escribe bien cuando habla ella misma. No en vano, cinco o seis de sus mejores libros son autobiográficos. Siendo este hecho indiscutiblemente cierto, tampoco deja de serlo que tiene un par o tres de novelas de temática diversa realmente sensacionales. Y es que su obra está plagada de obras maestras.
Con apenas veinticinco añitos debutó con la deslumbrante Higiene del asesino. Una maravilla que engancha desde la primera página y donde ya se aprecia el peculiar estilo narrativo que intentará desarrollar a lo largo de toda su obra; argumentos brillantes, frases cortantes como cuchillos y una originalidad a prueba de bombas. Con esta novela ganó todos los premios habidos y por haber. No es para menos. Parte de una trama sumamente ingeniosa: un escritor que jamás había hablado con nadie —un Thomas Pynchon de la vida, para entendernos— gana el Premio Nobel a la par que descubre que le queda poco tiempo de vida. Decide conceder una única entrevista, pero solo al periodista que se le gane dialécticamente. A partir de ahí, la obra se desarrolla en un clímax asfixiante, casi desagradable para el lector. Es una novela difícil de leer, de concentración máxima —ni lo intenten en la playa o en el metro— y que requiere una cierta cultura: entre otras cosas, exige conocimientos de filosofía, dialéctica y de las diversas falacias lógicas. Añádanle la profusión de guiños literarios y llegarán a la conclusión de que no es un libro para regalar a cualquiera. Éste es el gran libro de la Nothomb. El que hay que leer. Hay autores que han entrado en la historia de la literatura por obras mucho menores. Salinger o Kerouac, por ejemplo. Y, probablemente, contiene el mayor homenaje a Céline jamás escrito —vaya, aquí es donde el camino se vuelve a cruzar con Houellebecq.
Pero aun prescindiendo de Higiene del asesino, que ya es mucho prescindir, esta señora ha escrito muchas más cosas en general buenas o brillantes. Sin lugar a dudas, lo mejor de su obra lo conforman una serie de novelas cortas donde nos explica su vida desde el mismo momento de su nacimiento. Son estos libros los que la han convertido en una escritora grandiosa y en el amor platónico de muchos de sus lectores. Un buen amigo —a quien el pitbull ha encargado la continuación de estas líneas— me hizo una vez una interesante reflexión: todas estas obras autobiográficas —Metafísica de los tubos, El sabotaje amoroso, Biografía del hambre, Estupor y temblores y Ni de Eva ni de Adán— podrían haberse juntado en un solo volumen, al estilo del gran 2666 de Bolaño. Aunque al principio no le hice mucho caso, con el tiempo llegué a la conclusión de que no iba en absoluto desencaminado. Si se hubieran editado todas juntas probablemente estaríamos hablando de una de las grandes obras de la literatura contemporánea. Y no es una exageración, porque es en este entorno autobiográfico dónde Amélie se encuentra más suelta y brillante. Donde nos ha ganado a todos sus incondicionales. Pero como les digo, ya se encargará otro de explicárselo.
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Sin haber leído nada de esta señora me he descojonado con la descripción de cómo le encargaron el artículo.
Efectivamente, resulta desconcertante que Viaje de Invierno sea tan rematadamente mala. Es que ni siquiera es divertida, como lo son algunas otras novelas de la Nothomb. Tal vez le han sentado mal las drogas…
De todas formas, me parece un poco «arriesgado» decir que Amélie Nothomb -de la que suelo leer casi todo- es lo mejor de la literatura en lengua francesa actual; eso sería pasar por alto a autores como Pierre Michon, Antoine Volodine, Pierre Bergounioux (e incluso el inefable e insustancial Frédéric Beigbeder) por citar a algunos que me vienen ahora a la cabeza, y posiblemente algunos más que ni siquiera conozco.
También resulta un tanto «chocante» leer que Salinger o Kerouac han entrado en la historia por obras menores que Higiene del asesino.
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Me ha parecido un gran texto, bien escrito, gracioso, lleno de referencias interesantes. Como seguidora de la obra de Nothomb estoy de acuerdo en muchos de los puntos señalado por el autor aunque creo que sobrevalora a la autora. Sí, tiene libros excepcionales, mi favorito es «Estupor y Temblores». También me gustó mucho «Antichrista», pero no diría que sus obras puedan considerarse entre las grandes obras de la literatura contemporánea.
¿Que Nothomb y Houllebecq son de lo mejor de la literatura escrita en francés (que no francesa: Nothomb es belga) hoy en día?
Oh mon Dieu… Là, c’est trop!
Yo diría que Nothomb es a veces interesante, sobre todo, en mi caso, todo por sus referencias al Japón donde creció y vivió. Pero nunca recomendaría a Nothomb para leer. Si quiero desconectar una tarde entera (cuando la tengo), a lo mejor haría como usted y me leería de un tirón. Pero no me suele producir ningún tipo de impresión, ni buena ni mala. Sólo de desconectar.
Para literaturas en francés de hoy en día, recomendaría muchos otros (y por desgracia, la mayoría no están traducidos).
Amélie es de culto, pero de alguno malo, creo que este no es el peor y, en fin, puede permitírselo… Un poco de estupor.